Ariadna G. García
David Vann se dio a conocer en 2008 con su novela corta Sukkwan Island (Alfabia, 2010). El libro le granjeó enseguida fama mundial. La localización espacial violenta (una isla de Alaska), la trama inquietante (un padre autoritario y su hijo adolescente, dotados de un equipo de supervivencia y de alimento para varios meses, se marchan a vivir –y a conocerse– a un paraje inhóspito, amenazador y deshabitado), así como el imprevisto giro argumental a mitad de la narración sedujeron por igual a lectores y críticos. La segunda novela de Vann, Caribou Island (Mondadori, 2012), recibió magníficos elogios. Tras aquella “obra maestra” (en palabras de José María Guelbenzu, El País), el autor alaskeño publica ahora Tierra, libro alejado del paraje insular, solitario, y de la naturaleza amenazante; pero no del gran tema sobre el que habla en todos sus escritos: las (problemáticas) relaciones familiares.
Si la familia supone un refugio para todos sus miembros; si en ella los niños y los jóvenes encuentran sus primeros modelos de conducta, su referencia vital, una manera de comprender el mundo, de habitarlo; David Vann contradice esa teoría y enfrenta en sus novelas a dos generaciones. Padres e hijos están condenados a no entenderse nunca. En Sukkwan Island, Vann revisa las relaciones entre un padre y su hijo; en Tierra toca el turno a las establecidas entre un hijo y su madre. Ninguna sale bien.
California. Verano. Galen en su muchacho de 22 años que sueña con estudiar y marcharse de casa. Quiere tomar posesión de su existencia, aunque lo cierto es que no se esfuerza mucho para lograrlo. Se limita a leer, a masturbarse y a sentir con cada poro del cuerpo los mensajes secretos de la naturaleza. Busca la perfección personal por medio de la meditación. Vive aún dentro de la cálida placenta de su madre, sin responsabilidades ni obligaciones. Pero dentro de ambos late un resentimiento peligroso. Los dos ocultan miedos e inseguridades. David Vann los coloca en el límite de su capacidad de resistencia, de aguante, para ofrecernos una visión distorsionada de una –supuesta– acomodada y feliz familia burguesa. Una excursión al campo, con la tía, la prima y la abuela, desatará una tormenta de rencores que acabará con todo. El contraste entre los recuerdos de infancia de la madre de Galen y de su hermana (idílico en un caso e infernal en el otro, justificado por la diferencia de edad), tendrá consecuencias nefastas para sus descendientes. Ninguna de las dos, en el fondo, ha logrado superar (de manera inconsciente o consciente, según el caso) una niñez violenta. Ese trauma explica un presente marcado por el control excesivo de los hijos, por la negación de su independencia y por la venganza de su padre violento a través de ellos.
Libro desasosegante por el contenido y a veces algo aburrido por las morosas descripciones, Tierra es la versión negra, freudiana y trágica del Siddhartha de Hermann Hesse.
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