Ariadna G. García
Hace cuatro años, el jurado del II Premio de Poesía Pablo García Baena –entre quienes me encontraba– otorgamos por unanimidad el galardón al libro Turismo de interior, firmado por un joven autor de 18 años: Cristian Alcaraz. Este primer libro se caracteriza por su tono sincero, por su lenguaje cercano, por la incorporación de la cultura popular, por su estética próxima al realismo sucio y por su ironía. La obra gira en torno al erotismo. El sujeto lírico del texto se construye y se afirma en su sexualidad. El desfile de parejas, de encuentros con anónimos en baños, de ligues virtuales a través de la realidad 2.0, de esperanzas y de frustraciones, modelan a un sujeto que se busca a sí mismo por medio de los otros. La irrupción de Turismo de interior en el panorama poético lo dotó de frescura y de actualidad.
La orientación de las hormigas (Premio Andalucía Joven 2013) se aparta de ese mundo sórdido y del uso de las nuevas tecnologías para ofrecernos un poemario mucho más simbólico, reposado e introspectivo. Un paso al frente. Cristian Alcaraz deja de lado la pirotecnia de la escenografía para ahondar en el contenido y en la expresión de los sentimientos.
El sujeto que enuncia se instala ahora en la incertidumbre existencial. Duda del valor de la experiencia, ignora cómo alcanzar sus sueños, se cuestiona la vida y el lenguaje (¿podemos representarnos cabalmente por medio de palabras?), desconoce quién es. El poeta connota la desazón, la angustia y la soledad con imágenes violentas o escatológicas. El mundo se derrumba y descompone lo mismo que se extingue una certeza. Nihilista a ratos («He perdido la voluntad de sobrevivir» p. 36), La orientación de las hormigas nos muestra la decadencia de un individuo, y por extensión, del conjunto de los seres humanos. Son los tiempos que corren. Es hijo de su época; y nieto del binomio Buñuel/Kafka. Las hormigas del título parecen aludir a las del corto Un perro andaluz, que pregonan la muerte del sujeto, el deterioro de la civilización, el fin de un estilo de vida. A su vez, el hombre se transforma y no se reconoce en el espejo. Como Gregorio Samsa, se animaliza: «Soy la hormiga que lleva sobre sus hombros/ las vísceras de los que han caído» (p. 20). Podemos interpretar esta imagen como un símbolo de esa parte de nuestra sociedad que se alimenta del dolor ajeno, que se nutre de la desgracia para fortalecerse y subsistir.
Cristian Alcaraz, de apenas 22 años, va construyendo sin prisa una obra cada vez más sólida, depurada y universal. Sin duda, es uno de los poetas destacados de la nueva generación lírica. Habrá que estar atentos a sus próximos libros. La espera promete.
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