Juan Laborda Barceló
Nos encontramos ante la historia de una venganza. Adrián, un joven chapero y drogadicto, es culpable de muchas maldades, pero no del acto por el que le condenan a veinte años de reclusión. Su pareja, más o menos estable, aparece cosida a puñaladas en la casa que ambos compartían cuando no estaban a la gresca. A él le cae el marrón.
Que veinte años no son nada no deja de ser un tango sin sentido, pues la estancia en prisión convierte a Adrián en otra persona. Quizá en esencia la misma, pero sabiendo cubrirse cuando no puede ganar una pelea, pausado, reflexivo, formado, leído y con muy mala hostia.
Una venganza que se prevé puntual pero salvaje, va dejando paso a unas pesquisas en las que Adrián busca las razones, los motivos últimos, de la muerte de Diego, su pareja.
Sus actos son violentos, el sexo salvaje y las actitudes contradictorias, como si su conciencia no se hubiera empañado con la tibieza general que adormece a la sociedad. Sus decisiones en el exterior parecen seguir inscritas en el brutal código carcelario. Lo cual es lógico tras una vida encerrado. El resultado es un hombre llevado al extremo de la venganza, pero cauto y paciente, que va ejecutando unos pasos cuyas consecuencias emocionales y vitales no son nunca las deseadas.
El conflicto interno del hombre sometido a sus propios miedos está muy presente, pues en Adrián conviven a la par el castigador y el sociable, cuyos intereses se oponen.
Una de las riquezas de la novela reside en las magníficas reflexiones que el protagonista deja en una libreta. Todo el texto está en primera persona, pues este ex convicto escribe sus cuitas negro sobre blanco. Así, el autor pone en boca de su personaje un discurso ajustado a su realidad, pero muy crítico en lo político y lo social. Mientras desgrana su venganza entre los bajos y los altos fondos canarios, va dejando perlas sobre la realidad económica, la transformación que ha vivido la ciudad, la historia reciente de este país y su propia evolución personal.
En esta trama negrísima, que fue merecedora del premio Getafe Negro 2013, nadie es inocente y nada es lo que parece. Si quieren descubrir cuál es la senda que traza Adrián tendrán que empezar a leerla, ya no la soltarán hasta el final.
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