Trad. Manuel Arranz. Periférica, Cáceres, 2009. 132 pp. 14 €
Alba González Sanz
De un tiempo a esta parte algunas de nuestras principales editoriales están haciendo una encomiable labor de rescate de autores y obras hasta ahora no traducidos, o hace mucho tiempo olvidados por el mercado. En lo que toca a los autores franceses de la segunda mitad del siglo XIX y del celebrado fin de siècle, la veta es extensa y no poco importante. Así, la editorial Sexto Piso rescataba el célebre Las diabólicas, del extravagante Barbey d’Aurevilly (en muchos aspectos padre espiritual de los jóvenes decadentistas). Ahora, Periférica ofrece reunidos los dos textos más interesantes que Maupassant escribió sobre uno de los maestros del diecinueve francés: Gustave Flaubert.
Ambos textos tienen como centro el recuerdo de la figura de Flaubert, muerto en 1880. El primero es un artículo de prensa de 1884 y el segundo, el prólogo que el joven relatista colocó a la edición de la correspondencia entre éste y George Sand, en 1890. Es curioso notar, a este respecto, que el extenso prefacio tiene un único centro de atención en la figura del creador de Emma Bovary, diciendo apenas nada de la escritora que es mero pretexto para uno de los mejores análisis sobre la obra de Flaubert antes hechos.
Puntualizado esto, toca resaltar lo que de bueno e interesante para el lector tiene este libro. Ya el prólogo del traductor, Mauro Arranz, ofrece las coordenadas básicas para quienes lleguen a los dos autores citados con algo de despiste. Los recuerdos biográficos y literarios de Maupassant completarán a la perfección un fresco de época sin el cual resulta muy difícil, a día de hoy, entender cuestiones claves de nuestra literatura. Así que el especialista tendrá al alcance estos dos textos en castellano y quien no lo sea tendrá ante sí un tiempo de la historia literaria francesa detenido y narrado por una de sus voces principales en diálogo con la escritura de otra ellas.
Decir que Maupassant adoraba a un hombre a quien conoció en sus inicios y que marcó su relación con la escritura a pesar de la diferencia de edad, es decir algo sabido. En estos textos asistimos a un ejercicio de recuerdo que no mitifica hasta lo sobrenatural, pero que busca defender –y lo consigue- la dignidad y memoria de quien ya no está para defenderse a través de un finísimo análisis de su obra y la teoría que la sustenta. Y si la crítica tiene fama de ser afilada, invitaría a los curiosos a un repaso por las revistas y periódicos franceses del momento para ver hasta qué punto ante ciertas cuestiones la moral burguesa tocó a rebato sin compasión. Y Flaubert, con su estudio minucioso del alma humana, con esos coqueteos con la más pura esencia finisecular que son Las Tentaciones de San Antonio o su Salambó, no iba a librarse.
Maupassant repasa, en el prólogo a la correspondencia con Sand, las inquietudes novelísticas de Flaubert en el aspecto intelectual, en el aspecto de fondo. También habla de lo sensorial, pero le interesa llegado un punto referir un peculiar conjunto de anotaciones que Monsieur Gustave atesoraba y relacionaba: el conjunto de ellas componía una reflexión general sobre la estupidez humana: citas erróneas, respuestas falsas, boutades de todo calibre… Lamento no poder confirmar si esas notas han sido alguna vez editadas al completo o si quiera en español, pero su acceso virtual en francés es relativamente sencillo. Muchas de las citas provienen de autores reputadísimos en su época y en épocas anteriores, todavía hoy admirados. Al mordaz y fino Flaubert no se le escapa nada. Podría citar muchas pero me quedo con una de Descartes en apariencia no tan flagrante como otras, que reza: «Los soberanos tienen derecho a cambiar algo de las costumbres», se puede leer en el Discurso del método.
Ofrece Maupassant en la parte final del prólogo una descripción de taller de escritor. Si tan célebres fueron en la época las novelas de artista, algo de ellas hay en la manera en que describe la ropa, el lugar y los ritmos de Flaubert. Más interesante es sin duda cómo desmenuza la que para él es la poética del escritor, sus ideas en torno al estilo, la novela, la sociedad o sus integrantes en el otro artículo, pero los aspectos humanos no sobran, resultan por el respecto de quien los escribe, enriquecedores.
En definitiva, una buena manera de acercarse a dos autores franceses que, cada uno en su tiempo y en su estilo, sobresalieron y dejaron huella. También, como he comentado, una ventana a la sociedad literaria del fin de siglo francés, época que rara vez no atrapa por completo al lector.
Alba González Sanz
De un tiempo a esta parte algunas de nuestras principales editoriales están haciendo una encomiable labor de rescate de autores y obras hasta ahora no traducidos, o hace mucho tiempo olvidados por el mercado. En lo que toca a los autores franceses de la segunda mitad del siglo XIX y del celebrado fin de siècle, la veta es extensa y no poco importante. Así, la editorial Sexto Piso rescataba el célebre Las diabólicas, del extravagante Barbey d’Aurevilly (en muchos aspectos padre espiritual de los jóvenes decadentistas). Ahora, Periférica ofrece reunidos los dos textos más interesantes que Maupassant escribió sobre uno de los maestros del diecinueve francés: Gustave Flaubert.
Ambos textos tienen como centro el recuerdo de la figura de Flaubert, muerto en 1880. El primero es un artículo de prensa de 1884 y el segundo, el prólogo que el joven relatista colocó a la edición de la correspondencia entre éste y George Sand, en 1890. Es curioso notar, a este respecto, que el extenso prefacio tiene un único centro de atención en la figura del creador de Emma Bovary, diciendo apenas nada de la escritora que es mero pretexto para uno de los mejores análisis sobre la obra de Flaubert antes hechos.
Puntualizado esto, toca resaltar lo que de bueno e interesante para el lector tiene este libro. Ya el prólogo del traductor, Mauro Arranz, ofrece las coordenadas básicas para quienes lleguen a los dos autores citados con algo de despiste. Los recuerdos biográficos y literarios de Maupassant completarán a la perfección un fresco de época sin el cual resulta muy difícil, a día de hoy, entender cuestiones claves de nuestra literatura. Así que el especialista tendrá al alcance estos dos textos en castellano y quien no lo sea tendrá ante sí un tiempo de la historia literaria francesa detenido y narrado por una de sus voces principales en diálogo con la escritura de otra ellas.
Decir que Maupassant adoraba a un hombre a quien conoció en sus inicios y que marcó su relación con la escritura a pesar de la diferencia de edad, es decir algo sabido. En estos textos asistimos a un ejercicio de recuerdo que no mitifica hasta lo sobrenatural, pero que busca defender –y lo consigue- la dignidad y memoria de quien ya no está para defenderse a través de un finísimo análisis de su obra y la teoría que la sustenta. Y si la crítica tiene fama de ser afilada, invitaría a los curiosos a un repaso por las revistas y periódicos franceses del momento para ver hasta qué punto ante ciertas cuestiones la moral burguesa tocó a rebato sin compasión. Y Flaubert, con su estudio minucioso del alma humana, con esos coqueteos con la más pura esencia finisecular que son Las Tentaciones de San Antonio o su Salambó, no iba a librarse.
Maupassant repasa, en el prólogo a la correspondencia con Sand, las inquietudes novelísticas de Flaubert en el aspecto intelectual, en el aspecto de fondo. También habla de lo sensorial, pero le interesa llegado un punto referir un peculiar conjunto de anotaciones que Monsieur Gustave atesoraba y relacionaba: el conjunto de ellas componía una reflexión general sobre la estupidez humana: citas erróneas, respuestas falsas, boutades de todo calibre… Lamento no poder confirmar si esas notas han sido alguna vez editadas al completo o si quiera en español, pero su acceso virtual en francés es relativamente sencillo. Muchas de las citas provienen de autores reputadísimos en su época y en épocas anteriores, todavía hoy admirados. Al mordaz y fino Flaubert no se le escapa nada. Podría citar muchas pero me quedo con una de Descartes en apariencia no tan flagrante como otras, que reza: «Los soberanos tienen derecho a cambiar algo de las costumbres», se puede leer en el Discurso del método.
Ofrece Maupassant en la parte final del prólogo una descripción de taller de escritor. Si tan célebres fueron en la época las novelas de artista, algo de ellas hay en la manera en que describe la ropa, el lugar y los ritmos de Flaubert. Más interesante es sin duda cómo desmenuza la que para él es la poética del escritor, sus ideas en torno al estilo, la novela, la sociedad o sus integrantes en el otro artículo, pero los aspectos humanos no sobran, resultan por el respecto de quien los escribe, enriquecedores.
En definitiva, una buena manera de acercarse a dos autores franceses que, cada uno en su tiempo y en su estilo, sobresalieron y dejaron huella. También, como he comentado, una ventana a la sociedad literaria del fin de siglo francés, época que rara vez no atrapa por completo al lector.
1 comentario:
Me ha gustado esta entrada, no sólo por el tema sino por la forma en que explicas el contenido del libro.
Un saludo.
Publicar un comentario