Trad. Ana Mata Buil. Global Rythm, Barcelona, 2008. 440 pp. 22 €
Guillermo Ruiz Villagordo
Hace unos meses Enrique Redel reseñó en este mismo blog con mucha gracia e ingenio un libro no menos gracioso e ingenioso, La fascinante vida de los cadáveres, de Mary Roach. En parte por la reseña y en parte por su tema marginal (los diversos aspectos que rodean al cuerpo una vez ha fallecido, tales como la putrefacción, la donación a la ciencia, el supuesto uso medicinal de los cadáveres…), me hice con él y lo leí de un tirón, mayormente en mis entonces frecuentes viajes en autobús (lo que, todo sea dicho, me gusta pensar debe haber desconcertado a algún que otro pasajero).
Ahora la misma editorial, Global Rythm, publica una de las fuentes más importantes y acicate principal de aquel ensayo humorístico, que no es otro que esta Muerte a la americana, subtitulado "El negocio de la pompa fúnebre en Estados Unidos". Sobre su autora sólo diremos, para dar alguna breve nota que el lector podría encontrar en cualquier parte, que se trata de una de las seis hermanas Mitford, que por diversas razones fueron conocidas el siglo pasado, unas como escritoras (la misma Jessica y Nancy, cuyas novelas tan exquisitamente está recuperando Libros del Asteroide), otras por sus querencias filonazis.
El tema de este ensayo no es otro que la denuncia de un abuso comercial. Abusos comerciales todos conocemos alguno y nos han sucedido en cualquier circunstancia y área, de la alimentaria a la bancaria pasando por la escolar, pero la clave del libro de Mitford es que en este caso se produce en una situación de particular indefensión, en la que el cliente no tiene sus cinco sentidos alerta para sortear unas injusticias que le costaría advertir aunque pusiese la mayor atención, puesto que suelen basarse en leyes inventadas ad hoc por los mismos profesionales del ramo para justificar sus elevadísimas ganancias, amén de usar trucos psicológicos abyectos que incluyen hasta estrategias de sutil intimidación. Pero no se queda ahí, sino que investiga la estructura empresarial que vincula funerarias y cementerios y descubre fraudes como el uso especulativo del suelo público de éstos, por no hablar de casos repugnantes que se encarga de rescatar y volver a sacar a la luz pública, como la reventa de nichos (éstos sí, menos mal, bastante infrecuentes).
Con gran habilidad, la autora analiza ordenada y exhaustivamente las distintas parcelas de las que se compone el acto funerario y nos muestra en su cruda desnudez a quienes lo llevan a cabo, haciendo uso de un estilo que une una información impecablemente objetiva con una mirada ácida y divertida una vez expuestos los hechos. Pero aunque permea todo el libro esa actitud sarcástica, hay momentos en que la dureza de los datos impide cualquier ironía y éstos se imponen de manera dramática, como cuando, al tratar la supuesta obligatoriedad por ley del embalsamiento, que invocaban las funerarias para engordar las facturas, recuerda que en los comienzos del SIDA éstas se negaban a cumplir esa ley creada por ellos mismos y que, al ser amonestadas por su falta de caridad, accedieron a realizarla previo pago de unos cientos de dólares más.
Mitford se apoya siempre que puede (que es la mayoría de las veces) en artículos, libros, conferencias y declaraciones de los propios miembros del negocio funerario (de hecho, llegó a participar en algún encuentro con empresarios de pompas fúnebres, lo que era meterse de lleno en la boca del lobo, como nos cuenta en el primer capítulo del libro). En esto es donde se ve más a las claras su afán de buena periodista y en esto radica su mayor interés: desvelar un mundo ignorado y por eso mismo tan manipulable por los que viven de ello con el mayor número de pruebas en la mano.
Guillermo Ruiz Villagordo
Hace unos meses Enrique Redel reseñó en este mismo blog con mucha gracia e ingenio un libro no menos gracioso e ingenioso, La fascinante vida de los cadáveres, de Mary Roach. En parte por la reseña y en parte por su tema marginal (los diversos aspectos que rodean al cuerpo una vez ha fallecido, tales como la putrefacción, la donación a la ciencia, el supuesto uso medicinal de los cadáveres…), me hice con él y lo leí de un tirón, mayormente en mis entonces frecuentes viajes en autobús (lo que, todo sea dicho, me gusta pensar debe haber desconcertado a algún que otro pasajero).
Ahora la misma editorial, Global Rythm, publica una de las fuentes más importantes y acicate principal de aquel ensayo humorístico, que no es otro que esta Muerte a la americana, subtitulado "El negocio de la pompa fúnebre en Estados Unidos". Sobre su autora sólo diremos, para dar alguna breve nota que el lector podría encontrar en cualquier parte, que se trata de una de las seis hermanas Mitford, que por diversas razones fueron conocidas el siglo pasado, unas como escritoras (la misma Jessica y Nancy, cuyas novelas tan exquisitamente está recuperando Libros del Asteroide), otras por sus querencias filonazis.
El tema de este ensayo no es otro que la denuncia de un abuso comercial. Abusos comerciales todos conocemos alguno y nos han sucedido en cualquier circunstancia y área, de la alimentaria a la bancaria pasando por la escolar, pero la clave del libro de Mitford es que en este caso se produce en una situación de particular indefensión, en la que el cliente no tiene sus cinco sentidos alerta para sortear unas injusticias que le costaría advertir aunque pusiese la mayor atención, puesto que suelen basarse en leyes inventadas ad hoc por los mismos profesionales del ramo para justificar sus elevadísimas ganancias, amén de usar trucos psicológicos abyectos que incluyen hasta estrategias de sutil intimidación. Pero no se queda ahí, sino que investiga la estructura empresarial que vincula funerarias y cementerios y descubre fraudes como el uso especulativo del suelo público de éstos, por no hablar de casos repugnantes que se encarga de rescatar y volver a sacar a la luz pública, como la reventa de nichos (éstos sí, menos mal, bastante infrecuentes).
Con gran habilidad, la autora analiza ordenada y exhaustivamente las distintas parcelas de las que se compone el acto funerario y nos muestra en su cruda desnudez a quienes lo llevan a cabo, haciendo uso de un estilo que une una información impecablemente objetiva con una mirada ácida y divertida una vez expuestos los hechos. Pero aunque permea todo el libro esa actitud sarcástica, hay momentos en que la dureza de los datos impide cualquier ironía y éstos se imponen de manera dramática, como cuando, al tratar la supuesta obligatoriedad por ley del embalsamiento, que invocaban las funerarias para engordar las facturas, recuerda que en los comienzos del SIDA éstas se negaban a cumplir esa ley creada por ellos mismos y que, al ser amonestadas por su falta de caridad, accedieron a realizarla previo pago de unos cientos de dólares más.
Mitford se apoya siempre que puede (que es la mayoría de las veces) en artículos, libros, conferencias y declaraciones de los propios miembros del negocio funerario (de hecho, llegó a participar en algún encuentro con empresarios de pompas fúnebres, lo que era meterse de lleno en la boca del lobo, como nos cuenta en el primer capítulo del libro). En esto es donde se ve más a las claras su afán de buena periodista y en esto radica su mayor interés: desvelar un mundo ignorado y por eso mismo tan manipulable por los que viven de ello con el mayor número de pruebas en la mano.
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