María Dolors García Pastor
Algunos autores resultan imprescindibles. Ese es el caso de Henry James, una de las grandes figuras de la literatura transatlántica de todos los tiempos, uno de los grandes maestros de la ficción moderna, renovador en el arte de escribir de finales del siglo XIX. Para aquellos que lo han disfrutado en su faceta de novelista se hace necesario, también, conocerle como cuentista. Siempre he creído que a cualquier autor se le aprecian nuevos matices y se intima con él de otra manera en las distancias cortas, o lo que es lo mismo, leyendo sus relatos. Es en ellos cuando se le pone más a prueba o, parafraseando aquel anuncio publicitario, en las distancias cortas es donde un escritor se la juega. Aunque en el caso concreto de James a veces no tenemos demasiado claro si lo que leemos es una novela breve o un relato largo.
Once son las piezas que componen este volumen y fueron concebidas entre 1883 y 1920. Se trata de historias que se articulan sobre cuatro ejes: En sociedad, Entre artistas, Entre muertos y En la desolación. En sociedad recrea contextos sociales de clase alta, burguesa o aristocrática, apoyándose en la tradición naturalista-realista; en mi caso, consigue traerme a la memoria las obras de Jane Austen. Los textos que se agrupan bajo el epígrafe "Entre artistas", nos sitúan también en ese mismo contexto social, y podría decirse que constituyen un subgénero en el que se hace especial hincapié en la vida de esos profesionales con los que James tiene tanto en común. En los relatos de "Entre muertos" se sumerge en una temática en la que cosechó gran éxito con su novela breve (o relato largo) Otra vuelta de tuerca. Acaba con "En la desolación", considerado por algunos un relato fuera de todo género. De entrada y a simple vista observamos muchas temáticas recurrentes en su obra como cuentista que se hacen extensivas a su faceta de escritor de novelas. El drama interno, la alienación, las contraposiciones entre el Viejo y el Nuevo Mundo o el contraste entre la experiencia corruptora y la inocencia son algunas de ellas. El hecho de ser un americano en la vieja Europa dejó una importante impronta en su obra. James fue un autor que comenzó siendo realista pero que, como puede verse en sus relatos de fantasmas, también se dejó llevar por su lado más oscuro.
Además de su evidente dominio del lenguaje, James es un maestro a la hora de realizar análisis psicológicos de unos personajes que brillan por su profundidad. La detallada descripción que acostumbra a hacer de sus vidas interiores permite que sea considerado por muchos como un precursor del monólogo interior. También se luce cuando recrea y nos regala pasajes enormemente descriptivos. Y no podemos pasar por alto su discreto pero recurrente sentido del humor. A lo largo de estos relatos podemos apreciar el cambio que sufrió su estilo literario. Cuentan que debido a una dolencia en su mano derecha, lo que él llamó “calambre de escritor”, James tuvo que recurrir a la ayuda de una mecanógrafa. Hay quienes opinan que el hecho de dictar en voz alta, de manera coloquial, hizo que su estilo pasara a ser más láguido y prosaico, con frases más largas, que hacen que el ritmo de la escritura sea más lento, lejos de su estilo inicial mucho más sencillo y dinámico. El uso de oraciones largas y su prosa, que en ocasiones se torna barroca, hacen que leerle se vuelva a veces un poco complicado, que por momentos uno se pierda en la lectura. Pero es inevitable regresar.
Esta recopilación no solo reúne la mejor selección de relatos del autor sino también algunas de las mejores traducciones que se han hecho de ellos al castellano. Publicado por primera vez en 2001, hace más de diez años, vuelve para convertirse en un volúmen imprescidible para los seguidores de Henry James y para los amantes de la buena literatura en general.
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