Miguel Baquero
Raúl Ariza (Benicassim, 1968) se dio a conocer en el mundo del relato con Elefantiasis, un volumen de cuentos… o microficciones —relatos en torno al folio o folio y medio— que destacaba, además de por la calidad de su escritura, por el ambiente inquietante que conseguía crear a partir de escenas. Los relatos de Ariza, en aquel su primer libro, sugerían más que explicaban, mostraban durante apenas un instante una historia que en su principio y en su final quedaba la mayor parte de las veces a criterio del lector. Una forma de narrar muy propia de los tiempos actuales y muy cultivada por los microrrelatistas, hoy tan en boga. Entre ellos, sin duda, Ariza ocupa un lugar destacado, como bien señala otro de los grandes, Ángel Olgoso, en el prólogo a esta nueva colección de relatos; y Ariza destaca un lugar destacado —dice Olgoso— tanto por haber sabido encontrar una expresión característica como por haber hallado, casi por instinto, una extensión propia… que en este caso es esa escena, ese fogonazo, ese detalle de apenas dos folios sobre el que se puede construir toda una historia.
Tras aquella magnífica Elefantiasis, Ariza vuelve ahora con La suave piel de la anaconda, manteniendo la misma intensidad y concisión creativas y asimismo ahondando en ese gusto por la expresión salvaje, feroz, deformante entonces y reptil ahora, de la realidad. En esta nueva colección de relatos, nos hallamos ante cincuenta visiones de la realidad —de nuestras historias cotidianas, nuestro mundo vulgar, nuestras tragedias minúsculas y hasta irrisorias— serpenteadas por un sentimiento de aniquilación ya ocurrido o por venir, por la sensación de que en cualquier momento el gran oficio que discurre silencioso, e incluso suave, junto a nuestros días va de pronto a encerrarnos en sus anillos y devorarnos. Sin motivo, sin razón, por la simple inercia de su bestialidad…
Las historias de Ariza basculan, efectivamente, entre la tragedia cruda y explicita —el hombre asesinado, la mujer que ha aparecido cadáver, el tipo que aguarda con las manos esposadas y una sonrisa en la boca— y esa otra tragedia que va a sorprendernos en el momento más inesperado, un día cualquiera en nuestra relación de pareja, una minúscula decepción en un niño que de repente le arroja al mundo adulto, un hombre que se aburre de manera interminable… Podríamos ser cualquiera de nosotros, los lectores; y lo que es más inquietante: podríamos ser cualquiera de nosotros en cualquier momento…
La suave piel de la anaconda es, en resumen, una colección magnífica de relatos obra de un escritor que sabe captar como pocos la incertidumbre a nuestro alrededor y así mismo como pocos reflejarla concisamente en unos cuentos, sin detalles accesorios ni adornos superfluos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario