Trad. Concha Cardeñoso Sáenz de Miera
Libros del Asteroide, Barcelona, 2017. 470 pp. 23,95 €
Care Santos
Lo primero que hay que advertir a quienes crean haber hecho el descubrimiento literario de la década es que Maggie O’Farrell ya tenía dos novelas traducidas al castellano, ambas publicados por Salamandra, ambas tanto o más recomendables que ésta: La extraña desaparición de Esme Lennox e Instrucciones para una ola de calor. Las inercias, a menudo incomprensibles, del mercado editorial, resultan en rápidos olvidos y también en súbitos encuentros. Sea como sea, es ahora Libros del asteroide quien nos devuelve a esta novelista irlandesa de 45 años, y lo hace con una novela poderosa y de calado, acaso algo más ambiciosa que las anteriores —a las que ya no les faltaba ambición— que en los pocos meses que lleva en el mercado se ha convertido en una de esas recomendaciones que hacen en voz baja los libreros de verdad a sus clientes menos conformistas. Yo aprendí hace ya tiempo a obedecer este tipo de mandados de los libreros. Siempre me han proporcionado deslumbrantes descubrimientos, Maggie O’Farrell ha sido el más reciente de ellos, pero también uno de los mejores.
¿Por qué nos deslumbra una novela? No es sencillo, pero voy a aventurar una respuesta. Por su capacidad de contar verdades al mismo tiempo que construye un envolvente mundo de ficción. Entre las verdades que a mí me interesan como lectora y como ser vivo están las que hacen referencia a la condición humana, al profundo desvalimiento que sentimos las personas, a nuestra necesidad de encontrar alguien, algo, alguna parte donde ponernos a salvo; nuestra, a menudo, incapacidad profunda para lograr todo eso. De todos los modos posibles de crear mundos de ficción me interesan los formalmente complejos, elaborados. Los que se basan, no en la concatenación cronológica de acontecimientos sino en otro tipo de disposición más aleatoria, más real, tal vez más personal: la que tiene que ver con el desorden del universo y no con el orden de la irrealidad. Me interesan, creo, las ficciones que de tan desordenadas terminan por parecerse a la verdad. Y esos son los dos motivos más importantes por los que me interesan las novelas de Maggie O’Farrell.
Tiene que ser aquí narra, sobre todo, la historia de una desaparición y de un encuentro. La desaparición es la de Claudette Wells, una actriz en lo más álgido de su carrera que decide apartarse del mundo. Tiene un hijo, una madre y un amante —el padre de la criatura— que serán también personajes importantes. El encuentro es el de Claudette con Daniel Sullivan en un camino enfangado y remoto de la igualmente remota Irlanda. Comienza como un tropezón cómico, o cómico-dramático, y termina siendo el único argumento de la obra. Daniel, a su vez, tiene una madre, un padre, un hijo y una hija. Las relaciones que establece con todos ellos ofrecen varios capítulos jugosos. Las vicisitudes de la extraña pareja Daniel-Claudette, la personalidad arrebatadora de ella, el amor que se profesan y los escollos del camino hacen el resto, hasta armar un argumento envolvente que emociona como sólo lo hacen ciertos pasajes de la vida real.
Hay muchas cosas en el estilo de O’Farrell que podrían justificar la lectura de sus libros, pero añadiré solo dos: su capacidad, resaltada docenas de veces, para crear personajes verosímiles, atacados de las mismas debilidades, miedos y problemas que todos nosotros y embarcados en esa lucha de por vida. Qué brillantes y mesurados los diálogos, en ese sentido, qué imprescindibles. En segundo lugar, su habilidad para transportarnos a través de una trama que parece irrelevante pero que está surcada de cuestiones de gran calado, de principio a fin, sin resolver todos los interrogantes —¿acaso lo hace la vida?— pero ofreciéndonos las respuestas que esperamos. Maggie O’Farrel es una narradora imponente que nada tiene que envidiarle a Jonathan Franzen o a James Salter, de quienes podría ser una lejana pariente irlandesa. Una de mis novelistas favoritas desde antes de acabar esta novela y comenzar a rastrear las anteriores.
Sólo queda rogar a los editores para que nos ofrezcan más de su obra. Y conminar a los lectores a leerla sin demora.
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