Cristina Davó Rubí
Islandia es un país lejano e ignoto para la mayoría; un país de montañas y glaciares en medio del Océano Atlántico. Aunque allí también hay literatura. Con tradición y de calidad. No en vano es uno de los países del mundo en que más se lee y que cuenta con numerosos autores desconocidos por estas latitudes. Pero afortunadamente de vez en cuando nos llega alguna muestra, como esta novela de Jón Kalman Stefánsson (1963, Reikiavik). La primera traducida al español, Entre cielo y tierra (2011), es ya la octava de uno de los autores islandeses más prestigiosos en la actualidad. Se trata del inicio de una trilogía que publicará Salamandra aquí en España.
Después de trabajar breve tiempo como pescador, Kalman Stefánsson inició sus estudios de Literatura, que no acabó, dio clases y posteriormente se ocupó de la biblioteca de Mosfellsbær; pero lleva ya más de diez años dedicado exclusivamente a escribir. En 2005 recibió el Premio Nacional de Literatura en su país y ha sido nominado en varias ocasiones a otros galardones importantes. Si hemos de juzgar a este autor por Entre cielo y tierra, diremos que no ha equivocado su oficio. La novela se sitúa a principios del siglo XX, ambientada en Islandia, en una naturaleza agreste y salvaje con la que tienen que lidiar un grupo de pescadores. A bordo de unos botes a todas luces endebles en el inmenso y furioso mar glacial, se enfrentan con la dureza de su trabajo y también con la misma vida, tan ligada a la muerte. Cuando no están pescando, los personajes se ubican en Lugar, una pequeña aldea que se convierte en el centro de todo. Testigo de personalidades diversas, sentimientos encontrados, diferentes posturas ante la vida que allí concurren. Página tras página se van mezclando las descripciones de un paisaje bello a la vez que hostil con numerosas voces, de vivos y de muertos, que nos van contando una historia que al final no nos resulta tan lejana. Porque nos habla de nosotros mismos, de nuestros miedos, del sentido de la vida, de la pérdida, de cómo seguir adelante.
Entreverado con todo esto, el poder salvador de la palabra. Un viejo capitán ciego con una considerable biblioteca, un libro que ha de ser devuelto, la lectura de El paraíso perdido de Milton como telón de fondo. Y es que Kalman Stefánsson es también poeta y su propósito de introducir la música de la poesía en la narración se consigue con creces. La prosa del autor islandés es de una belleza poética extraordinaria, elogiable aún más por no mermar con ella la línea argumental. El cuidado lenguaje de metáforas impresionantes nos sumerge en un ambiente crepuscular, onírico que no nos distrae sin embargo de lo que está pasando.
Una novela lírica, conmovedora, que se aleja de la acción frenética, los asesinatos y el gran filón del género negro escandinavo. Una odisea que llega de los fiordos, de los mares helados para demostrarnos la universalidad de los sentimientos del ser humano, para removernos por dentro y que reflexionemos más allá de su argumento. «El infierno es no saber si estamos vivos o muertos».
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