Varios traductores. Valdemar, Madrid, 2009. 842 pp. 16,50 €
Julián Díez
Quinto volumen de las recopilaciones temáticas que Valdemar viene haciendo de su interesante fondo editorial, La sombra del asesino es en resumidas cuentas el más forzado de todos ellos, pero no deja de resultar una más que agradable lectura. En los casos anteriores, Valdemar sacó partido de géneros que están más presentes en su catálogo: el terror en la originaria Felices pesadillas, que conmemoraba el volumen 200 de la colección El club Diógenes, y cuyo éxito en ventas abrió la puerta a las restantes; igualmente el horror en Malos sueños, luego la acción en Mil y una aventuras, el juvenil siniestro en Relatos inquietantes para chicos valientes, y el humor en Con la risa en los huesos.
En esta ocasión, Óscar Sacristán escoge cuentos policíacos, y se enfrenta a una labor algo más compleja. Salvo los grandes pioneros, Edgar Allan Poe y Wilkie Collins, y tres clásicos indiscutibles como Arthur Conan Doyle, G.K. Chesterton y Edgar Wallace, no hay muchos autores de relieve de este género en los volúmenes anteriores de la editorial, centrada en la publicación de escritores libres de derechos que desarrollaron su carrera antes de la eclosión de la novela negra estadounidense en los años cuarenta.
Sin embargo, los relatos escogidos de escritores bien conocidos por otros menesteres resultan interesantes por sí mismos. Imposible no destacar El campanario, de Melville, o El delator, de Conrad, así como un clásico reciente, efectista pero realmente modélico, como Suyo afectísimo, Jack el Destripador, de Robert Bloch. También están Defoe, Stevenson, Dickens, Maupassant… En suma, una alineación que compensa de sobra la presencia previa en cualquier biblioteca de algún título bien conocido (quién no tiene a estas alturas en cien versiones el seminal La carta robada de Poe).
En su conjunto, las 800 y pico páginas del volumen son variadas y de calidad, resultan una más que recomendable inversión dado el precio y la edición del volumen (aunque se puedan objetar varios detalles, como el reiterado uso de “Rhomer” para el padre de Fu-Manchú, Sax Rohmer, o el anuncio en el prólogo de un relato de John Dickson Carr que no se incluye), y vuelven a dar testimonio de la labor de recuperación emprendida por esta casa madrileña.
El volumen, además, sirve para despertar una vez más la añoranza por una buena antología, una verdaderamente representativa, de relatos de este género. Salvo la fundamental Los mejores cuentos policiales de Borges y Bioy Casares, en Alianza, este volumen es quizá lo mejor disponible en el catálogo editorial español, y ambos son representativos únicamente de periodos concretos —y distantes— de la evolución del género criminal. Esperemos que alguna editorial emprenda esa tarea.
Julián Díez
Quinto volumen de las recopilaciones temáticas que Valdemar viene haciendo de su interesante fondo editorial, La sombra del asesino es en resumidas cuentas el más forzado de todos ellos, pero no deja de resultar una más que agradable lectura. En los casos anteriores, Valdemar sacó partido de géneros que están más presentes en su catálogo: el terror en la originaria Felices pesadillas, que conmemoraba el volumen 200 de la colección El club Diógenes, y cuyo éxito en ventas abrió la puerta a las restantes; igualmente el horror en Malos sueños, luego la acción en Mil y una aventuras, el juvenil siniestro en Relatos inquietantes para chicos valientes, y el humor en Con la risa en los huesos.
En esta ocasión, Óscar Sacristán escoge cuentos policíacos, y se enfrenta a una labor algo más compleja. Salvo los grandes pioneros, Edgar Allan Poe y Wilkie Collins, y tres clásicos indiscutibles como Arthur Conan Doyle, G.K. Chesterton y Edgar Wallace, no hay muchos autores de relieve de este género en los volúmenes anteriores de la editorial, centrada en la publicación de escritores libres de derechos que desarrollaron su carrera antes de la eclosión de la novela negra estadounidense en los años cuarenta.
Sin embargo, los relatos escogidos de escritores bien conocidos por otros menesteres resultan interesantes por sí mismos. Imposible no destacar El campanario, de Melville, o El delator, de Conrad, así como un clásico reciente, efectista pero realmente modélico, como Suyo afectísimo, Jack el Destripador, de Robert Bloch. También están Defoe, Stevenson, Dickens, Maupassant… En suma, una alineación que compensa de sobra la presencia previa en cualquier biblioteca de algún título bien conocido (quién no tiene a estas alturas en cien versiones el seminal La carta robada de Poe).
En su conjunto, las 800 y pico páginas del volumen son variadas y de calidad, resultan una más que recomendable inversión dado el precio y la edición del volumen (aunque se puedan objetar varios detalles, como el reiterado uso de “Rhomer” para el padre de Fu-Manchú, Sax Rohmer, o el anuncio en el prólogo de un relato de John Dickson Carr que no se incluye), y vuelven a dar testimonio de la labor de recuperación emprendida por esta casa madrileña.
El volumen, además, sirve para despertar una vez más la añoranza por una buena antología, una verdaderamente representativa, de relatos de este género. Salvo la fundamental Los mejores cuentos policiales de Borges y Bioy Casares, en Alianza, este volumen es quizá lo mejor disponible en el catálogo editorial español, y ambos son representativos únicamente de periodos concretos —y distantes— de la evolución del género criminal. Esperemos que alguna editorial emprenda esa tarea.
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