Ángeles Prieto
Hombres sapo, monjas que levitan, médiums, la maldición de una momia comechingona, tigres borgianos que aparecen en Buenos Aires y en Córdoba, la metrópolis y el interior, civilización o barbarie, Juan Manuel de Rosas y Facundo Hernán Quiroga son algunos de los múltiples elementos que transitan por esta historia y que, conducidos sabiamente por un auténtico festín del lenguaje, concluyen en un final apoteósico que convierten a esta novela en un placer difícilmente olvidable. Uno de esos libros que es imposible dejar olvidado en el asiento del autobús y que, una vez terminado, sientes ganas de volver a empezarlo de nuevo.
Su autor, Norberto Luis Romero, de origen argentino pero sobradamente conocido en el cada vez más reducido mundo de las letras excelentes, firma esta novela tras una ingente y larga trayectoria jalonada de piezas excepcionales: El momento del unicornio (Tropo editores), que recoge cuentos verdaderamente magistrales; La noche del Zeppelín (Valdemar, véase crítica de Miguel Baquero en este mismo blog) novela trepidante; Ceremonia de máscaras, Bajo el signo de Aries, Emma Roulotte es usted o Signos de descomposición son algunas de sus obras que todo lector entendido debería conocer.
Y aunque podríamos encuadrar su argumento dentro de lo que se ha venido en llamar “literatura de realismo mágico”, yo no lo consideraría así dada la consistencia y el rigor histórico demostrado en su desarrollo, así como por la naturalidad que en el desconocido y deslumbrante paisaje argentino del siglo XIX presentan sus personajes, nada excéntricos en él, a mi modesto entender, por mucho que puedan parecernos.
Un mundo espléndido pero también de trabajo duro, de crecimiento y prosperidad económica, por el que Argentina se abría a los estados europeos con su estatus de tierra de promisión para todos los desventurados, hambrientos de pan y sedientos de justicia, que llegaron para llenar aquel país de gentilicios y eufonías procedentes de todos los confines de la Tierra. Un lugar de acogida para metecos, un territorio mestizo, increíblemente rico, gentil y culto. Pero también una tierra de bárbaros y salvajes, como sabiamente nos indica su autor, donde ya aparecen flotando cadáveres en los muelles, lamentable señal de que ya existe la “mazorca”, aquella penosa institución gansteril del periodo rosista, que se vio tristemente continuada por la “patota”, en el siglo veinte.
Pero es que además, esta no es una novela histórica strictu sensu, entendiendo por tal el registro escrupuloso de hechos históricos, pero puestos al servicio o servir de atrezzo, a las aventuras de una pareja protagonista. Hay más, muchísimo más, hay mensaje profundo bajo un desfile de personajes de marcado carácter y personalidad, algunos aparentemente locos, siempre fuertes y competitivos, donde la fantasía de Norberto se despliega para atraparnos en un ambiente único y magistral, decididamente original, quizá el mayor logro de esta brillante novela.
Todo ello con un lenguaje rico, musical y subyugante de hermosas palabras, sin concesiones a la vulgaridad, ni a los trillados lugares comunes, de los que esta novela espléndidamente está exenta. Un mundo que no deberíamos dejar de visitar porque con este libro crecemos: nos hace más libres, cultos, críticos y felices. Y lo cerramos con provecho.
1 comentario:
Estupenda reseña de la siempre acertada Ángeles. Enhorabuena, Norberto. Comienzas bien el año.
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