Arcibel, Sevilla, 2007. 159 pp. 15,60 €
Pedro M. Domene
Todos tenemos, de alguna manera, contraída una deuda, con la sociedad y, sin ir más lejos, con nosotros mismos. Esa deuda condiciona nuestras vidas, nos acompaña durante un período de tiempo y un buen día nos pasa factura. Ángeles Martín Gallegos (Couiza, 1961) demuestra, con su segunda entrega, La deuda (2007), que es capaz de saldar la suya y poner voz al mundo femenino que le rodea desde una perspectiva diferente. Si en su primera entrega, Renato(2004), establecía el diálogo entre un nonato y su madre, en esta ocasión, escribe, de forma testimonial, acerca de una vida cualquiera, la de la joven opositora María Méndez Manzano. Rememora con su testimonio un episodio generacional, el de una España que despertaba de un largo sueño o, tal vez, de una pesadilla, la del franquismo, con las lacras que este había dejado casi una década después.
Ángeles Martín ha sabido, en todo momento, condensar la acción, episodio tras episodio, encabezándolos con un título, porque pretende, al menos eso parece, contar y situar en la década de los 80, la historia de esta y otras muchas de las jóvenes mujeres de una naciente España democrática, con sus luces y, también, con sus sombras. Cuenta la relación de una amistad, la de dos opositoras, dos luchadores, dos amigas que no quieren asumir el papel que les ha otorgado la sociedad. Escribió Rimbaud que «cuando termine la absoluta servidumbre de la mujer, cuando viva para sí y por sí, cuando el hombre la haya dejado libre ...». Quizá, por eso, ambas se rebelan, luchan por una situación mejor, cada una con sus armas, Teresa desde un sindicato y posteriormente desde la judicatura y María con su tesón y posteriormente con su dedicación a la docencia. Pero, en realidad, la narradora afincada en el poniente almeriense, lejos de contar un simple episodio, parte de la vida de estas mujeres, quiere dejar constancia de los silencios, de las mentiras, de los secretos y de la violencia experimentada por la mujer durante buena parte de su existencia. Y es así como Teresa y María sobreviven a lo largo de este relato por conseguir su dignidad frente a las dificultades que le plantea una situación personal.
La deuda, también, es un extraordinario documento de la diferencia sexual, de los códigos de la mujer que ponen de manifiesto su relación con los hombres, incluidos los conceptos del amor y del sexo, la convivencia y todo aquello que ha inquietado a las parejas. En estas páginas, escritas con la fuerza de un lenguaje directo, de extrema dureza, en ocasiones, se describen, además, escenas de amor y de desamor, aunque se deja un resquicio a la esperanza, con esa irónica sabiduría femenina que, solo ellas, saben otorgar a determinadas situaciones. Jalal al Din Rumí (1207-1273), uno de los poetas místicos más reconocidos del mundo sufí, afirma que la mujer es el rayo de la luz divina. Valga el apunte de una de las expresiones más acertadas que convierten a la condición femenina en la expresión misma de unos sentimientos que reafirman, así, lo más inequívoco de la humanidad.
Pedro M. Domene
Todos tenemos, de alguna manera, contraída una deuda, con la sociedad y, sin ir más lejos, con nosotros mismos. Esa deuda condiciona nuestras vidas, nos acompaña durante un período de tiempo y un buen día nos pasa factura. Ángeles Martín Gallegos (Couiza, 1961) demuestra, con su segunda entrega, La deuda (2007), que es capaz de saldar la suya y poner voz al mundo femenino que le rodea desde una perspectiva diferente. Si en su primera entrega, Renato(2004), establecía el diálogo entre un nonato y su madre, en esta ocasión, escribe, de forma testimonial, acerca de una vida cualquiera, la de la joven opositora María Méndez Manzano. Rememora con su testimonio un episodio generacional, el de una España que despertaba de un largo sueño o, tal vez, de una pesadilla, la del franquismo, con las lacras que este había dejado casi una década después.
Ángeles Martín ha sabido, en todo momento, condensar la acción, episodio tras episodio, encabezándolos con un título, porque pretende, al menos eso parece, contar y situar en la década de los 80, la historia de esta y otras muchas de las jóvenes mujeres de una naciente España democrática, con sus luces y, también, con sus sombras. Cuenta la relación de una amistad, la de dos opositoras, dos luchadores, dos amigas que no quieren asumir el papel que les ha otorgado la sociedad. Escribió Rimbaud que «cuando termine la absoluta servidumbre de la mujer, cuando viva para sí y por sí, cuando el hombre la haya dejado libre ...». Quizá, por eso, ambas se rebelan, luchan por una situación mejor, cada una con sus armas, Teresa desde un sindicato y posteriormente desde la judicatura y María con su tesón y posteriormente con su dedicación a la docencia. Pero, en realidad, la narradora afincada en el poniente almeriense, lejos de contar un simple episodio, parte de la vida de estas mujeres, quiere dejar constancia de los silencios, de las mentiras, de los secretos y de la violencia experimentada por la mujer durante buena parte de su existencia. Y es así como Teresa y María sobreviven a lo largo de este relato por conseguir su dignidad frente a las dificultades que le plantea una situación personal.
La deuda, también, es un extraordinario documento de la diferencia sexual, de los códigos de la mujer que ponen de manifiesto su relación con los hombres, incluidos los conceptos del amor y del sexo, la convivencia y todo aquello que ha inquietado a las parejas. En estas páginas, escritas con la fuerza de un lenguaje directo, de extrema dureza, en ocasiones, se describen, además, escenas de amor y de desamor, aunque se deja un resquicio a la esperanza, con esa irónica sabiduría femenina que, solo ellas, saben otorgar a determinadas situaciones. Jalal al Din Rumí (1207-1273), uno de los poetas místicos más reconocidos del mundo sufí, afirma que la mujer es el rayo de la luz divina. Valga el apunte de una de las expresiones más acertadas que convierten a la condición femenina en la expresión misma de unos sentimientos que reafirman, así, lo más inequívoco de la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario