martes, junio 10, 2008

Diez poetas, diez músicos, Varios Autores.

Calambur, Madrid, 2008. 136 pp. 18 €.

Juan Gómez Espinosa

Simplemente, uno accede al establecimiento y, en uno de los estantes, se topa con un libro titulado Diez poetas, diez músicos. Se trata del loable proyector de Calambur de juntar a diez poetas (¡vivos!) con otros tantos compositores (¡vivos!) para que estos últimos pasen al pentagrama algunos versos. Algo luminoso para estos tiempos de especialiación unidisciplinaria. Simplemente, uno se ilusiona. Más tarde, ya en casa, uno comienza a leer los poemas y a escuchar la música y, en ese momento, ocurre el milagro: los treinta metros cuadrados de zulo se desploman y uno aparece, transportado, en los pasillos de la Galería de los Uffizi, en Florencia. Todo es claro y limpio. En esta primera sala, Cimabue y Duccio van dejando asomar humanidad en los cuellos de un ángel o en el maphórion de la Madonna. En la siguiente, Baldovinetti y El Vecchietta avalan diversos colores y apuntes de relajación doctrinal. Más adelante, y progresivamente, los Ghirlandaio, los Di Credi, los Vasari… irán voceando la perfección de cada pliegue, la muesca de cada ladrillo, pasando por los sublimes cuellos de Parmigianino. Todo es claro y limpio. Sin embargo, uno tiene una sensación extraña, observa alrededor y se da cuenta: en cada sala falta un muro. Aquí debería ir un Giotto, con sus trazos rectos y su luz verdosa, capaces de manifestar el dolor en toda su dimensión. Aquí, permanece ausente un Fra Angelico y sus esquinazos mínimos, anecdóticos, en los que se desarrolla toda una vida. Aquí falta la celebración del ego por parte de Miguel Ángel. Y aquí el hedonismo de Botticelli, y el enigma de Giorgione, y la recreación alucinada de Leonardo.
Todo es claro y limpio. Así es este libro. Los poetas (la mayoría de ellos veteranos, y algunos, incluso, celebrados) dominan las formas, los ritmos, el lenguaje, los tonos… Los músicos conocen a la perfección los recursos acústicos, los procedimientos compositivos, las vías de desarrollo… Pero formas, ritmos, lenguaje, tonos, recursos, procedimientos y vías que no son otra cosa que aceptaciones, legados, academicismos, consensos. Es meritorio llegar a dominar todos estos elementos disciplinares, lo sé; su logro implica horas y horas de lecturas, escuchas, análisis y bocetos. Sin embargo, una vez conquistado el dominio, no estaría de más crear.
Tal vez, seguramente, el problema no radique en la perfección técnica, indiscutible y necesaria, sino en la asimilación de la realidad. Desde los años sesenta, el arte carga con el lastre del civismo, que no es otra cosa más que el socialismo mal entendido o la filantropía ñoña y gregaria de carácter universalista. ¿Dónde se encuentra algo tan sencillo como es el sentido del juego? ¿Dónde está no ya el riesgo sino la sinceridad? Sin tapujos, sin pudor. El domingo para el hombre.
En esta lectura y en esta escucha se evidencia que muchas de las autorías podrían ser perfectamente intercambiables entre autores. Es posible que parte del dilema nazca del constreñimiento con que se ha abordado el proyecto. Como Ilia Galán explica en el prólogo, los escritores eligieron los poemas de “estructura más fácilmente musical”. Que alguien me explique qué significa esto, porque uno, en su simpleza estética, siempre ha considerado que el producto artístico nace de sí mismo. Por supuesto, se aceptan influencias y legados, pero nunca la supeditación al objeto artístico. No estaría de más recordar a Schoenberg , en música, y a Vallejo en literatura para ver claramente lo que se puede llegar a realizar con la fe puesta en la misma creación. No estaría de más recordar que la obra de arte se debe generar a sí misma, formar todo un universo dentro de sus límites que, finalmente, son inexistentes gracias a su propia fuerza, a su propia individualidad.
Por supuesto, habrá quien lea esto y me demande estudio pormenorizado de cada creador. No faltaba más: si así lo desea alguien, lo haré encantado. Músicos y poetas y músicos con poetas. Perfecto. Sin embargo, antes de pedírmelo, que cada cual saque sus conclusiones sobre el estado de la autoría/personalidad en la creación contemporánea. Y que nadie llore. Simplemente, que se ponga a crear.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Saludos. Quisiera invitarles a participar en este proyecto colectivo. Buscamos los 1.000 blogs literarios y creemos que vosotros no podéis faltar.

http://elhuecodelviernes.blogspot.com/2008/06/en-busca-de-los-1000-blogs-literarios.html

Una vez leído este comentario, borradlo, por favor, si lo consideráis intrusivo.