lunes, marzo 23, 2009

El libro negro de los secretos, E.F. Higgins

Trad. Mireia Terés Loriente. Puck, Barcelona, 2008. 253 pp. 13 €

Sofía Rhei

Es posible que, ante la gran cantidad de libros juveniles con portadas parecidas, llenas de elementos posiblemente mágicos, oscuros, intrigantes y anacrónicos, pueda ser difícil distinguir unos libros de otros, e identificar cuales son los más adecuados para cada lector o cada edad. Bien es verdad que la estela rowlingniana ha dejado una profunda huella en el diseño (no sólo gráfico) de los libros, y que esa presencia de elementos comunes puede dar lugar a error. Por ejemplo, ¿es El libro negro de los secretos un libro de fantasía o solo de ficción? ¿Trata elementos oscuros, satánicos, criminales? ¿Es una lectura de calidad o un nuevo golpe de efecto? ¿Se trata de un libro juvenil, como sugiere su aspecto?
Respuestas: no es un libro de fantasía, aunque lo pueda parecer. Tiene elementos criminales, pero poco oscuros, y desde luego no satánicos (aunque la trama incluya una pequeña reflexión acerca de las advertencias clericales). Su calidad literaria es alta, y el objetivo del autor es conseguir una escritura atemporal, con reminiscencias victorianas. Y solo se trata de un libro juvenil en la medida de que no contiene temas que habitualmente están poco recomendados para los jóvenes, pero tampoco es un libro modelado para adolescentes, de esos que persiguen satisfacerles a cualquier precio. De hecho, el libro sólo contiene en un grado muy pequeño la famosa «tensión sexual no resuelta» tan importante en esa franja de edad. Se trata de un buen libro, a secas; no busca los golpes de efecto, pero los encuentra gracias a la solidez de su trama. Absolutamente cualquier lector puede disfrutar mucho de él, pues el motor principal de la acción son los secretos privados de las personas, y esto quiere decir sus pasiones, sus errores, sus debilidades y sus crímenes.
En un entorno decimonónico y rural, en esa Inglaterra casi abstracta, un viajero aparentemente errante se instala en un pueblo perdido, y se anuncia como prestamista. Pero poco a poco sus habitantes van descubriendo que la verdadera mercancía que él compra no es otra que los secretos de las personas. Cada noche, una persona del pueblo se acerca a la casa del prestamista y le confiesa uno de sus secretos a cambio de dinero… y hasta ahí podemos contar. El narrador es el joven aprendiz del prestamista, un pequeño pícaro procedente de La Ciudad (versión algo expresionista de los barrios bajos del Londres de la época), que sufre una evolución personal al conocer al prestamista, y que también tiene sus propios secretos.
Esta reflexión sobre la naturaleza humana, sobre los tipos psicológicos y las situaciones extremas en las que las personas pueden verse forzadas a actuar en contra de su voluntad, sobre las desigualdades, las mentiras y las verdades, se deja leer estupendamente (gracias a la acertada traducción) y tiene algo de novela policíaca y psicológica envuelta en la bruma inglesa, algo de ese ambiente en el que cualquier cosa parece posible tan apreciado por los amantes de la fantasía y algo de aventura clásica en plan La isla del tesoro, tono proporcionado por el punto de vista del joven ayudante.
Para regalar y disfrutar.

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