miércoles, julio 04, 2007

Calle Feria, Tomás Sánchez Santiago

XI Premio de Novela Ciudad de Salamanca. Algaida, Sevilla, 2007. 532 pp. 19 €

Ignacio Sanz

No creo que Calle Feria, sea estrictamente una novela, pese a que se ha alzado con el premio XI de Novela Ciudad de Salamanca. Qué más da. Lo que importa es que su autor, Tomás Sánchez Santiago, (Zamora, 1957) reconocido poeta, ha dado el salto a la narrativa y lo ha hecho con un libro hipnótico, con un poderío poco común, rastreando en la memoria infantil de un mundo, el del comercio provinciano, que quedó atrás hace unos cuantos lustros. Ni sombra entonces de las franquicias que atosigan ahora las calles.
Calle Feria sería, pues, una novela que se va armando con relatos que el narrador enmarca en un tiempo y en un ambiente concreto. De ahí que nos encontremos con protagonistas que aparecen en varios de los relatos y, sobre todo, con la voz del narrador, que da coherencia y aliento a este hermoso libro. Pese a que se rastrean y documentan muchas de las costumbres de la época, no encontramos en su lectura ni un rastro lejano de casticismo.
Pero antes de entrar en honduras, quisiera destacar la fuerza del estilo. El dominio arrebatado del lenguaje que hace que el lector se sienta envuelto por un ritmo galopante que lo atrapa. Cuando leía la novela, yo pensaba en esos bailes enloquecedores brasileños que nos invitan a mover los pies primero, las caderas después y, por fin, el resto del cuerpo, hasta olvidarnos de nosotros mismos, atrapados por la música embriagadora. Qué poderío el de esta prosa encandilante. Por supuesto que hay guiños cultos, pero sin afectación. Marsé o Landero podrían servir como referentes por esa capacidad que ambos maestros tienen de engatusar a los lectores sólo con el uso nobilísimo del lenguaje.
La calle Feria existe en Zamora, así queda confirmado en el primer capítulo “Gramática de una calle (informe catastral)”, acaso el más distante por su carácter tanteador e introductorio. A partir de ahí el lector se va a encontrar con la materia narrativa en estado puro, con personajes inolvidables como el crítico cinematográfico Mature, con historias emocionantes y detectivescas, con juegos literarios y metaliterarios, con la visita inesperada a la Zamora republicana de un García Lorca siempre deslumbrante. Pero, sobre todo, el lector va a reconocer a ese niño que soñaba el mundo desde una trastienda, al lado de Muñoz, su compañero de juegos. Quiero pensar que ese niño es, por supuesto, Tomás Sánchez Santiago, que nos ha entregado en esta sucesión de historias su propio mundo infantil trascendido y alambicado por una imaginación fértil y desbordada.
Dice el narrador en el capítulo “Monodia de la E”:

«Nos gustaba jugar con las palabras”. No resistíamos ante ellas demasiado tiempo sin destriparlas como los niños a los nuevos juguetes sosos. Verbaloflexia, así lo llamaba Muñoz. Llegamos a imaginar una tarjeta de visita para una sociedad que nos inventamos: Academia Logoplástica. Contorsionismo verbal».

Como un heredero legítimo del grupo Oulipo, Sánchez Santiago, volatinero verbal, nos regala un capítulo memorable, un puro juego, una fiesta palabreril.
Pocas veces una novela de más de quinientas páginas se me ha hecho tan leve y pocas veces un mundo, mejor un intramundo, el del comercio provinciano, tan distante en principio a mis intereses, me ha resultado tan próximo y tan cálido. Claro que el autor ha conseguido un prodigio semejante al de García Márquez cuando transformó Aracataca en Macondo. Como decía: ni rastro de empalagoso casticismo.
Sólo cabe esperar que el poeta Sánchez Santiago nos siga regalando en un futuro frutos narrativos de semejante calado e intensidad. Calle Feria es una de esas pocas novelas que dignifican un premio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Ignacio:
No debes perderte, tampoco, "Los pormenores", libro de notas que acaba de publicar Tomás y que también es una delicia. Conecta en algunos puntos con "Calle Feria". No es fácil conseguirlo, pero se puede pedir en alguna librería leonesa.
jab