lunes, julio 24, 2006

Memoria del miedo, Andrew Graham-Yooll

Libros del Asteroide, Barcelona, 2006. 238 pp. 17,95 €

Hilario J. Rodríguez

En algunas entrevistas, el escritor Primo Levi recordaba cómo sus hijos le prohibían hablar en casa acerca de su experiencia como prisionero en Auschwitz. Buena parte de su obra gira en torno a aquel acontecimiento, que cuarenta años después le empujó a suicidarse. Fueron cuarenta años de silencio compensado por la escritura, por la búsqueda de palabras que le ayudasen a explicar qué había sucedido. Una condena similar, no obstante, la arrastramos todos de una u otra manera. Queremos buscar un modo de narrar nuestro pasado, de fijarlo para que ciertas cosas no se repitan nunca, para que sirvan de ejemplo a los demás o simplemente para dejar claro que hemos existido; por desgracia, resulta muy difícil. La objetividad a menudo no basta. Tampoco el rigor historicista. Como nos recuerda Andrew Graham-Yooll al hablar sobre la dictadura militar que sumió Argentina en el terror durante los años setenta, «sólo la ficción puede contar estas historias, porque impresas como testimonios parecen falsas».
Al cantante Bono le invitaron no hace mucho a dirigir The Independent por un día. Cuando se reunió con los redactores del diario, les dijo que no iban a poner ningún titular en la portada; no quería sensacionalismo. En lugar de eso, pidió que se incluyesen los nombres de los muertos por sida del día anterior en África, de esa forma evitarían la abstracción en la que suele caer el periodismo. Nada de cifras y estadísticas, sólo nombres concretos. Lo importante para el líder del grupo U2 era evitar las generalizaciones, la serialización. Memoria del miedo opera de esa manera. Para empezar, no hace una lectura pormenorizada de los antecedentes de la dictadura militar argentina de los años setenta, sin siquiera pararse demasiado en ella. La intención de su autor no es ofrecer una visión definitiva, quizás porque conoce las limitaciones que conlleva describir el horror o el pasado. Seguramente por eso se fija en algunos detalles, en cuya descripción, eso sí, su escrupulosidad es máxima, como pone de relieve una nota a pie de página en la que reconoce un error al haber descrito una prenda de vestir de un color y comprobar años más tarde en una fotografía que no era así.
El libro de Graham-Yooll está compuesto por varios capítulos independientes que van conformando poco a poco una época. Se describen los secuestros continuos, la violencia en las calles, las armas, el miedo a la vuelta de la esquina, los teléfonos sonando en mitad de la noche, los sueños interrumpidos… También se describe qué se juegan quienes intentan describir la realidad cotidiana cuando un gobierno exige que se mire hacia otra parte; el desaliento de los perseguidos; la parálisis emocional que sacude a las familias amenazadas; la deriva que provoca el exilio; la cobardía y la complicidad de la Iglesia mientras se pretende limpiar una sociedad; las desapariciones… Incluso la connivencia de ciertos países con regímenes sin respeto hacia los derechos humanos, sin escrúpulos. Y el miedo que uno se lleva para siempre, vaya a donde vaya, porque «el miedo se puede convertir en una costumbre».
Nada de lo que cuenta Memoria del miedo resulta muy ajeno en una sociedad como la nuestra, donde, pese al alto el fuego de ETA, aún hay quienes revisan cada mañana los bajos de su automóvil por miedo a saltar por los aires. Algo sabemos aquí sobre amenazas, secuestros, ejecuciones y, por desgracia, guerra sucia por parte del gobierno. Del mismo modo que Graham-Yooll describe cómo tres individuos que estuvieron a punto de asesinarle luego le pidieron disculpas y le invitaron a comer con su mujer e hijos en un restaurante, aquí hay familiares de víctimas del terrorismo que viven en el mismo edificio que los asesinos de sus seres queridos. Aunque las cosas a veces resultan absurdas, conviene recordarlas por si acaso.
Últimamente he tenido que ir varias veces al mismo dentista, un argentino que vive en España desde hace diecisiete años. En mi primera visita apenas hablé; tenía miedo. Luego, sin embargo, fui relajándome. Parecía una persona simpática. No sé por qué, le dije que acababa de leer Memoria del miedo, esperando que me preguntase cosas al aclararle que trataba sobre la dictadura militar de Videla. Pero él no comentó nada al respecto, sólo dijo que los militares «habían acabado con una pandilla de hijos de puta y habían limpiado el país». Para él, la democracia había traído la ruina del país. Me consta que fue por su profundo compromiso con la economía por lo que se vino a España, «para hacer guita», según su propio testimonio, porque uno puede aguantar la rebaja de sus libertades e incluso aceptar el asesinato de sus semejantes, jamás la rebaja de sus honorarios extrayendo muelas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Enhorabuena por la reseña. El autor habla de literatura y también de la vida, y eso es ya bastante...

Anónimo dijo...

Enhorabuena por la reseña.
Un texto muy eficaz, como todo lo que escribes.
Ya he comprado el libro y lo leeré este verano.
Saludos a tu dentista.

Anónimo dijo...

Hola,

Muchas gracias por vuestras palabras.
Un fuerte abrazo.
Hilario

Anónimo dijo...

es justamente la memoria del miedo vivido lo que crea miradas tan nubladas como la de tu dentista, el miedo ciega... viejo dicho nunca bien ponderado! (desde Buenos Aires)