viernes, julio 07, 2006

Fabi, el gran extremo derecho, Joachim Masannek

Trad. Rosa María Sala Carbó. Ilustraciones Jan Birck. Destino, Barcelona, 2006. 137 pp. 7,95 €

Ángeles Escudero Bermúdez

La historia de Fabi es la octava de la saga de Las fieras Fútbol Club, que tiene a sus espaldas un bagaje de títulos interesantes como León el superdiblador —que abre la colección—, Deniz la locomotora, o Rabán el héroe por citar sólo algunos de ellos.
El hilo conductor sigue siendo el mismo que en los libros anteriores: la pasión por el fútbol de un grupo de chicos —y alguna chica, que no debemos olvidarnos de Vanesa la intrépida, que da título a la tercera entrega. Y el espíritu de estas novelas permanece también en las peripecias de Fabi. Cambian los sucesos pero los personajes se mantienen dándole a la colección la coherencia que se necesita en estos casos.
La historia de este gran extremo derecho, tal y como se nos anuncia en el título, tiene la fuerza y el gancho necesario para atrapar en su lectura. El planteamiento inicial nos da las claves para saber cómo continuará su desarrollo y eso, en los primeros lectores y lectoras, es esencial porque les motiva el hecho de saber que logran anticiparse a los sucesos. Joachim Masannek sabe, al mismo tiempo, introducir elementos sorpresa que dinamizan la narración y logran que no sea lineal sin más, lo cual podría conducir al aburrimiento, del que más que nunca hay que huir a estas edades tempranas.
La división en capítulos cortos con títulos individuales para cada uno de ellos facilitan la organización de la lectura en esta primera etapa de acercamiento a la literatura. En este mismo sentido, las ilustraciones descongestionan el texto a la vez que ayudan a visualizar a los personajes, consiguiendo hacer más atractiva la lectura para nuestros jóvenes, cuestión ésta nada trivial si se trata de animarles a la lectura. También le aporta dinamismo a la historia la forma, casi cinematográfica, de narrar las acciones. Quizás por eso se haya pensado en llevar las aventuras de estos amigos a la pantalla. Sin olvidar que los lectores pueden identificarse sin dificultad con los personajes de la novela. A esto ayuda, sin ninguna duda, el lenguaje y los términos que utiliza el autor. Conocen las palabras y sus significados, ya que para ellos no tiene ningún misterio ni el juego de ataque, ni un empate o un penalti, ni tan siquiera el gol average, sin mencionar por lo obvio que se conocen al dedillo lo que es un centrocampista, un guardamenta o un extremo derecho, como en el caso de nuestro protagonista.
Si en algún sentido se podría caer en la tentación de decir que la novela podría parecerles lejana, sólo porque los paisajes son distintos, sería un error. Claro que pueden parecerles ajenos por lo inusual de los espacios que se describen. Lejos están de poder jugar en un iglú, o de conocer el paisaje de la estepa, pero en el fondo las historias son las mismas: la amistad, la lealtad, o la familia. A la edad de los protagonistas de esta historia, que será bastante similar a la de nuestros lectores, el juego, la imaginación (que les permite volar sin despegar los pies del suelo en un P51 Twin Mustang oculto en un hangar subterráneo), y por supuesto el valor de la amistad, o el miedo a perder un amigo unen más de lo que puede separarles ninguna otra circunstancia localista. Ya tendrán tiempo de comprobar que después la vida es otra cosa y que los caramelos nunca sabrán tan dulces como en la infancia. Quizás intuyendo lo que terminará por pasar, nuestro protagonista se resiste a las nuevas situaciones aunque sean buenas para él o siempre las hubiese deseado. «No quiero que cambie nada», dice en una súplica propia de la impotencia de quien sabe, de alguna manera, que llega un momento en el que hay que dar el salto y arriesgar. Y este es uno de los valores que tiene la novela: refleja que el tomar decisiones se vuelve cada vez más difícil con la edad. En el mismo sentido es importante señalar que palpitan valores esenciales dentro de la historia, como el compañerismo o la lealtad, y que normaliza y refleja situaciones cotidianas a las que la sociedad debe terminar por acostumbrarse. Un ejemplo de esto es que la colección nos muestra modelos distintos de familias. Hay protagonistas que viven en hogares más convencionales, pero hay otros como Fabi, cuyos padres se han separado, y que vive con su madre, o Vanesa que, por circunstancias bien distintas, vive con su padre.
Y para el final he reservado constatar que en la novela no hay escenas violentas, y esto tiene doble mérito. El primero, que no todo se soluciona con el recurso rápido y efectivo, aunque equivocado, a la fuerza. El segundo, que lo consigue sin ser ñoña o alejarse de la realidad. Hay situaciones conflictivas, hay incluso lo que el grupo de protagonistas considera una traición. Pero se resuelve de forma simbólica con el despojar, a quien les ha fallado, de una sudadera que lo identifica como parte del equipo. Y aún tienen la consideración de no dejarle desnudo y aterido de frío entre el hielo y la nieve. Todo un detalle.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

otro golazo y tentetieso, tijeretón por la escuadra, chilenón, menudo pase... etc

Anónimo dijo...

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