viernes, julio 15, 2011

El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, Patricio Pron

Mondadori, Barcelona, 2011. 208 pp. 16,90 €

David Vicente

La industria de la literatura, como cualquier otra, ha de inventar cada temporada para alcanzar unas ventas mínimas un cupo de nuevas promesas, autores originales y vanguardistas movimientos narrativos con sus correspondientes representantes. Como casi siempre, todo lo que merece la pena surge al margen del ruido. Es el caso de Patricio Pron, un escritor de aspecto débil y enfermizo, dedos cortos y delgados, pero literatura contundente, que se dio a conocer en España con su novela El comienzo de la primavera.
Patricio probablemente nunca ha trabajado en un almacén de carga y descarga, a diferencia de Bukowski, en unos astilleros, al igual que otros tantos escritores, ni se cubre con la capa de autor maldito y outsider. No le hace falta para que su literatura suene real, sincera, sobrecogedora y, como digo, tan contundente como la del que más.
Si hiciésemos un símil pugilístico podríamos compararle a Pernell Whitaker, ese mítico boxeador de los años 90, campeón de cuatro categorías diferentes, que se movía como una mariposa, pero picaba como una abeja.
Es seguro que más allá de lo que diga la “lista Granta” (que a fin de cuentas no es más que ruido dogmático), Patricio es uno de los autores destinado a superar el fuego de artificio que acabarán siendo la mayoría de sus coetáneos.
Su última novela, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, no es sino la confirmación de todo lo dicho anteriormente y, quizá en su caso, una novela necesaria y una deuda pendiente con un pasado, el suyo y el de toda una generación de argentinos, los hijos de la dictadura militar y de todos los padres y madres desaparecidos.
Y por qué no, también el de todos nosotros y el de todos nuestros padres. Ya lo decía Terencio, soy humano y nada de lo humano me es ajeno. Máxime en un país como el nuestro, necesitado también de ajustar unas cuantas deudas con el pasado, mal que les pese a algunos.
La novela de Pron, con evidentes tintes autobiográficos (aunque no lo olvidemos, como el mismo advierte, una gota de ficción tiñe todo de ficción), trata de averiguar quiénes han sido los que nos han antecedido, lo que no deja de ser averiguar un poco quiénes somos nosotros mismos. Una tarea que tiene mucho de detectivesca, al más puro estilo policíaco, pero también mucho de bucear dentro de las propias entrañas de uno mismo, algo que requiere sin duda dosis importantes de valentía.
Curiosamente un presidente argentino anterior a los hechos centrales que relata Patricio en su libro, Nicolás Avellaneda, acuñó la famosa frase, que posteriormente quedaría grabada en el campo de concentración de Auschwitz, los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Patricio no sólo no la quiere olvidar, sino que trata de rescatarla en la figura de su padre. (Quien por cierto ofrece una serie de interesantes puntualizaciones a la novela en el propio blog del autor, http://patriciopron.blogspot.com/p/el-espiritu-de-mis-padres-sigue.html, bajo el nombre The straight record: la versión de mi padre).
Sólo una cosa más para terminar la crónica de esta novela construida a base de honestidad, coraje, supongo que mucho esfuerzo y dolor, y buena literatura. Con permiso de Patricio, una rectificación al título. Creo sería (o así me gustaría pensarlo) más adecuado, El espíritu de nuestros padres sigue subiendo en la lluvia. Y que continúe.

1 comentario:

Mientrasleo dijo...

Fantástica reseña de un libro aún mejor que, como tantos otros, suele quedarse en el cajón de los libros en que nadie se fija.