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miércoles, febrero 18, 2015

Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914, Christopher Clark

Trad. Irene Fuentes y Alejandro Pradera. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2014. 788 pp. 29 €

Angeles Prieto Barba

Considerada una de las mejores obras de no ficción publicadas en España el año pasado, este análisis detallado del historiador australiano Christopher Clark, profesor en Cambridge, no abarca toda la Primera Guerra Mundial, como otros tantos estudios publicados ese año conmemorativo, únicamente sus causas. Y esta primera consideración, relevante sin duda para el lector, marca ideológicamente este libro narrativo con algunos capítulos farragosos, donde se nos exponen de manera detallada y exhaustiva los acontecimientos sucesivos que condujeron al conflicto bélico repartiendo culpabilidades entre sus distintos protagonistas, esos “Sonámbulos” o ese medio centenar de hombres aproximado, y no más, que tomó la decisión fatídica.
Otro dato interesante es que el libro se publicó dos años antes en su idioma original, cosechando diversos premios al mejor libro de historia (Los Ángeles Time), reseñas muy favorables (Financial Times y otros) y un gran éxito de ventas en Alemania, país desde donde surgieron severas voces críticas contra el mismo desde el mundo universitario y académico, por considerar que exime de culpa al poderoso establishment militar germánico, cuando en realidad fue el belicismo generalizado de esa época, pujante en los distintos gobiernos, la causa más evidente e inmediata del conflicto. Y es que la exposición de acontecimientos, la forma narrativa brillante que este libro adopta no puede hacernos olvidar hechos incuestionables, como fue la absurda carrera armamentística del kaiser tratando de lograr una flota más poderosa que la británica. Pero ningún autor es absolutamente imparcial en el análisis, y este tampoco, máxime si está casado con una prestigiosa historiadora alemana y precede a este libro una exitosa biografía suya de Guillermo II, personaje al que trata aquí con intensa familiaridad. Quizá por eso y sin dudarlo, Clark señala con contundencia a otros culpables menos relevantes hasta ahora: el entusiasta y belicista gobierno de Francia, las rancias cortes de San Petersburgo y de Viena, Belgrado y la Mano Negra. Estos serían los responsables directos según Clark, Inglaterra y Alemania vendría luego, a remolque.
Precisamente con el avispero de los Balcanes se inicia dramáticamente este estudio narrando con intensidad, emoción y sin ahorrar detalles, el brutal asesinato y posterior mutilación de Alejandro I y Draga de Serbia acaecido más de una década antes, en 1903. Crimen dual que precede a los sucesos de Sarajevo, detallados en otro brillante capítulo, sin el cual no podríamos entender nada. Explicarnos muy bien estas causas remotas, detallándonos hasta qué punto estaban atrasados los medievales reinos balcánicos, es quizá uno de los grandes méritos de este libro frente a su máximo competidor, el objetivo y sesudo análisis de Margaret MacMillan, catedrática canadiense tal vez menos permeable a los distintos personalismos, pero que analiza con rigor todos los componentes del conflicto sin resaltar ninguno: los nacionalismos, las luchas por el poder en las colonias, los miedos mutuos, la rivalidad económica, el militarismo, la falta de diálogo y la crisis de valores. Ambos libros, para los iniciados en el tema, resultarán sin duda imprescindibles. Pero para aquellos que pretendan sencillamente conocerlo mediante un buen libro divulgativo, el clásico de la norteamericana Barbara Tuchman, también magnífico, resultará más que suficiente.
¿Fue inevitable esa Gran Guerra que también nos hubiera ahorrado la siguiente? La respuesta de Clark y de tantos historiadores especialistas es que pudo haberse evitado. El convencimiento generalizado de que se trataría de una guerra rauda, de que ésta llegaría a resolverse en meses escasos con triunfantes desfiles militares subrayando el poderío de las grandes potencias, condujo a error a estos dirigentes sonámbulos que tan bien descritos, cierran el libro: «vigilantes pero ciegos, angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo.» Pensamos que decisiones tales ahora serían inimaginables puesto que los actores se han multiplicado gracias a tantas democracias que definitivamente prevalecen sobre el Continente. Pero nunca se sabe. De ahí el interés máximo del libro.

miércoles, mayo 14, 2014

La iniciación de un hombre: 1917, John Dos Passos

Trad. Elena Sánchez Zwickel. Errata Naturae, Madrid, 2014 168 pp. 12,50 €

Ángeles Prieto Barba

Dada la gran cantidad de libros conmemorativos, destinados a analizar la Primera Guerra Mundial publicados el año anterior y éste, es preciso orientar al lector para no perderse. Pues el mercado editorial nos está proporcionando sobre el tema un catálogo de títulos tan amplio, que hace aconsejable que tengamos previamente una idea clara de lo que estamos buscando. Si queremos un análisis de las causas o que nos detallen las consecuencias, si pretendemos encontrar un manual complejo de historia bélica o un sencillo resumen, si lo queremos bajo la perspectiva de sus propios actores o si optamos por encontrar un juicio o balance justo desde la época actual. Pues bien, para todos aquellos que necesiten enterarse de cómo fue dicho conflicto y que además pretendan que esta narración venga de la mano de una pluma excelente, con valores literarios, esta será una opción excelente. Con la debida advertencia de que encontrarán también otra Iniciación por parte de la editorial Gallo Nero, publicada tan sólo un mes antes. Distingan.
Antes que nada, vamos a situarnos. Aunque escrito en tercera persona, este es un libro autobiográfico que relata las andanzas de un joven Dos Passos, quien con sólo 21 años y sin estar de acuerdo con la entrada de Estados Unidos en el conflicto, se enrola voluntariamente en la Cruz Roja como camillero y de este modo acude al frente. En el libro, tomará el nombre de Martin Howe quien, a través de tomas cinematográficas, pequeñas escenas distanciadas en el tiempo, nos narrará perfectamente lo que está observando, escuchando y viviendo. Por ello estoy convencida de que estas memorias encubiertas agradarán a aquellos lectores con cierta solera literaria, desde el mismo momento en que éstos constaten que estamos en los inicios de lo que luego desarrollaría magistralmente en el Manhattan Transfer, estructura que más tarde copiaría Camilo José Cela en La Colmena.
Esto en cuanto a los valores literarios de un libro publicado en 1919, terminada la Guerra y con tiempo suficiente para la revisión y corrección de un manuscrito muy descriptivo, donde abundan las adjetivaciones. Respecto al contenido y su trascendencia histórica, hemos de tener en cuenta que los lectores actuales tenemos una concepción de muy cinematográfica de la guerra. Es decir, si pensamos en ella, de inmediato se nos viene la imagen de soldados corriendo y gritando a bayoneta calada mientras a su alrededor estallan los obuses. Pero esto es un error, lógico y propio de quiénes no hemos estado en ninguna, por lo que este volumen de Dos Passos nos puede servir mucho para que la contemplemos de una manera más amplia y exacta, siendo conscientes de que el enfrentamiento bélico es de corta duración y mientras no se produce hay tiempo para otras actividades: paseos, charlas, reflexiones y bromas incluidas en el libro. Todo esto lo vamos a encontrar en este volumen que se inicia a bordo del barco que lo trae hasta Europa y que indudablemente, desde esas primeras páginas, constituye un alegato contra la guerra que podemos percibir no sólo en las valoraciones personales: «¿Acaso aceptaba toda esta pestilencia, inmundicia, degradación y esclavitud como parte del orden divino de las cosas?», sino también en el propio trabajo del autor-protagonista que, como camillero, consiste en recoger en heridos en muy mal estado, prácticamente muertos. La compasión hacia los prisioneros, el sueño del socialismo liberador y el deseo de un mundo mejor no faltan tampoco en estas páginas donde se resguardan un tanto las esperanzas de cara al futuro. Hoy sabemos que otra guerra, la nuestra en concreto, se encargaría de abrir los ojos a Dos Passos y arrebatárselas definitivamente. Es por ello que felicitamos a Errata Naturae tanto por la edición como por ese brillante epílogo añadido que nos hace cerrar este libro aún con más satisfacción y provecho.

miércoles, abril 09, 2014

1914-1918. Historia de la I Guerra Mundial, David Stevenson

Trad. Juan Rabasseda y Teófilo de Lozoya. Debate, Barcelona, 2014. 896 pp. 38 €

Julián Díez

Tal vez, querido lector, haya visto la acumulación de títulos en las librerías acerca de la I Guerra Mundial, evento del que este año se alcanza el centenario. Y quizá, dado que no pueda evitar sentir cierta curiosidad sobre el tema, se ha preguntado: ¿cuál podría comprarme, que sea  interesante de leer y me permita tener una información suficiente?
Bien, ese es el tipo de preguntas que los que somos un poco fanaticones de un tema deberíamos invertir algo de tiempo en responder. En resumen: ya me he leído yo varios de estos tochos y de algo me tiene que servir el esfuerzo (y el disfrute, claro). Puedo darles un dictamen razonado: quédense con este,
Stevenson presenta aquí las mejores cualidades de la escuela historiográfica británica popular actual, consiguiendo librarse de algunos de sus defectos. Es decir, escribe de una forma cristalina, subordinando siempre su estilo a la claridad de los hechos, y descomponiendo estos de forma que su evolución resulta fácil de seguir y entender.
El único punto negativo es la sensación de inevitabilidad que da el conjunto; hastas llegar al conocido arranque de Sarajevo, Stevenson nos ha ido tejiendo una telaraña en la que no parece haber otro curso razonable de los hechos que el que él explica con nitidez. Es difícil admitir que la historia se desarrolle como un engranaje tan bien encajado como el que presenta Stevenson, por mucho que dé una mínima cabida al elemento azaroso, y el lector avisado debe tener en cuenta siempre la existencia de otras interpretaciones, pero el hecho es que su planteamiento funciona y está bien razonado.
También es positivo que, en la medida de lo que le ha sido posible, Stevenson es menos localista  en su presentación del conflicto que la mayoría de sus compatriotas. Es casi inevitable, por conocimiento del idioma y reconocimiento de sus autores, que casi todas las historias de las guerras mundiales disponibles en el mercado español estén escritas por anglosajones. Sin embargo, Stevenson parece haber tenido más presente la posibilidad de escribir un ensayo definitivo, con vocación internacional, que la mayoría de sus paisanos más conocidos (Hastings, Beevor...).
El frente oriental, donde cayeron por millones los súbditos de los Habsburgo, los alemanes o los rusos, sigue aquí ocupando un papel menos destacado del que posiblemente debiera, pero ya no está casi totalmente escamoteado. Y el punto de vista de las potencias derrotadas está suficientemente presente, aunque por momentos se le juzgue con una mayor dureza.
Otro acierto de Stevenson a la hora de hacer este libro divulgativo es el de eludir una descripción muy amplia del desarrollo de las batallas. La historia militar tiene sus atractivos, pero la I Guerra Mundial está llena de combates interminables con muy poco movimiento y, lo que resulta aún más relevante desde el punto de la narración bélica, con menos alternativas para el genio creativo. Sí tuvieron mucho margen para la heroicidad, y Stevenson da cuenta de algunas hazañas bien conocidas, pero no son el eje de su relato.
Creo que el objetivo principal, y el autor lo alcanza de sobra, es el de poner en contexto la importancia de este conflicto en el desarrollo de la posterior historia. En primer lugar, en cuanto a escala de destrucción: es la primera guerra moderna con fallecimiento masivo de civiles y empleo de armas de una eficacia brutal, como las ametralladoras, los tanques o los bombardeos aéreos. Baste recordar que en las guerras napoleónicas, el anterior conflicto más sangriento, murieron cerca de seis millones de personas en doce años; en la I Guerra Mundial fallecieron el doble en cuatro años. La sociedad que vivió esos cambios resultó traumatizada y la obra retrata bien ese cambio de mentalidad, ese nuevo vértigo producido por el avance científico convertido en una amenaza cierta para el hombre.
Por otro lado, aunque la II Guerra Mundial se cobrara muchísimas más vidas, aunque resultara militarmente muchísimo más interesante, la influencia en el mundo de hoy de la I Guerra Mundial es superior, y Stevenson atiende de forma especialmente detallada a esa multitud de flecos sueltos. El conflicto de los Balcanes, la actual situación de Ucrania o la de Siria tienen su punto de partida en 1918, en la conclusión de esta guerra; el mundo que vivimos hoy cien años después aún no ha encajado bien el cambio que supuso este final de los regímenes autocráticos para dar paso a repartos con criterios nacionales discutibles, y a unos estados parlamentarios demasiado condicionados, demasiado temerosos de dar el paso definitivo hacia la falta de tutelajes.

miércoles, diciembre 04, 2013

Para acabar con todas las guerras, Adam Hoschschild

Trad. Yolanda Fontal y Carlos Sardiña. Ed. Península, Barcelona, 2013. 615 pp. 34,90 €

Julián Díez

El año que viene se cumple el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, así que prepárense para una avalancha de títulos sobre el tema. Especialmente porque, como descubrimos un creciente número de curiosos, la verdad es que la Gran Guerra... es genial. Dado que en los últimos tiempos están en alza los movimientos retrofuturistas, la guerra del 14 tiene un obvio atractivo con sus bombardeos de zepelines, sus primitivos tanques enfrentando cargas de caballería, sus escritores entregados al combate —Hemingway, Wittgenstein, Chandler, Kipling...— y sus soldados con máscaras de gas.
Dicho esto, la Gran Guerra tiene un problema a la hora de ser convertida en libro: es aburrida de contar. Aunque sea visualmente espectacular, cuente con historias de heroísmo magníficas y resulte el punto clave de la historia del siglo XX —porque a la consideración tradicional de prólogo de la Segunda Guerra Mundial bien puede oponérsele la idea de que es el origen y la razón de ser del conflicto posterior—, lo cierto es que en cuanto a batallas y al relato en sí del devenir histórico es bastante aburrida: mucha trinchera, mucho movimiento mínimo, y un desprecio de los mandos por la vida de sus propios soldados como no se ha visto ni antes ni después. Quien haya leído por ejemplo el plomizo La Primera Guerra Mundial de Martin Gilbert, el volumen más exhaustivo de los disponibles ahora mismo para el lector español medio, sabrá a qué me refiero.
Adam Hoschschild opta por otra línea de trabajo más interesante, que desafortunadamente la editorial española nos escamotea en su presentación del volumen: explicar esta guerra a través de los ojos de una serie de personajes concretos, todos ellos británicos, alrededor de cuyas vivencias se va estructurando el relato del conflicto. Además, los personajes escogidos tienen relación con movimientos pacifistas o de oposición al conflicto bélico. A diferencia de la Segunda Guerra Mundial, en la Primera hubo no pocos críticos y objetores de conciencia, algunos de ellos tan distinguidos como Bertrand Russell en Gran Bretaña o Albert Einstein en Alemania.
Este no es, por tanto, un libro para conocer en detalle la Primera Guerra Mundial (al respecto, y a falta de algún tomo grueso de algún divulgador tipo Beevor que seguro llegará en los próximos meses, la mejor opción disponible en las librerías españolas es Breve historia de la Primera Guerra Mundial, de Álvaro Lozano). Aunque sí ofrece una panorámica lo suficientemente amplia para un lector con interés circunstancial, sobre todo sirve para dar cuenta de un movimiento poco conocido y de un gran caudal de personajes dignos de interés: sufragistas pacifistas como las Wheeldon, intelectuales como Stephen Hobhouse o aspirantes a revolucionarios como Keir Hardie.
La formación periodística de Hoschschild le invita a un acercamiento objetivo pero humanizado a las vidas de los citados y de otra veintena de vidas rotas por la guerra, así como un acercamiento compasivo y conciso al propio conflicto con sus inconcebibles cifras de bajas, daños y costes, y sus dramáticas consecuencias. La conclusión es clara: como nos ocurre cien años después, las ambiciones de unos pocos son sufragadas por el esfuerzo y el dolor de los demás, sin que parezca haber forma de que la humanidad aprenda lecciones.