miércoles, enero 06, 2016

Una historia crepuscular, Stefan Zweig


Trad. Joan Fontcuberta. Acantilado, Barcelona, 2015. 66 pp. 11 €

Miguel Baquero

Dentro de su proyecto de rescatar para el lector español la obra completa del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942), uno de los autores fundamentales de la Centroeuropa de principios de siglo XX, la editorial barcelonesa Acantilado acaba de publicar Una historia crepuscular, pequeño volumen de poco más de cincuenta páginas en las que, sin embargo, pese a su brevedad, podemos encontrar muchas de las características artísticas y de la indudable calidad que distinguen al autor austriaco.
Una historia crepuscular cuenta el suceso de un joven muchacho que, estando de vacaciones, en medio de la pereza y la desidia de esas jornadas veraniegas, una noche en que pasea sin rumbo fijo de pronto es asaltado por una turbia figura femenina que le asalta con arrebatada pasión, y luego huye sin darse a conocer. A partir de ese encuentro súbito, que en un primer momento le deja anonadado, y de otros que se producen en noches posteriores, el joven protagonista se marca el propósito de descubrir quién es, entre las invitadas al lugar donde pasa las vacaciones, esa enigmática figura que le asalta por las noches, le besa y le abraza con la mayor lascivia, y luego desaparece sin decir una palabra.
A partir de una historia tan sencilla, y en último término incluso tan predecible —porque es de suponer que habrá confusión entre quien el joven supone que es la desconocida y su verdadera identidad final—, Zweig acierta a trazar una historia delicada, elegante, decadente en el cuidado de las palabras y en la contención de las situaciones, «crepuscular», en suma, como su título indica. Lo importante de esta mínima novela no es, por tanto, el descubrimiento del enigma que la sustenta, sino el planteamiento del propio enigma en sí.
En este sentido, el autor austriaco muestra de nuevo sus facultades para ir directamente al «hueso» literario sin demorarse en la ambientación. Precursor de otro escritor centroeuropeo como Kafka, que llegaría pocos años después mostrándonos castillos de imposible acceso, o tribunales que deciden sobre crímenes inconcretos a los que se ha llegado de alguna manera que nadie podría explicar, en esta novela de Zweig nos encontramos con una situación literaria lo más desnuda posible: un castillo con unos veraneantes… apenas unas pinceladas nos permiten deducir su posición social, la edad del protagonista… y poca cosa más. Lo que interesa al autor es la irrupción de esa mujer deseable, desconocida y esquiva. Todo lo demás, lo que suele acompañar a una narración, todo el «adorno» literario previo, es accesorio, y Zweig, en efecto, prescinde de él para sumergirse sin más preámbulos en el interior de su protagonista.
Novela pequeña, menor si se quiere dentro de la inmensa —por su calidad— obra de Zweig, se trata, sin embargo, de una narración de la que los admiradores del autor de Novela de ajedrez, Carta de una desconocida, El mundo de ayer o de estremecedoras biografías como la de María Antonieta, no saldrán defraudados.

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