martes, octubre 07, 2014

Trigramas, Claudia M. Capel

Lumen, Barcelona, 2013. 136 pp.6,99 € (eBook)

Juan Laborda Barceló

El I Ching, uno de los libros más populares y milenarios de guía humana y espiritual, se compone de hexagramas, representaciones gráficas que a su vez se dividen en trigramas. El sentido profundo es difícil de concretar en pocas palabras, pero podemos decir que los canales de energía fluyen a través de aquella obra para permitirnos alcanzar un conocimiento intuitivo que de otro modo se nos escaparía. Los Trigramas, con su orientación general que luego hay que interpretar, son las claves para acceder a ese mundo.
No deja de ser toda una declaración de intenciones arrancar con un título tan contundente. Se trata de un concepto que trasciende por lo que entraña, pero muy concreto, por su significado. La autora establece un precioso diálogo entre versos e interpretaciones de aquellas páginas oraculares. No en vano Borges, el genial maestro que Claudia M. Capel conoce en profundidad, nos dejó un poema titulado "Para una versión del I Ching" que, a buen seguro, es, al menos, referencia de estos textos.
Trigramas es una obra plena de fuerza estética y de hallazgos netamente literarios: "He copiado a mano tus silencios", por citar un ejemplo, da muestra de una belleza formal que nos incita a la evocación más sugerente y a la abstracción de las ideas. Funciones esenciales ambas de la poesía. Igualmente, se hacen referencias tanto al mundo del intangible: «No habrá jardín/apenas una flor/en todo el aire», como a la par se denotan rasgos de lo sensitivo: «La vigilia de un beso/desvela todo el cuerpo». La obra plantea, por tanto, un continuo contraste de sensaciones entre el viaje físico y el emotivo.
Sin hacer referencia a más versos concretos, donde los aciertos lingüisticos son evidentes y hacen volar la imaginación del que lee con ese afán de la búsqueda de lo bello, existe en Trigramas otro juego formal y de contenido. Se trata de un salto de la composición corta, más impactante y precisa, que se combina, casi seguido, con el poema de lo onírico, donde la vivencia del sueño, del otro y del universo son tremendamente intensas. El espacio para la intuición crece a medida que nos adentramos en los versos.
Pasamos, sin saberlo, del Haiku preciosista al sonido etéreo de unas pisadas protagonizadas por hombres que ya no están aquí. Los espacios, los tiempos y la ensoñación planean como sombras en estas páginas. Si bien, la esencia histórica de aquellos espíritus impregna unos versos llenos de esteticismo y de amor por el pasado más humano. La fuerza última de estas poesías no recae ahí, sino en la arquitectura simbólica que se construye con sus palabras. Éstas serían, quizá, un reflejo poético y vibrante de los citados trigramas. Ese tránsito nos permite dibujar emociones vividas, de la sensualidad más sencilla y cautivadora al encuentro de almas, amoroso o fraternal, en el que recrearse.
Esta obra es, en definitiva, una celebración: La fiesta de la vida, la religión terrenal de las emociones, la fuerza de lo ritual, la frescura de los encuentros, y, hasta el aire orientalizante, pero a su vez universal, son algunos de los ingredientes que dan sabor a esta receta festiva. Es el inicio de una búsqueda. Navegamos tratando de captar nuestro sentido último. Trigramas es un río, nunca seremos los mismos al volver a bañarnos en sus letras, con el permiso de Heráclito. No se lo pierdan.

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