viernes, enero 26, 2007

La contravida, Philiph Roth

Trad. Ramón Buenaventura. Seix Barral, Barcelona, 2006. 416 pp. 23,50 €

Juan Marqués

Los adictos españoles a la literatura de Philip Roth no tenemos razones muy poderosas para protestar por desabastecimiento o ayunos forzosos, ya que, cuando todavía duraba la feliz resaca de La conjura contra América, Mondadori publica Elegía, su última novela, sólo unos meses después de poner en castellano la hasta ahora inédita El pecho (y anuncian la inminente publicación de Déjalo correr). Mientras tanto, Seix Barral va muy en serio con la Biblioteca Philip Roth, donde se van rescatando sus obras en nuevas traducciones (de momento ha aparecido ya su celebrado libro de entrevistas o retratos de colegas —Primo Levi, Saul Bellow, Milan Kundera...—, Patrimonio, la trilogía Zuckerman encadenado y La contravida, y se anuncian muchos más títulos, algunos muy poco conocidos aquí) y Alfaguara lleva continuamente a las librerías reediciones de La mancha humana o Me casé con un comunista. Todo un banquete que parece indicar que los libros de Roth se leen —o, por lo menos, se compran— en España, lo cual significa que el panorama editorial y lector no es tan catastrófico y desolador como a veces tememos.
La contravida es una novela magistral que vuelve sobre los temas obsesivos de su autor (el sexo, la infidelidad, la enfermedad, la muerte; reflexiones sobre el judaísmo), y lo hace a través de un juego literario especialmente complejo. Roth, o, mejor, Zuckermann (ese alter ego al que dio a luz para poder escribir sobre las cosas que le importan y le implican con mucha más libertad y mucha más distancia irónica: “Sólo puedo exhibirme cuando llevo puesto un disfraz” —p. 355—) cuenta con unos pocos personajes a los que, a veces con crueldad, manipula para ver cómo reaccionan ante diferentes variantes o soluciones de una misma situación inicial. Así, en el primer capítulo, Henry, el hermano menor de Nathan Zuckermann, sufre un pequeño susto cardiaco que le hace perder la potencia sexual, situación contra la que se rebela (“Adaptarse significaba resignarse a ser así, y él se negaba a ser así, y aún lo desmoralizaba más someterse al eufemismo así” —p. 13—) sometiéndose a una absurda operación quirúrgica que le cuesta la vida. En el segundo (y tercer) capítulo Henry ha sobrevivido a esa intervención, pero la experiencia le hace replantearse su existencia, y escapa a un asentamiento ultraortodoxo de Israel a comenzar de nuevo, para desesperación de su esposa y de Nathan, que acude junto a él para hacerle entrar en razón (y esta visita, y la conversación que mantiene con el fanático Lippman suponen quizá el punto más alto de La contravida). En el cuarto es Nathan el que sufre de impotencia y muere al intentar solucionarla, por amor a una joven inglesa, Maria, que le ruega que no se arriesgue. En el quinto Nathan y Maria son dos felices recién casados que se instalan en Inglaterra, donde él empieza a temer que su condición de judío no va a pasar tan desapercibida como había creído y hubiera deseado... El asunto (y por “asunto” me refiero a las sutilezas metaliterarias, los cruces, la aparición y desaparición de personajes, sus continuas transformaciones, su ir y venir dentro y fuera del libro...) es mucho más complejo de lo que aquí se puede intentar explicar, pero funciona, fascina, y al final se revela perfectamente eficaz para lo que Roth se proponía, que es tratar una serie de preocupaciones (y, en esta novela muy especialmente, el tema judío) desde una enorme cantidad de puntos de vista, de visiones matizadas, de ejemplos y contraejemplos... Es fácil intuir que la opinión de Roth coincide completamente con la de Zuckermann, pero qué convincente es a la hora de dar no sólo voz, sino argumentos y razones (algunas conmovedoramente expuestas) a gentes que no pueden estar más lejos de ellos, desde lo más moderado hasta lo más extremista. Así, lo mejor de la novela está en las conversaciones o cartas que los personajes cruzan, debatiendo sobre Israel, sobre el Holocausto, sobre el antisemitismo..., en un verdadero alarde de inteligencia e imaginación por parte del escritor. Si, como se insinúa, alguno de esos personajes, con sus opiniones, son “reales”, eso no resta mérito a Roth, pues “La mayor parte de la gente (incluido el propio novelista, su familia, casi todas las personas que conoce) carece totalmente de originalidad, de modo que la tarea del escritor consiste en hacer que parezca otra cosa” (p. 204).
Es difícil determinar (y además no importa demasiado) hasta qué punto está Roth ficcionalizando “su” vida, traduciendo la “realidad” a un artefacto narrativo, pero esta novela quiere llegar bastante lejos en esa reflexión, que no es sólo literaria sino ética (y varios personajes se enfadan por ello con su creador, o con aquel que les ha incluido a ellos o a trasuntos suyos en novelas), y se hace preguntas como “¿Acaso no es cierto que, al contrario de lo que generalmente se cree, el aspecto más intrigante de la imaginación del escritor es la distancia que existe entre su vida y su obra?” (p. 274) o se ensayan declaraciones de principios como que “estoy totalmente a favor de la autenticidad, pero hay que reconocer que en modo alguno puede compararse con el talento que tenemos para fingir” (pp. 181-182).
La traducción de Ramón Buenaventura debe ser buena porque desde la primera página se saborea el estilo de Roth, aunque hay en esta versión algunas cosas que no me gustan: supongo que es aceptable, pero también innecesario, castellanizar términos como “baipás”, “grupi”, “sexi” o incluso “Torá”, y, aunque ni he consultado la versión original ni sé mucho inglés, estoy seguro de que “se sentía gilipollas total” no es la mejor forma de traducir lo que fuera que escribió Roth. Por otra parte, es definitivamente imperdonable la abundancia de anacolutos del tipo “Carol lo único que podía decirle era...” (p. 14), o “Ella lo que dice es que su deber...” (p. 106), o, todavía más chirriante, “Estos judíos lo único que necesitaban era el muro” (p. 118).
En cualquier caso, La contravida es un título muy digno de ser resaltado dentro de la magnífica y ya voluminosa obra de Philip Roth, quien es, en los dos sentidos, uno de los mejores narradores de nuestro mundo y de nuestro tiempo.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Ha puesto usted casi tanto empeño en elogiar «La Contravida» —libro que me ha gustado mucho— del gran Philip Roth, como en desacreditar a su excelente y riguroso traductor, Ramón Buenaventura, sacando de contexto esas frases, en un pseudo análisis de sospechosa intención.

Anónimo dijo...

Estimada Migratoria,
no sé si mi análisis es "pseudo" pero te aseguro que no tiene ninguna "sospechosa intención". Confieso que no conozco bien el trabajo de Ramón Buenaventura, y desde luego ni le conozco personalmente ni tengo ninguna referencia buena o mala sobre su persona, así que nada tengo contra él ni contra lo que hace. Muy al contrario, le deseo a él y a los suyos -y, de paso, también a ti- lo mejor en este mundo y, si lo hubiere, en el otro. Yo, humilde encargado de reseñar este libro en cuestión, me he limitado a señalar lo que me agrada (dejando claro, por si hacía falta, que se trata de gustos estrictamente personales) y a marcar anacolutos que, sin ser completamente agramaticales, debería evitar cualquiera que escriba en castellano, y que nada tienen que ver con el contexto, como sugieres.
Abrazos.

Anónimo dijo...

Estimada migratoria,
no sé si mi análisis es "pseudo" pero le aseguro cordialmente que no alberga ninguna "sospechosa intención". No conozco personalmente a Ramón Buenaventura ni apenas su trabajo, y no tengo ninguna referencia favorable o desfavorable sobre su persona o sobre lo que hace. Así que tanto a él como, de paso, a usted, les deseo lo mejor en este mundo y, si lo hubiere, en el otro. Yo me he limitado a señalar ciertas opciones de traducción que considero imperfectas (dejando explícitamente claro, por si era necesario, que se trata de gustos personales) y a marcar anacolutos que, sin ser completamente agramaticales, deben ser evitados por quien quiera que escriba en lengua castellana, y que nada tienen que ver con el contexto, como usted sugiere.
Abrazos.

Anónimo dijo...

Estimado Sr. Marqués:

El remate de su crítica de «La Contravida» me ha parecido injusto, inoportuno y sin precedente en la vida de ‘La tormenta en un vaso’, espacio del que soy seguidora desde su inicio. Poco importa el buen hacer del trujamán a lo largo de cuatrocientas doce páginas—máxime habida cuenta la gran dificultad de enfrentarse a un texto de Philip Roth— hay que destrozarlo con esas gotas de hiel. Y es lamentable.

Ocasión habrá, en breve, de disfrutar a pleno pulmón con otros dos nuevos títulos de Roth...

Batir de alas.

Anónimo dijo...

Ramón Buenaventura es un conocido blogger, atento (a buen seguro) a páginas como ésta. Y, migratoria, no todos somos perfectos: la rigurosidad, a veces, puede olvidársenos.

Anónimo dijo...

Queridos todos,
animo de corazón a que releáis ese "injusto e inoportuno" final de mi reseña. Comienza diciendo -completamente en serio, sin nada de choteo- que la traducción debe ser buena, y ahora añado que lo digo en el sentido de que uno enseguida siente que está leyendo a Roth, y eso hace que te sientas a gusto desde el arranque, como en una casa hospitalaria que visitas de vez en cuando... Dicho eso -y dicho esto- destaco de la traducción aquello que me ha llamado desfavorablemente la atención, porque, realmente, "canta" mucho. Quizá, en efecto, pueda ser injusto reducir tanto trabajo (y tan bueno, seguramente) a unos pequeños peros, pero ni he sido cruel (porque no tenía ninguna razón y ninguna autoridad para serlo) ni he negado el mérito y la calidad del trabajo de Buenaventura. Si como parece, querida migratoria, conoces a don Ramón, te ruego que le traslades estas explicaciones y mis disculpas por este pequeño y amable asunto que, francamente, creo que no da mucho más de sí.
Celebro el anuncio de esos nuevos libros de Roth, y celebraré de corazón si es RB su traductor, ya que, como dije en la reseña, esta traducción de "La contravida" me pareció bien.
Gracias por los comentarios, y hasta la próxima.

Anónimo dijo...

Gracias por tus respuestas, Juan.
No transmitiré nada. Solo soy una humilde lectora.
Hasta la próxima.

Anónimo dijo...

Creo que el comentario de juan marqués sobre la traducción es absolutamente certero. En general la traducció de Buenavuentura funciona, pero hay algunos aspectos que, como bien señala juan, chirrían.

Anónimo dijo...

Se tiende a juzgar un trabajo de traducción por lo bien que suena. Y no es eso, señores. Hay libros, aparentemente muy bien traducidos, con un perfecto estilo literario, que da esplendor, pero que no se corresponde, con rigor, a los recursos literarios empleados por el autor. No hay traducción perfecta. Sabido es que los traductores trabajan, a menudo, sobre plazos muy cortos. Equivocarse —hipotéticamente— ocho o diez veces en cuatrocientas páginas, no es en absoluto motivo para hacer el comentario que motivó mis respuestas. En las que incido.

Saludos.

RBRB dijo...

Me deja usted atónito, señor Marqués, _whoever you might be._ ¡Escandalizarse, a estas alturas, de la castellanización de ciertos términos! (Le recomiendo una detenida consulta de la última edición del _Diccionario panhispánico de dudas,_ por ejemplo: allí encontrará baipás, sexi, etc.) ¡Ver anacolutos donde NO LOS HAY, sino formas coloquiales de expresarse, que siguen el inglés del original en esos momentos! Y ¿de veras debo creer que no hay mala fe en su comentario? Ojalá, porque yo, desde luego, no recuerdo haberle hecho ningún daño nunca, y usted denigra injustamente mi trabajo en un medio público, quizá en la esperanza de que la próxima vez la editorial le encargue la traducción a algún amiguete suyo. Vaya por la sombra, señor.
Ramón Buenaventura

Anónimo dijo...

Yo tenía al tal Buenaventura por un profesional, capaz de admitir cualquier opinión contraria a la suya, pero ahora ha perdido todo crédito... Lo suyo suena a conspiración judeomasónica. Por favor, ¡cuánto embrollo por una opinión!

MARTA dijo...

Es que me acabo de leer la contravida y estoy buscando críticas para profundizar. Yo no entiendo que en el capítulo primero sepamos que Henry muere por causa de la operación, sino que muere, y el siguiente capítulo es un flashback en la vida de Henry (después de la operación) y deja abierta la vida de Henry que puede haber muerto en Cisjordania... esperando que fueran sus hijos a verle... ¿hay algún link o manera de leer alguna crítica o análisis hecha por P. Roth?...