miércoles, diciembre 13, 2006

El niño, Jules Vallés

Trad. Manuel Serrat Crespo. ACVF Editorial, Madrid, 2006. 320 pp. 18,20 €

Miguel Baquero

Todos llevamos dentro de nosotros un ser extraño: el niño, la niña, que un día fuimos y que se resiste a desaparecer, a rendirse a la monotonía y la seriedad de la vida adulta, a estar callado en su rincón sin hablar ni hacer travesuras. Hay ocasiones, como aquella famosa de Proust, en que de pronto nos encuentran desprevenidos y, al menor estímulo, al más pequeño detalle, a una sensación que desechamos por nimia, como el sabor de una magdalena mojada en té, resucitan, llegan corriendo a apoderarse de nosotros y su inocencia nos inunda de ternura hacia nosotros mismos y hacia esta vida en que hemos venido a embarrancar. En mi caso (y no, por supuesto, con la calidad literaria de Proust), es el sabor áspero y rugoso del polvo el que invoca ese antiguo chaval que trazaba carreteras con las manos en la arena, para jugar a las chapas, que se dejaba rodar por los terraplenes, que corría tras una pelota en un seco descampado, a la salida del colegio, los libros y los jerseys puestos en el suelo, a modo de porterías...
El niño, de Jules Vallés, nos vuelve a sumergir, con todo su sabor, en ese mundo olvidado de la infancia, cuando nos arrebataba el olor de la naturaleza, el color de las cosas, el aspecto de las personas, cuando el mundo estaba por estrenar y nuestro padre era capaz de arreglar todo lo que se rompiera. En este cálido libro, la admiración infantil por la vida empapa todas las páginas, y de la mano de Jacques Vingtras, su pequeño protagonista, volvemos a mirar con admiración el trabajo duro de los obreros, volvemos a entusiasmarnos con las historias de piratas, volvemos a sentirnos orgullosos cuando un mayor confía en nosotros y nos encarga alguna tarea (¡tanto más si luego nos recompensa con un franco!). Aquí está otra vez, en frases entrecortadas, precipitadas, como la conversación de un niño, ese milagro que dejamos atrás y que, en un determinado momento que nadie sabría explicar, se tornó vulgar y previsible.
Jules Vallés (1832-1885) fue uno de los escritores franceses más famosos de su época, en especial por esta hermosa novela autobiográfica que supuso su consagración como escritor y a la que siguen los volúmenes El bachiller y El insurrecto, reflejo este último de los días convulsos de la Comuna de París, una revuelta en la que Vallés intervino y ello le costó una condena a muerte en rebeldía y el exilio en Londres. Admirado por escritores como Zola, Vallés encaja, en gran medida, en el “naturalismo” literario que imperaba en su época; así, las correrías de su protagonista (trasunto de sí mismo), Jacques Vingtras, sus aventuras y desventuras en El niño, nos traen, sí, los ecos de ese paraíso perdido que es la infancia, pero también nos enfrentan cara a cara con la brutalidad imperante en aquellos tiempos, con las palizas que, diariamente, propinaban al muchacho su padre y su madre, con las que los vecinos daban a sus respectivos hijos, con los castigos y el despotismo de los profesores que todos ellos sufrían en el colegio. Una crueldad innecesaria, inútil, gratuita, que imperaba entre las clases bajas (clases míseras y frustradas que se cobraban en sus hijos la tristeza de sus vidas) y que alcanza su punto culminante en la muerte, a palos, de una niña. «Parecía tan vieja, Louisette, cuando murió a los diez años...».
Y sin embargo, en medio de la brutalidad, el sonido de los cinturones paternos y de la férula del maestro, El niño es una novela vitalista, alegre, divertida, como son los niños por su propia naturaleza. Pese a las zurras con que le obsequia, el pequeño Vingtras no deja de experimentar cierta ternura hacia la figura de su madre, una ternura expresada en el humor con que nos cuenta el ridículo modo en que ella (de natural campesino) le vestía como creía elegante y le enseñaba lo que creía buenos modales. Ternura que inunda también, de modo menos risueño pero igual o más profundo, las miradas que vierte sobre la figura paterna, un profesor de escuela que, con miras a ascender y para que no le menosprecien los alumnos, azota a su hijo con el doble de severidad que a otros niños (aunque luego, cuando no haya ya espectadores, vaya a consolarle con algo de comida). Una ternura que se derrama sobre los tíos, sobre los primos, sobre los vecinos, que se expande por todas las páginas, sin excepción, sin un desmayo, sin ni siquiera unas líneas de aliño o de descanso. Todas las imágenes, todas las palabras de este asombroso libro impulsan hacia la misma dirección: la reconstrucción del mundo de la infancia. Con toda su inocencia. Con toda su alegría. Con toda su crueldad.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé qué pasa que me dan ganas de leer todos los libros que comenta Miguel Baquero...

la luz tenue dijo...

El tema de la infancia es muy literario. Recuerdo el colegio, los juegos, la merienda, los tebeos del Capitán Trueno... El chándal ceñido de La Pelos, el polvo de la tiza flotando en el aire, los pupitres haciendo daño en las rodillas según pasaban los años, Don Enrique pellizcándonos por ser muy malos... Un crío odioso que me tenía rabia y que ojalá esté ahora en la cárcel, pagando sus crímenes...
En fin, leeré este libro.

Anónimo dijo...

cuando uno lee una reseña de un libro que ya ha leído, le dan ganas de compartir su opinión. Me ha gustado la crítica de Baquero, que casi parece menos una crítica literaria que una apropiación, como si la lectura de la novela le hubiera traído a la memoria su propia infancia, con chapas en un descampado, seguro que chapas de ciclistas en una carretera de polvo hecha con las manos, cuando se iban encontrando colillas como tesoros cutres.
Lo que más me ha gustado del libro de VAllès es que el niño no es una víctima de sus padres. Él supera su condición de niño apaleado, zurrado a conciencia. De ahí su humor, que no esconde lo mucho que tiene de pose, de careta, y su capacidad para conmovernos sin despertar lástima. Hace muy bien Baquero en recordar a la niña muerta, a Lisette, porque ese capítulo es como un punto de inflexión. Al leerlo, sabemos que el niño ya no será el mismo niño inocente, y lo sabemos porque también de pronto nosotros vemos los límites de ese juego brutal. Es entonces cuando el dolor ajeno lo transforma y lo hace madurar. No sé qué tiene el estilo de Jules Valles que su libro sea tan actual. Me recuerda a un Baroja, pero no un Baroja pesimista. VAlles es un optimista irreductible, y es en ese momento cuando sus padres encogen mientras que él crece como persona. Entocnes apreciamos con más claridad cómo sus padres son las verdaderas víctimas que intentan ser verdugos. Son dos personas infelices que no consiguen dejar de cumplir en el engranaje la función que el engranaje les ha asignado. Ellos no lo ven, y cuando lo vean, y VAllès nos lo haga ver a nosotros, creo que es cuando una novela estupenda se convierte realmente en la obra maestra que es.

Anónimo dijo...

A uno, que es ya más viejo que muchos de vosotors, el fenómeno Jules Vallés le parece una de esas cosas extrañas que tiene la literatura en España: por qué un clásico fuera de nuestras fronteras, aquí es casi un desconocido. Y es extraño, por más que lo admiraran Zola o Albert Camus, o desde hace unos meses también le haya recordado javier Cercas. Enhorabuena al que se le haya ocurrido publicarlo por fin dignamente, porque El niño es verdaeramente un libro maravilloso y sobresaliente, el mejor de Vallés y una de las más entonadas novelas autobiográficas que yo haya leído nunca. Saludos y abrazos.

Anónimo dijo...

Entiendo la simpatía de "la luz tenue" por este novela, pero no estoy de acuerdo cuando dice que el tema de la infancia es muy literario. Es tan literario como cualquier otro. Como en cualquier otro tema puede ser muy fácil incurrir en los clichés. Pienso que lo que hace hermoso a un libro está en otra parte, en la inteligencia del autor para contar bien la historia y para presentárnosla con credibilidad, por ejemplo. Para mí que tiene que ser muy difícil hacer una buena novela sobre la infancia cuando hay tanta afectividad por medio y tantos prejuicios sobre los niños: la tierna y feliz infancia...

Emmaskarada dijo...

La infancia es extraña. Una semilla seca que florece y de ella, con el tiempo, solo queda una raiz, retorcida, pero no por ello muerta. La infancia es sin duda el mas literario de los temas, porque es un secreto que todavia no ha sido desvelado, y para eso estan las historias, para ir detras de los secretos.

Anónimo dijo...

pero detrás de toda persona, se decía con otras palabras, hay una novela. En realidad, el secreto no está en la infancia, o en la vejez, sino en las personas... y en las circunstancias. La literatura narrativa se construye con cosas que suceden a personas o con personas atravesadas de sucesos. Fíjate que en todo niño se puede prever un adulto, ¡pero todo adulto ha sido antes un niño! Jules Vallès fue niño y, es cierto, su infancia condicionó en gran medida su vida de adulto, pero su libro sobre la infancia está construido desde sus ojos de adulto. De hecho, es esa mirada de adulto lo más literario del libro. Yo diría que lo literario es su memoria, reordenada por su talento de escritor.

Anónimo dijo...

Bueno, yo creo que a Jules Vallès no le interesaba mucho hacer LITERATURA, así, con mayúsculas, digamos que le salió porque iba sobrado de talento. Quería dejar huella en los lectores, zarandearlos.

Anónimo dijo...

Comparto vuestra admiración por Vallès, aunque yo, lectora joven, cuando lo descubrí fue la primavera pasada con "El testamento de un bromista" publicado por Periférica, que es la editorial que lo ha puesto de nuevo en circulación. En los 70 y 80 Alianza y Bruguera ya publicaron tanto "El niño" como "El bachiller" y "El insurrecto" que también se mencionan en la reseña. Yo, después de leer "El testamento de un bromista", me puse a investigar un poco y pude conseguir los libros en librerías de viejo sin mucho problema, además, "El niño" que aquí se comenta rescata incluso la misma traducción que usó Bruguera en los 80. Os recomiendo vivamente "El testamento de un bromista", un Vallès en pequeño formato, igual de sustancioso, pero más intenso (y baratito, sólo 10 euros), además el comentario al que se refería uno de vosotros que hizo Javier Cercas sobre Vallès era a propósito de "El testamento...", yo lo pude leer cuando salió en El País Semanal. Un saludo a todos, Feliz Navidad y que los Reyes os traigan buenas lecturas.

Anónimo dijo...

Hola, conozco bien la obra de Jules Vallès y me parece admirable que se lo rescate. Leí El niño en los años ochenta en la misma traducción de ACVF, aunque veo que han mejorado la edición. También he leído El testamento de un bromista, un libro interesante y bien editado. Vallès escribía por borradores sucesivos y este libro es en gran medida un anticipo de su obra maestra El niño. En realidad nunca se ha publicado junta la trilogía completa. No lo hizo Alianza, y tampoco Bruguera, que quebró antes de publicar El insurrecto. Además, Bruguera hizo una edición de bolsillo con notas y no tan bien editada como la nueva, que parece que va a publicar la trilogía completa, tal como anuncia en su web. ¡Parece que es un autor maldito en España! Esperemos que estas dos editoriales valientes y jóvenes, Periférica y ACVF Editorial no resulten gafadas y salgan adelante. Buena faltan nos hacen.

Anónimo dijo...

¡Estamos de enhorabuena! ¡Todos locos por Vallès! Hace unos meses Periférica, ahora ACVF Editorial... Si lo publicara Planeta esto ya sería el acabóse. Yo leí "El niño" hace unos diez años y ahora lo he vuelto a leer en la nueva edición. Es uno de esos libros que ganan cada vez que se leen. Recordaba distinto el texto, y aunque el traductor es el mismo, ya no hay notas de edición crítica y veo que se han cambiado cosas en el texto (supongo que para mejor, como la encuadernación). Estoy deseando que se publique "El insurrecto", porque nunca se ha publicado en castellano. Si lo sé, que me volví loco buscándolo. FELICES FIESTAS.

Anónimo dijo...

El niño es un libro encantador.

Anónimo dijo...

Prefiero un solo Flaubert a todo lo de jules vallés. Al que quiera embarcarse en literatura francesa de verdad, La educación sentimental.
A.

Anónimo dijo...

Frío, frío... El insurrecto se publicó por primera vez en castellano en la editorial de los amigos Mateu, de Barcelona, en la colección Maldoror, en fecha tan lejana como 1970, pero hoy no hay manera de encontrarlo. A saber cómo burlaron la censura franquista. El primer editor de Vallés en España fue Andreu Nin, sí, el del POUM (ver Fundación Andreu Nin, tienen página), allá por los años treinta. Él mismo lo editó y tradujo, pero en catalán. Parece que esto está lleno de especialistas en espeleología bibliográfica...
Felicitaciones a Periférica y a ACVF.
Firmado: Jules Vallès

Anónimo dijo...

Adjuntamos enlace de la presentación del libro en Madrid, el 17 de enero de 2007.

http://www.acvf.es/editorial.html

Anónimo dijo...

CAsi me gustaría decir lo que dijo Zola, que ningún libro me ha sorprendido tanto desde hace diez años. El artículo completo de Zola está en esta página. BEsos a todos y felicidades por la Tomenta en un Vaso. Os sigo.

Anónimo dijo...

alguien sabria decirme si han publicado ya "el insurrecto?