Elia Barceló
Casi muerto es el tercer caso criminal protagonizado por Roy Grace, inspector de policía de Brighton, la conocida ciudad costera británica que uno no suele asociar con el crimen, sino con los veranos atlánticos y los cursillos de inglés. Pero no es necesario haber leído las dos novelas anteriores para entrar en ésta, porque el lector no tiene la sensación de enfrentarse con un mundo cuyas claves han sido establecidas en obras anteriores, como sucede con otros novelistas que usan un personaje recurrente, sino que todo se le va presentando con naturalidad y uno va descubriendo Brighton y las gentes que la habitan gracias a la sencillez y efectividad de Peter James.
Sin grandes alardes estilísticos, pero con buen pulso y una prosa clara y directa, Casi muerto nos ofrece un caso criminal podemos decir “clásico”, en el que el asesinato sucede en las primeras páginas y que se va complicando a lo largo de sus 122 secciones (unas más largas que otras, con un total de 569 páginas), llevándonos por diferentes capas sociales y ofreciéndonos también, además de la pura investigación del caso —como es costumbre en la novela negra desde hace ya bastante tiempo— los problemas personales de la vida del protagonista, el inspector Grace, cuya esposa desapareció sin dejar rastro ocho años atrás y ahora, precisamente cuando está empezando a rehacer su vida con otra mujer, parece haber sido vista en Munich.
El caso criminal que ocupa la novela resulta interesante porque desde el principio el lector sabe que su resolución no es tan evidente como cree la policía basándose en las pruebas de que dispone. Pero es que el lector tiene más datos que el equipo investigador porque a lo largo de la novela aparece otro narrador en primera persona que suministra una información bastante críptica pero que deja claro que aún quedan muchos secretos por desvelar y que la policía no es consciente de ello.
A mí, personalmente, la solución me pareció bastante clara desde la mitad de la novela, pero el misterio está bien llevado y se lee con tensión e interés incluso cuando ya se sospecha, como es mi caso, por dónde van los tiros. Habría que añadir en descargo de James que yo había leído recientemente dos novelas en las que la resolución del caso se basaba en una idea muy similar y esto no tiene por qué sucederle a otros lectores.
Como siempre, recomiendo quitarle al libro la cubierta o al menos no leer el texto porque, en el comprensible intento de captar la atención del posible lector, ofrece demasiada información que sería mejor ir adquiriendo a lo largo de la lectura.
La traducción de Escarlata Guillén es correcta, se lee bien y hay pocas ocasiones en las que uno tenga la sensación de que está leyendo un texto traducido. Sin embargo no acabo de explicarme por qué cada vez que se dice que un personaje iba vestido con esto o aquello, la traductora se empeña en usar “ataviado”, lo que queda bastante grotesco cuando se trata de un personaje que lleva una mugrienta gorra y unos pantalones raídos, por ejemplo; ni por qué cuando sale un objeto de terciopelo –un sillón, pongamos por caso– resulta que es de “velvetón” (“velvet” en inglés), o por qué siempre traduce “purple” por “púrpura” y no por “morado o violeta”. Todo esto habría podido evitarse con un corrector de estilo.
Casi muerto (el título en inglés es mucho mejor, pero casi imposible de traducir al español de modo que suene bien: Not dead enough –No lo bastante muerto) es una buena novela policiaca, con ritmo y tensión, con personajes comprensibles y creíbles aunque a veces no están muy desarrollados —supongo que debido a que, al tratarse de una serie, el autor sabe que tiene más tiempo y más novelas para redondearlos, sobre todo a los secundarios— y que resulta muy agradable de leer. A pesar de que también contiene escenas forenses, como viene siendo habitual, no se hace excesivo hincapié en los detalles macabros, con lo que los lectores más sensibles no tienen nada que temer.
Es también una novela muy cinematográfica en el sentido de que muchas de las escenas están narradas con una técnica que recuerda más a un guión que a una novela y dejan en la mente del lector la sensación de que las ha visto en el cine. No es de extrañar, porque James es también productor cinematográfico y es evidente que su mirada de escritor está dirigida más a lo visual que a lo reflexivo. Alguna exageración en las persecuciones viene precisamente de esta filiación de gran pantalla, supongo, pero acostumbrados como estamos a verlas en el cine, podemos digerirlas sin más.En resumen, una novela muy recomendable para lectores amantes de las novelas criminales clásicas, de ambiente inglés, con personajes muy humanos y motivaciones comprensibles, con buena resolución —tal vez un poco abrupta; a mí me habría gustado un poco más de explicación sobre el asesino y su vida— y suficientes puntos de interés y temas que aún no han quedado cerrados para que uno quiera seguir leyendo casos protagonizados por Roy Grace. ¿Para cuándo la siguiente?