Pedro M. Domene
Las biografías pueden convertirse en novelas, y eso le ocurre a esta curiosa propuesta, Malas palabras (2015), que viene de la mano de Cristina Morales (Granada, 1985), joven narradora que nos había sorprendido con La merienda de las niñas (2008), libro de relatos, y la novela Los combatientes (2013), que relata el proceso para crear un pequeño grupo de teatro en la Universidad de Granada, los ensayos para su primer montaje, más adelante la propia representación y, al mismo tiempo, se nos desvela la historia sentimental de la narradora.
Malas palabras es su segunda novela, y celebra con ella el quinto aniversario del nacimiento de Santa Teresa. Ofrece un fragmento en el que la Santa da cuenta del momento más importante de su vida: aquel en el que, mientras espera que prospere la fundación de su nuevo convento, se dedica a la escritura de los textos que compondrán El libro de la vida. Se trata de un curioso relato que muestra a una Teresa de Jesús madura que se aloja en el palacio de su buena amiga Luisa de la Cerda, en Toledo, a quien consuela por la pérdida de su esposo, y paralelamente, al hilo de sus dos prioridades, la novelista Morales imagina que la Santa redacta unas notas informales en las que pondría de manifiesto la vida llevada hasta el momento, así como sus pensamientos más íntimos, o da respuesta a una atormentada pregunta que se repite a sí misma, de forma insistente, ¿debo escribir que en mi juventud fui ruin y vanidosa y que por eso ahora Dios me premia? La narradora se dirige a su confesor, en primera persona, y también es consciente de que aquellos papeles nunca llegarán a su poder por el contenido comprometido de los mismos; en realidad, aquel puñado de páginas escritas se convierten en un auténtico desahogo de la monja que construye su relato de una forma dispersa, a medida que los recuerdos le vienen a la mente y recurre, a lo largo de sus páginas, a momentos de su infancia y juventud, a los juegos con hermanos y primos y la visión de una mujer que evoca a su madre, fallecida tras uno de sus múltiples partos. La narradora granadina ensaya, más que nada, un retrato más íntimo de la Santa que aparece como una mujer obstinada, astuta, valiente y no exenta de cierta jocosidad y divertida en ocasiones, aunque se siente constantemente vigilada por un mundo de hombres, cuya autoridad eclesiástica le aconseja ser prudente en sus actuaciones y en sus expresiones tanto personales como religiosas.
Cristina Morales reivindica en Malas palabras a una Teresa mujer, religiosa y escritora y sus posibles aciertos, sobre todo de haber gozado de libertad para escribir a su antojo, al tiempo que la joven narradora impone con su escritura ese inquieto desasosiego que inunda a la religiosa desde un punto de vista feminista actual aunque conserva, eso sí, conceptos históricos de la época de la Santa. Un “Prefacio” y un “Postfacio” justifican, de alguna manera, las reflexiones de la madura religiosa y de la narradora Morales, que deja constancia de los avatares e historia de la Vida, un libro calificado por la propia Teresa de Jesús como “mi alma” y “mis papeles”, y añade un original que nunca recuperó ni jamás vio publicado.
La novela/diario-ficción/metacualquier cosa no puede ser más aburrida. Con Los combatientes lanzó sus tres provocaciones y nadie le recogió el guante (ni los del 15-M, ni las feministas ni el del idilio ficcionado). Ahora con este encarguito, ha matado a la santa y nos ha rematado a los lectores...
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