miércoles, abril 01, 2015

Cosas que decidir mientras se hace la cena, Maite Núñez

Editorial Base, Barcelona, 2015. 104 pp. 13,90 €

María Dolores García Pastor

Leí por primera vez a Maite Núñez en Facebook, fragmentos de algunos de sus relatos con los que había conseguido ganar o quedar finalista en algún premio literario. Con la avidez con la que los enfermos de lectura buscamos con qué alimentar nuestras ansias lectoras busqué y rebusqué para leer sus libros pero, ante mi sorpresa y decepción, aún no había publicado ninguno. Afortunadamente, aquellos fragmentos también los había leído un avispado editor que ha decidido reunir todos esos relatos y algunos más en el volumen Cosas que decidir mientras se hace la cena, el primer libro de esta escritora.
Encontramos en este volumen quince narraciones breves o muy breves cuyo nexo común es el universo doméstico. Son la punta del iceberg de algo mucho más grande que la autora no nos muestra, y que es lo que se esconde detrás de la aparentemente anodina e insulsa vida doméstica. Núñez nos lleva con total naturalidad de situaciones dramáticas a otras de un humor bastante negro. Todo cabe en el día a día, tras la aparente normalidad nada es lo que parece.
En líneas generales en la literatura todas las historias están contadas, así que lo que diferencia, lo que hace al escritor, es su manera de contarlas. Las palabras son nuestra herramienta como los pinceles y los tubos de pintura son las del pintor, con ellas pintamos retratos, escenas, paisajes. Y Maite Núñez pinta con pincelada precisa y muy expresiva. Apenas un par para dibujar los personajes y muchos detalles, mínimos pero muy bien hallados. Mención especial merecen la gran visualidad de sus imágenes de las que el libro está lleno, ese patinete que es como una carcasa de gato moribundo, esas ideas que caen del pensamiento como hojas de calendario…
Los quince relatos que conforman Cosas que decidir mientras se hace la cena se escribieron a lo largo de siete años. La escritura, la obra de un autor, evoluciona con el tiempo igual que el propio autor. Sin embargo, en estos relatos, no se aprecia un cambio significativo: el conjunto es homogéneo, armónico y sin fisuras. Y eso se debe a que se han dejado macerar, se han reescrito y se han corregido. Los que escribimos sabemos que escribir es básicamente reescribir, que un buen relato no nace de la improvisación ni de la inspiración del momento. En los textos que conforman este volumen nada queda al azar, no sobra ni un punto ni una coma y cada palabra es la precisa, dice lo que la autora quiere decir, ni más ni menos. Pero al mismo tiempo, y aunque pueda parecer extraño, ese trabajo no se ve, no se aprecia a simple vista, no vemos el andamiaje y eso redunda en la verosimilitud.
El hecho de que algunos personajes como Irene Sims, Elisa Medahlo o Félix Millar aparezcan citados aunque sea de pasada en cuentos que, por decirlo de alguna manera, no son el suyo, o el hecho de que la mayoría de las historias transcurran en ese lugar idílico llamado San Cayetano, y que los personajes se dejen caer por lugares como Angelo’s o d’Alessandro también redundan en la verosimilitud y dan más consistencia al libro como conjunto. También ayuda ese gusto por la ciudad de Londres que se deja ver de tanto en tanto.
Maite Núñez tiene algo que muchos escritores se pasan años buscando: una voz y un estilo propios, además de una prosa madura. Sus cuentos son como rodajas de vida, al más puro estilo de los grandes cuentistas, Carver, Chéjov… En cuanto a los desenlaces, algunos nos vencen por K.O. como decía Cortázar que tiene que ser y otros quedan abiertos para que nos dejemos llevar, cuando cerramos el libro siguen ocurriendo.

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