Salvador Gutiérrez Solís
Más allá de la prima de riesgo, de los mercados, de los valores bursátiles, de las agencias de calificación, del Dow Jones y del IBEX 35; más allá de los rescates, de la recesión, de la crisis, de los paraísos fiscales, de los activos tóxicos y de los mercados. Y no más allá, no, por encima de ellos, está el trabajo, el empleo, que sí es una cuestión que nos afecta a la mayoría, de un modo u otro. En este caso concreto, prefiero definirlo como “empleo”, al que se le suponen una serie de derechos, de retribuciones, aunque sean escasas, mientras que el “trabajo” no tiene semejantes connotaciones. Y de esta clara diferencia pueden dar fe millones de mujeres, especialmente, de las pasadas generaciones, que trabajaron mucho y que no contaron con ningún tipo de reconocimiento a lo largo de sus vidas, empezando por el de sus propias familias.
Hablemos de empleo, incluso de trabajo, para acercarnos a La mano invisible, la nueva novela de Isaac Rosa. Un texto capitalizado (menuda palabreja en este contexto) por un tema tan injustamente tratado por la Literatura como por las diferentes expresiones artísticas, así como por buena parte de la sociedad. Mucho más, si tenemos en cuenta que Rosa no se acerca al mundo del empleo (y hasta del trabajo) desde una perspectiva ensayística o meramente numerativa. No. Rosa nos abre de par en par las entrañas del llamado mercado laboral. La vida invisible nos presenta, se cuela en la piel, del obrero, del currante, del currito, con sus carencias, con sus pretensiones y, sobre todo, con la realidad con la que convive cada día. Y que no es, desgraciadamente, una realidad grata en infinidad de ocasiones.
Descubrí a Isaac Rosa, supongo que como la mayoría, con El vano ayer, una obra tan divertida como sincera y transparente, aunque debo de reconocer que mi fascinación por su escritura no llegó hasta El país del miedo, una de las novelas más intensas y atractivas de los últimos tiempos. Una novela en la que es fácil reconocerse y hasta autorecriminarse, y que nos mostraba a un autor que tiene una percepción milimétrica de la realidad, del verdadero día a día, de nuestras miserias y miedos. Vuelve Isaac a recobrar ese pulso, esa visión microscópica de las cosas en La mano invisible. Y no sólo sorprende por su capacidad de curiosidad, también por la de literaturizar un tema que supuestamente nunca ha formado parte del decorado habitual de la Literatura.
Y como anteriores obras, Isaac Rosa avanza en su proceso evolutivo, en su compromiso con la novela y con la Literatura, en desplegar un sinfín de técnicas y procesos narrativos que nos muestran un autor de una capacidad y caudal cuyo borde aún queda muy lejos. Seguiremos disfrutando de Isaac Rosa y seguiremos los lectores y la Literatura disfrutando de sus nuevas entregas.
Los tiempos se vuelven lejanos como la niebla. Antes había que comer de pie.
ResponderEliminarPues al final no cuentas gran cosa sobre el libro.
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