Trad. Magdalena Ruiz Guiñazu y Antonio Cabezas. Siruela, Madrid, 2008. 205 pp. 16,90 €
Recaredo Veredas
Yukio Mishima (1925-1970) nació, y sobre todo murió, en una época equivocada. El nuevo milenio, gracias al vértigo de las comunicaciones y el triunfo definitivo del espectáculo, resulta mucho más propicio para los exhibicionistas. Tras fracasar en un intento de golpe de estado, motivado por la reivindicación del perdido esplendor imperial de Japón, cumplió el sueño de su vida: suicidarse mediante una técnica ancestral —el seppuku— concretada en sucesivas incisiones en las entrañas. Durante toda su vida y su obra —por ejemplo en “Patriotismo”, uno de los cuentos más relevantes de La perla— había dejado clara su atracción por la iluminación de las vísceras. Si su suicidio hubiera ocurrido en nuestros días, habría interrumpido la programación de la mismísima CNN.
Tan desmesurados actos fueron plenamente coherentes con su ideología e, incluso, con su obra. Mishima idolatraba a su país y a sus tradiciones. La derrota en la Segunda Guerra Mundial y la posterior occidentalización de su tierra le arrastraron hasta la rabia. La representación literaria de lo que consideraba una corrupción imperdonable está íntimamente ligada a la violación de la isla, a la ruptura del aislamiento que concedían las fronteras del mar, brutalmente asaltadas por los vicios de occidente. Así se contempla en dos de sus obras mayores: El rumor del oleaje —una hermosa historia de amor, donde la pureza se mantiene inalterada en una pequeña isla— y la magistral El marinero que perdió la gracia del mar —que muestra las escatológicas consecuencias de la corrupción sobre un marinero tentado por la paz burguesa— y, por supuesto, en algunos cuentos de La perla y otros relatos, como esa preciosa y precisa miniatura que es “El termo”, donde dos japoneses mantienen a flote su identidad en el corrupto L.A. de los años sesenta o en la zozobra adolescente, y un poco borgiana, de “Los siete puentes”. Porque La perla y otros relatos es, ante todo, un magnífico acercamiento a la obra de Mishima, una pequeña síntesis de los conceptos que sustentan su larga obra, donde observaremos todos los extremos y, sobre todo, todas sus contradicciones.
Pese a ser un auténtico nacionalista y reivindicar los aspectos más endémicos de la cultura nipona, como el teatro kabuki o la lentitud de las geishas, y haber llorado con inacabables lágrimas la pérdida de los poderes imperiales del difunto —y extrañamente exculpado— Hiro Hito, Mishima se sentía sumamente atraído por su decadente enemigo. No en vano el relato que da título al libro es una maravillosa comedieta, con tintes vodevilescos, que podría haber sido escrita por el Oscar Wilde más frívolo. Muestra con ritmo perfecto y un magistral dominio del corte de las subtramas y de la psicología femenina, las consecuencias de la pérdida de una perla de escaso valor en una trivial reunión de amigas. Como el Max Ophuls de Madame D utiliza el extravío de un objeto para mostrar los prejuicios y los miedos de toda una sociedad. Incluso esa cumbre de la literatura gore llamada “Patriotismo” —que incluye sin reparo alguno una completa evisceración humana— acumula párrafos muy cercanos a la literatura norteamericana de la época, concretadas en la extrema frialdad, imprescindible para la verosimilitud, que aplica en los momentos más dramáticos. La contradicción aparece incluso en la primera página del libro, donde combina una cita del Baudelaire de los paraísos desconocidos y una evocación de la pureza perdida de una salvaje playa nipona.
La perla y otros relatos es un magnífico acercamiento a un magnífico escritor. Porque tal vez Mishima estuviera absolutamente loco, posiblemente defendiera ideas deleznables, pero también era un narrador prodigioso, que dominaba cualquier registro y combinaba los requisitos de la literatura más exigente con una admirable fluidez. Era y es un autor sumamente actual, que puede deleitar a lectores muy distintos, desde estetas, a amantes del gore, desde apólogos del suicidio a ecologistas radicales. Cualquiera puede encontrar placer, y una vivificante repulsión, en la lectura de Mishima.
Incitante a la lectura tu reseña.
ResponderEliminarMe gustaría saber qué opinión te merece "Confesiones de una máscara".
Sergio B.
Me parece muy interesante tu propuesta. Precisamente estoy enfrascada en la lectura de "El rumor del oleaje" (combinada con Murakami), perfecta para noches de sofocante calor.
ResponderEliminarObra maestra. Sobre todo "la perla". Otros cuentos que no debe ser despreciados son los de Kawabata, "primera nieve en el monte fuji", ahora también en bolsillo.
ResponderEliminarHola Sergio. "Confesiones de una máscara" es una excelente primera novela -aunque sea la segunda-, escrita con un dominio del lenguaje inigualable, pero tal vez desmasiado autobiográfica, demasiado cercana a las obsesiones de su autor. Gracias, Elita. Gracias por la información, Gonzalo.
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