Nada más literario que ofrecer un relato tan incongruente como absurdo, quizá porque la realidad contemporánea es un puro disparate y una novela realista merece contar el mayor de los despropósitos. Juan Aparicio-Belmonte (Londres, 1971) se mueve en ese terreno resbaladizo donde lo ilógico, lo insensato, lo irracional o lo incorrecto desembocan en una visión paradójica de una realidad cotidiana que no deja indiferente a nadie. Buena muestra de lo dicho se convirtió en el disparatado relato Mala suerte (2003), su primera novela, un texto no menos hilarante que su argumento: retrato de la psicopatía cotidiana. Además, aún no contento, insistió en López López (2004), otra perspectiva caricaturesca de nuestra sociedad con personajes que no sirven de modelo social pero que justifican una historia en lo que todo está camuflado. El joven narrador no ceja en su empeño y, en un tercer intento, entrega El disparatado círculo de los pájaros borrachos (2006), quizá la más ácida de sus tres novelas por esa manía suya de mezclar situaciones inverosímiles, personajes absurdos, extravagancias y desatinos, fantasías delirantes y tremendas dosis de ironía para hacernos dudar entre la realidad y la ficción.
Partiendo de tan disparatadas premisas, Aparicio-Belmonte cuenta la historia de Luis, un escritor, que es acusado de dos crímenes y es detenido por una policía, ex-amante del protagonista; y, al mismo tiempo, relata el proceso de elaboración de un manuscrito inédito, en manos del editor, en el que se refiere la llegada al mundo de un Mesías no menos extravagante que los personajes de la historia real. El resto de la novela entremezcla, entre otros muchos sinsentidos, un disparatado anecdotario sobre nuestra realidad más inmediata, con referencias a la actualidad política, económica y social, parodiando algunos de los géneros narrativos más comunes, como por ejemplo el de la novela negra, ya ensayado por el autor, y relata cómo Micol Llagas (alias Sara Lagos) es enviada a Roma en una misión secreta para investigar el complot de las señoras de la limpieza en la sede misma de la Academia de España. Otra curiosidad es que las personas narrativas son hábilmente mezcladas para poder así establecer ciertos paralelismos entre la novela que estamos leyendo, el manuscrito del novelista y la vida o la propia realidad nuestra. Y para que todo quede enlazado, disparate tras disparate, el autor realiza un auténtico artificio de construcción narrativa, con un adecuado ritmo y agilidad en la prosa empleada, la pirueta lingüística y la función sintáctica que, en su base categorial y componente transformacional, ofrece situaciones divertidas como la exposición de vaginas luminosas que dan lugar a una denominada «máquina de deflagración de la sensibilidad femenina» que hará las delicias de los visitantes o escandalizará en la vecina Portugal, la relación misma de la madre con el protagonista y el hermano en coma vegetativo, incluso la asombrosa idea del editor dispuesto a vender el libro junto a un pijama con la efigie del Ché Guevara. En realidad, toda una serie de episodios que no concluyen y, ojo, una dificultad añadida, pues El disparatado círculo de los pájaros borrachos obliga a una lectura atenta y no menos comprometida de un texto convertido en un puro disparate, porque se trata de la sátira social más feroz que nadie pueda esperar.
Un respiro literario, entre alguna que otra mediocridad, que aboga por un finísimo humor con que retratar la locura de buena parte de nuestra colectividad.
¿La más feroz sátira social que uno pueda encontrar? Voy a hacerme con la novela, pero como me hayas engañado, atente a las consecuencias...
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