lunes, octubre 09, 2006

El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer, Antonio Priante

Caoba. Barcelona, 2006. 141 pp. 12 €

Ada Castells

«Ya no me inquieta verme en el espejo», con este triunfo que sólo se puede alcanzar en la madurez empieza El silencio de Goethe. Se trata de imaginar —con base a una cuidada documentación— el último día de la vida de Arthur Schopenhauer. El filósofo alemán del XIX dialoga con su perro y hace un repaso de su vida y sus ideas en un tono íntimo, a veces inflamado; otras veces, humorístico; siempre, con toda la honestidad que puede reflejar el espejo frente a un hombre que ha aprendido a mirarse.
El libro nos permite adentrarnos en la mente de un creador y tomar pulso de sus grandezas y miserias. La tenacidad, el amor al trabajo, la plenitud de dedicar la vida a un proyecto están muy presentes. También la egolatría, la misantropía y, sobretodo, la inseguridad. Lo que más inquieta a Schopenhauer horas antes de su fin es que Goethe, su gran referente, no hizo ningún comentario del libro que él encuentra más fundamental de toda su filosofía. Schopenhauer no entiende su silencio y no se atreve a pensar que es un error de su maestro.
Priante sabe retratar todos los matices de este sentimiento de abandono del creador que al final de sus días ha logrado las alabanzas de las gentes más sencillas pero sólo ha alcanzado la indiferencia de los académicos, que aparentemente no le preocupan demasiado, y de Goethe, que le preocupa obsesivamente.
Sólo un autor que ha sufrido la incomprensión puede reflejar tan bien este trayecto hacia una obra sólida. Esto de la incomprensión no lo digo por un arrebato romántico que me empuje a la exageración. Priante ha tardado ocho años en encontrar un editor para esta magnífica novela sobre el alma de un escritor. Esta tardanza, desgraciadamente, da fe de su calidad.

2 comentarios:

  1. Es una novela entretenida y formalmente impecable. Expone exacta y nítidamente la filosofía de Schopenhauer y cuenta su vida de modo muy plástico.
    Una vez leída le queda a uno la agradable sensación de no haber perdido el tiempo.

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  2. Cuando la leí, aluciné. Magistral.

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