viernes, mayo 19, 2017

Amores imperfectos, Hiromi Kawakami


Trad. Mónica Bornas Montaña
Acantilado, Barcelona, 2016. 144 pp. 15,20 €

Santiago Pajares

Muchas historias de amor no tienen final. Se nos muestra una breve escena, un apunte, un detalle y se queda ahí, esperando que nosotros saquemos algún tipo de conclusión o aprendizaje. Pasa en los libros, en las canciones y en la vida. A veces vuelves la página y sólo encuentras ya la contraportada. La autora de Amores imperfectos comprendió esto hace mucho tiempo. Mi primer contacto con Hiromi Kawakami fue en la que por ahora sigue siendo, para mí, su mejor novela: El señor Nakano y las mujeres, una obra de extraordinaria delicadeza y ternura que acude a mi mente cada vez que abro un libro de literatura japonesa. Ahora la autora nos trae este pequeño volumen de relatos con esbozos de lo que podrían llegar a ser, en caso de eventual desarrollo, novelas completas. En todos los relatos, de una extensión mínima, a veces tres o cinco páginas, Hiromi Kawakami nos habla del amor romántico desde todas sus perspectivas: Amores juveniles, adúlteros (algo muy usual en la literatura japonesa, las relaciones largas como amante en un matrimonio), rupturas de relaciones y algo que me ha sorprendido, relaciones lésbicas tratadas con una especial delicadeza, casi dejando al lector que imagine todo. Pero todas ellas imperfectas, como nos dice el título de la obra. Todas protagonizadas por personajes femeninos y abocadas de alguna manera al fracaso antes de empezar.
Pero hay algo más, y es que Hiromi Kawamaki utiliza estos relatos (o nos sirven a nosotros) como un fiel reflejo de la vida diaria en el país nipón. Cada uno de los 23 relatos está ambientado en sus ciudades, en sus calles, sus trabajos, que les sirven de contexto y entorno para poder desarrollar estas historias fallidas de amor. Con el final de cada relato nos queda una sensación de vacío, de tristeza por lo que pudo ser y no acabo siendo. Nos convertimos así en protagonistas del propio libro. Quien sabe si era esa, y no otra, la intención de la propia Hiromi Kawakami. Como siempre especial atención para la cuidada edición de Acantilado.

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