Premio de poesía para niños El Príncipe Preguntón. Ilust. Susana Román.
Diputación de Granada, Granada, 2016. 80 pp. 10 €
Gracia Iglesias
Aunque nos hayan dicho lo contrario y estemos acostumbrados a la mecánica de las etiquetas y las clasificaciones, la poesía no es un género literario, sino una sensibilidad atenta a las divergencias que alimenta una forma especial de mirar el mundo y se acompaña de una capacidad para transmitir esas emociones tanto a quienes comparten ese modo poético de ver las cosas, como –y esto es lo más difícil de conseguir– a quienes no están acostumbrados a dejarse caer en brazos de ese instinto que, si lo pensamos bien, está en el interior de todos los seres humanos desde el momento en que nacemos pero, tristemente, se suele ir diluyendo, perdiendo o abandonando en el camino hacia la madurez. Por eso es tan importante que la poesía, no como género –insisto, es una equivocación tratarla así–, sino como concepto se convierta en alimento literario de la infancia, es decir, que forme parte de la dieta de lecturas que ofrecemos a nuestras niñas y a nuestros niños al igual que les contamos cuentos y les damos a leer novelitas y relatos. Los niños y niñas llevan la poesía en los genes: la infancia es poesía, y conviene que no pierda el contacto con ella a medida que pasan los años. Para eso están los buenos libros.
Con frecuencia, sin embargo, nos olvidamos de esta necesidad y por eso hay tan pocas editoriales que apuestan por el lenguaje poético y por la etiqueta/género “poesía”. Por fortuna, para compensar, existen premios como el Príncipe Preguntón de la Diputación de Granada que ofrecen una oportunidad de publicar a quienes la practican. La última ganadora de este galardón ha sido la ya consagrada y ampliamente laureada poeta Ariadna G. García quien, con Las noches de Ugglebo, ha puesto de manifiesto la amplitud de miras del jurado de este premio al apostar por un libro que se sale de los cánones convencionales de lo que tradicionalmente se entiende como “poesía para niños”.
Y digo que se sale de lo convencional porque, en primer lugar, Las noches de Ugglebo no es un conjunto de poemas al uso sino un relato, un cuento con inicio, nudo y desenlace en el que se narran las peripecias de un joven búho vegetariano –el dato no es caprichoso– nacido en las regiones polares y decidido a descubrir el origen de los peligros que acechan al mundo animal y que se le aparecen en terribles sueños febriles de carácter premonitorio. Se trata de un relato, sí, aunque escandido en forma de versos bien medidos que confieren al conjunto un ritmo melodioso despojado absolutamente de rima, recurso comúnmente empleado en poesía infantil por sus indiscutibles valores en el aprendizaje, pero peligroso cuando se generaliza hasta el punto de establecer una paridad “rima=poesía” que es reduccionista y nada acertada.
Las noches de Ugglebo es un texto que mece, que acuna con un manto de palabras escogidas de una sonoridad y belleza impecable, con las que la autora construye sutiles metáforas que, junto a la ya mencionada medida de los versos y la propia construcción del libro mediante la fragmentación de la historia en poemas-instantánea, lo alejan de cualquier duda que pudiera surgir sobre su condición de obra poética: porque la poesía no es un género, sino una forma de mirar y de contar el mundo.
Más allá de los aspectos formales del libro, el contenido es un firme elogio a la naturaleza, un alegato ecologista cargado de valores como el respeto al medio ambiente y la conciencia del daño que la humanidad está causando al planeta en el que convive (a duras penas) con otros animales. Todo ello en un entorno polar que es ya casi un emblema en la obra de Ariadna G. García, quien no puede esconder su amor por las tierras nórdicas, protagonistas en sí mismas –más que los propios personajes que aparecen en la obra– de su poemario también premiado La guerra de invierno (Hiperión, 2013); y no en vano el blog de la autora se llama El rompehielos.
Cabe señalar el salto cualitativo en formato y diseño que han dado los libros de El Príncipe Preguntón desde que en el año 2012 se hiciera cargo de su edición directamente el Área de Cultura de la Diputación de Granada. Hasta entonces las obras premiadas veían la luz en la colección Ajonjolí de la editorial Hiperión. El formato de los libros era más pequeño, el papel de peor calidad carecían de solapas y las ilustraciones –más escasas– no eran a color, elementos todos ellos que han sido incorporados en la nueva colección y que mejoran notablemente el aspecto final de la obra publicada. En el caso de Las noches de Ugglebo, las bellas ilustraciones de Susana Román, absolutamente acordes con el tono del relato, completan un hermoso libro que, no obstante, tendrá que enfrentarse al mundo sin el amparo (en lo que a distribución se refiere) de una editorial comercial, y habrá de vérselas con la terrible codificación por edades a la que están sujetas todas las obras de literatura infantil y juvenil, y en la que no encontrará una fácil ubicación, puesto que no es un libro dirigido a los más pequeñitos –objetivo habitual de la mayoría de publicaciones de poesía infantil–, sino orientado a un tipo de lector ya autosuficiente y casi rozando la línea de la literatura juvenil. Confío en que las fuertes alas del joven búho protagonista sean augurio, con todo, de un próspero y exitoso vuelo hasta las librerías de muchos hogares y escuelas.
El libro es maravilloso, recomendable para todas las edades.
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