Stella Maris, Barcelona, 2016. 197 pp. 17 €
Bruno Marcos
Una de las líneas que se ha propuesto desarrollar la nueva editorial Stella Maris es la de rescatar libros que fueron significativos en un pasado reciente. Lo ha hecho hace poco con Historias del Kronen (Finalista del Premio Nadal en 1994) de José Ángel Mañas. Con ello, lejos de sacar simplemente rédito a la nostalgia o a lo ya contrastado, lo que aparece es una buena oportunidad para la relectura crítica y para que los jóvenes conozcan, por primera vez, y juzguen obras que hace poco tuvieron relevancia. Sin duda esto ha de propiciar que reflexionemos sobre la caducidad o la permanencia de la literatura que se produjo en las dos últimas décadas con cierta perspectiva, detectando aciertos y errores.
En cuanto al libro que nos ocupa se trata de la reedición de El burdel de Lord Byron (Premio Azorín en 1998) de Luis Antonio de Villena, que contiene la biografía novelada del poeta y aristócrata británico Lord Byron. El texto se presenta como el relato que una anciana prostituta hace sobre su relación con Byron en forma de conversaciones con un agente de Scotland Yard, incorporando cartas manuscritas del propio Byron.
Temáticamente la historia está al servicio del mundo de Villena, el deseo sin ataduras sentimentales y la búsqueda de la belleza y la intensidad en lo pasajero, siempre en contra de la mayoría. El dandismo de Byron para Villena está presente en un distanciamiento radical de lo convencional y en un esteticismo que prefiere incluso lo ornamental a lo sórdido de la realidad. A lo largo del libro se van sucediendo los episodios sexuales de la vida del protagonista salpicados de ciertas reflexiones de tono pesimista que demuestran una patente insatisfacción.
Villena nos trae un Byron que vive entre picos de euforia y desesperación. Dandy vestido de raso negro y con zapatos de charol rojo que vive en casas llenas de jaulas, con monos, loros, panteras o jirafas en el jardín. Aristócrata barroco de estómago dispéptico que sólo tolera beber agua y comer bizcochos secos. Promiscuo, bisexual, incestuoso, mal padre, peor marido, despilfarrador, envidiado, deseado, imitado. Poeta de demonios bellos que vivió en un mundo en el que todavía se daba crédito bancario a las apariencias y en el que el Lord no cobraba sus derechos de autor porque «un señor no vive de su ocio».
A ratos resultan poco creíbles el lenguaje y las reflexiones de la narradora, una mujer anciana, antigua prostituta, que habla y piensa con el mismo estilo que Byron o Villena. Quien encuentre todo este mundo reflejado en la novela como artificial, alejado de la realidad y del presente hallará la novela inaguantable y empalagosa y la abandonará sin darse tiempo a ver que, precisamente, ese mundo está conscientemente construido a favor de lo artificial, contra el presente y contra la realidad.
Lo mejor, sin duda, de este libro es el dominio que el autor posee de la palabra y los conocimientos culturales que le interesan, con ambos planta los cimientos precisos que sirven para levantar el edificio de la disidencia esteticista y hedonista. Un lugar que, pareciendo superficial, se asienta sobre verdaderos abismos nihilistas: «El mundo es un redil de imbéciles, —afirma en un momento dado el protagonista— un cuento contado por un loco, lleno de ruido y furia y que no significa nada».
Villena escribe esta novela como Polidori, el médico y amigo de Byron, dice que vivía, pegado al Lord, porque con él estaba lo más cerca que se podía de la vida.
Pues a tomar nota. Voy a hurgar más por aquí.
ResponderEliminarVoy a hurgar más por aquí.
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