Los libros del Lince, Barcelona, 2015. 320 pp. 19,90 €
Miguel Sanfeliu
Yoro, misterioso título el de la primera novela de Marina Perezagua, tras los muy recomendables libros de relatos Criaturas abisales y Leche. ¿Qué o quién es Yoro? Yoro es el nombre de una niña, una niña que no es la protagonista de la historia, pero que canaliza todo lo que aquí se cuenta. La narradora es una mujer identificada como H, que va desgranando una historia terrible ante los ojos del lector con frialdad y precisión. Marina Perezagua, hay que advertirlo, no es una escritora amable, de tramas ligeras o intrascendentes. Uno debe estar preparado para enfrentarse a una prosa dura, a unas situaciones que duelen. Aquí vendría a cuento reírnos un poco del típico debate que enfrenta una supuesta literatura femenina y otra masculina, pero lo dejaremos para otra ocasión.
H es una mujer que ha sobrevivido a la explosión atómica que asoló Hiroshima, una mujer compleja, atormentada, que en las primeras páginas se dirige a alguien a quien identifica simplemente como "Señor", alguien que parece ha de juzgarla por un crimen. A partir de aquí, la historia comienza con un incendio en un campo de refugiados en el que H está con Yoro, un incendio que es, nos dice, el final de una búsqueda que ha durado cincuenta y cinco años. Y entonces sí, un tercer salto atrás para contarnos la historia de esa búsqueda, su amor por un americano llamado Jim que fue prisionero de los japoneses, su sexualidad traumática, su amistad con S, el transcurso, en fin, de un periplo incierto que sirve para repasar un periodo lleno de crueldad y sordidez.
Marina Perezagua se ha embarcado en un proyecto de gran ambición, una novela de más de trescientas páginas, con aspiración totalizadora en cuanto a las inquietudes e intereses de la autora. Ha urdido una trama desde la que poder hablar de los horrores de la guerra, de la crueldad del ser humano, pero también de la esperanza de la redención, del amor incondicional como motor de heroicidades.
Su estilo resulta fluido y muy eficaz, al servicio de una descripción aséptica y, por tanto, cargada de fuerza. Una muestra de la precisión de la autora a la hora de enfrentarse a imágenes atroces la encontramos en el siguiente párrafo: «La presencia de tantos hombres amontonados hizo que las maderas del barco comenzaran a absorber la humedad, rezumando gotas compuestas por el sudor de los prisioneros. La sed empezó a ser tan insoportable que los hombres comenzaron a lamer en las maderas esas perlas de agua hechas del sudor colectivo».
Se suceden las escenas con un aire casi onírico, imágenes perturbadoras por las que transcurre esta sucesión de horrores, de rabia, de denuncia. Un periplo que tiene su inicio en la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima y llega hasta las minas africanas donde se extrae el uranio, el principal componente de aquella bomba. Un catálogo de situaciones espeluznantes que dejan claro que a la autora no le interesan las tramas amables sino los gritos que surgen de la indignación ante la sinrazón de la crueldad.
Yoro es un libro interesante y, sobre todo, la prueba de que Marina Perezagua es una escritora que va a seguir dando que hablar y de la que se pueden esperar aún obras de gran calado.
A tomar nota.
ResponderEliminarLeyéndolo estoy. Impactante
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