José Miguel López-Astilleros
Jean Paul (1763-1825) es uno de los autores alemanes menos traducidos en España. Hay que felicitar a la editorial Nórdica Libros por poner a nuestra disposición dos de sus mejores nouvelles, con motivo del 250 aniversario de su nacimiento. No obstante, desde el año 2010 se han venido publicando algunas de sus obras, entre las que destaca Elogio de la estupidez (2012), en las editoriales Ediciones Sequitur y Cómplices Editorial; mientras que La edad del pavo, editada en 1981 por Alianza Editorial, permanece agotada. Esperemos que los editores españoles no tarden en poner en circulación otros títulos, como Titan.
Su verdadero nombre era Johann Paul Friedrich Richter, pero adoptó el pseudónimo de Jean Paul en homenaje a su admirado Jean-Jacques Rousseau. Fue un hombre controvertido y marginado dentro de los ambientes literarios de su época, junto con Heinrich von Kleist y Hölderlin. Jean Paul era de origen humilde, su infancia y juventud estuvieron determinadas por una educación muy estricta y por el hambre, algo que tendría una influencia decisiva tanto en su personalidad como en su obra. Comenzó estudios de teología, que abandonó en desacuerdo con todo el entramado universitario imperante. Tras alcanzar el éxito con su novela Hesperus, fue invitado por Schiller y Goethe a Wiemar, pero pronto surgieron las desavenencias entre ellos; del segundo llegó a decir “El carácter de Goethe es horrible: el genio sin la virtud es perecedero”. Su obra gozó de gran popularidad (llegó a contar con 300.000 lectores, una cifra enorme teniendo en cuenta que sólo el 15 por ciento de la población sabía leer). Swift, Sterne, Richardson y Rousseau fueron sus modelos y lecturas favoritas. Ha influido a su vez en escritores como Arno Schmidt y Günter de Bruyn, ya en el siglo XX.
Hay una literatura que sólo pretende entretener, pero hay otra que además de esto aspira a enseñar, a analizar la sociedad de un modo crítico y a mostrar las profundidades del ser humano, todo ello sin renunciar a una cuidada propuesta estética. A esta última pertenece la literatura de Jean Paul. En El viaje del rector Florian Fälbel se nos cuenta un viaje escolar de unos alumnos tutelados por el rector Fälbel, un personaje cómico, ridículo a veces. A través de él se critica los programas educativos de los liceos y sus métodos basados en la memorización, los viajes escolares tan de moda entonces o la falta de una formación sólida del mismo Fälbel, así como la pedantería y la utilización excesiva de las citas eruditas, muy presentes en esta obra, pero que gracias a las notas de Isabel Hernández nos facilitan la comprensión del texto y la interpretación satírica de las mismas.
En el protagonista de Vida del risueño maestrillo Maria Wutz se pueden distinguir dos dimensiones: la social y la intelectual. En la primera, Wutz es un maestro con una formación deficiente, condenado a ejercer su profesión en un pueblo con un sueldo mísero, a esto se une el no poder aspirar a un puesto mejor, porque el noble del lugar designa a su arbitrio quienes los deben ocupar, siendo normalmente desempeñados por gente incapaz y sin preparación alguna. Por otra parte, intelectualmente tampoco podrá progresar debido a sus carencias formativas. A pesar de todo ello, Wutz no deja de ser feliz en todo momento, y este hecho es el que dota a la obra de una ácida crítica, debido a la diferencia que hay entre su concepción subjetiva de la vida y la realidad exterior. Hay que hacer notar que algunas de las situaciones a las que se enfrenta el maestro son autobiográficas, no en vano Jean Paul también ejerció como tal, aunque el autor se encarga de que no lo identifiquemos con su personaje, del que lo separa su actitud vital. Y finalmente, la narración de la muerte de Wutz está llena de un sentido lirismo conmovedor, que nos hace reflexionar sobre la naturaleza de la muerte y la felicidad.
El humor, la sátira, la parodia y la ironía son procedimientos muy habituales y estimados por Fälbel para ejercer la crítica ingeniosa y mordaz de su tiempo. Estas dos singulares nouvelles son un buen ejemplo, y harán las delicias de quien sienta curiosidad intelectual. El libro concluye con la inclusión de un magnífico epílogo de Isabel Hernández.
Gran crítica!
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