Francisco Estévez
Tras la novela Querida Hija (2000), no carente de un fino humor y sabia utilización de la distancia crítica para reconstruir al hombre moderno a base de epístolas sin respuesta, nos llega La codicia de Guillermo de Orange, de Germán Gullón, quien amén de escritor empedernido, profesor y galdosista de prestigio, es un reputados crítico literario de nuestro país, no sólo en periódicos, sino con una extensa obra ensayística al respecto y sin desperdicio con la que últimamente ha puesto los puntos sobre las íes a más de un tema embarazoso.
Esta última novela del crítico narra la incrustación de las antiguas ideas racistas del príncipe rebelde Guillermo I de Orange en la mente de varios empresarios holandeses actuales que pretenden sacar tajada deshonesta con el desprestigio a España. Su talón de Aquiles podría ser la menor de sus fechorías: el desagravio en un torneo de hockey femenino donde la selección española debiera quedar a la altura del betún como compensación por la derrota del mundial de futbol en 2010. Solo Ellen, ayudante de la entrenadora española, podrá tirar del ovillo y desenmascarar la impostura.
El libro parece escrito ayer al tratar tantas cuestiones palpitantes de nuestros días como la tapadera de empresa cultural Orange Gevoel, que patrocina hockey implicando en sus actividades a la Casa Real, «el cacareado recurso de publicar los sueldos de los administradores, [que] no afectaba en absoluto a su conducta», la feroz privatización de servicios públicos, la desregulación de los mercados, los oligopolios de calificación norteamericanos, las especulaciones para hundir los bonos españoles. Y de soslayo, el papel social desempeñado por la prensa, la vida sin contenido y rellenada por el consumo desatado. Pero también algunos de los efectos laterales de la crisis financiera y de cómo afectan al cambio de actitud con retrocesos en la tolerancia y la vuelta a un siglo más oscuro y nefasto donde los españoles eran tildados de “marranos”. Todo nos suena demasiado cercano porque la novela se nutre de la realidad circundante, donde los ciudadanos europeos de a pie no encontramos en los políticos la respuesta a los problemas sociales. Y en definitiva, nos pone frente a una adicción de nuevo cuño pero que funciona con los viejos resortes de siempre. El miedo, el fanatismo, la avaricia.
La novela está trabada con esmero y pícara dosificación. Hay páginas excelentes: el comentario de una reunión del World Economic Forum vertebrada por una metáfora púgil sostenida con validez durante páginas, el partido final de hockey que desvela el magisterio narrativo de Gullón, etc. El uso inteligente de los distintos puntos de vista del narrador, las pinceladas descriptivas de los personajes, la psicología para detectar los cambios gestuales entre centroeuropeos y mediterráneos. Las elegantes y eficaces elusiones. Además, por toda la novela late con firmeza el español de buena ley con neologismos ingeniosos (Ponciopilatada), la revitalización de expresiones manoseadas con leves modificaciones (candar el pico) o la revitalización de palabras hermosas y eficaces (encastillado).
Estamos ante un texto que se ofrece como invitación a la resistencia. Una forma de escribir novela sin concesiones, que mira de frente la disociación entre la casta política, algunos corrompidos banqueros, la codicia infinita de algunos empresarios y, por otro lado, la gente de a pie. La propuesta aquí resulta interesante pues este mismo libro constituye parte de una tercera opción: la voz del pueblo, en la actualidad ahogada por los políticos y raptada por los banqueros. Esas voces del crítico, del profesor, del erudito, del periodista, del intelectual, entre otros, conforman un crisol que convenimos en llamar la voz del pueblo. Un debate de las cuestiones nacionales y europeas con honestidad no puede prescindir de dicha voz. La novela considera al lector participe pues queda implícito entre líneas este apasionante diálogo con los lectores establecido por ese testigo certero de nuestro tiempo que es Gullón.
Hay entre nosotros una novela que, además de como alambicado arte, se plantea la literatura como una manera poderosa y sugerente de proponer una actitud crítica y honesta ante la realidad, una forma alternativa de reflexionar sobre los temas que nos rodean, de cuestionar y acaso entender la realidad que nos toca vivir. Si como dice Vargas Llosa "Leer un libro nos ayuda a entender la injusticia", esta novela es una de ellas. Además Gullón anuncia una nueva novela titulada Aurora y en el telar faena una biografía de Pérez Galdós que todos esperamos como agua de mayo.
Gracias por la reseña, porque de no haberte leído posiblemente este libro se me hubiera pasado por alto. Un saludo.
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