jueves, marzo 28, 2013

Frutos extraños, Leila Guerriero

Alfaguara, Madrid, 2012. 408. 18,50 €

Miguel Sanfeliu

Por regla general, cuando uno oye hablar de Nuevo Periodismo, piensa en los escritores norteamericanos, piensa en Tom Wolfe y en su antología fundacional publicada a principios de los setenta en la que reunía textos de Terry Southern, Rex Reed, Joe McGinnis o Norman Mailer, entre otros; piensa también en Truman Capote y su novela de no ficción A sangre fría; O piensa en los reportajes de Guy Talese; o en nombres como John Lee Anderson, Linda Wolfe o Janet Malcolm. Todos ellos incorporan materiales literarios a la labor periodística. No es raro que el autor sea el protagonista de su propio reportaje o, al menos, que tome una postura activa en el mismo. A la nómina de estos autores, junto a nombres como Rodolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez o Rodrigo Fresán y Martín Caparrós, hay que incluir a Leila Guerriero. Su libro Frutos extraños recoge una variada muestra de sus crónicas.
El libro está dividido en tres partes: Crónicas y perfiles, Discusiones y Sobre el periodismo, en los que se agrupan textos que dejan claro que estamos ante una excelente escritora, impulsada por una curiosidad inagotable, que persigue en una realidad compleja y llena de matices las huellas de sus historias, con seriedad y precisión, consciente de que es imposible descubrir las respuestas y que siempre hay que respetar la presencia de la duda. Utiliza los mecanismos de la ficción, recursos literarios y cinematográficos, para tratar de captar lo que define como la esencia de la esencia de la realidad. Crónicas que nacen por el deseo de conocer, el intento de entender y la necesidad de contar historias.
En Crónicas y perfiles encontramos reportajes que nos muestran personajes abocados a la desgracia, al horror, retratos de gente cuyas opiniones despiertan nuestro interés de inmediato, recorridos por el lado más vulnerable del ser humano. Guerriero se acerca a las historias con determinación, con curiosidad y respeto, y consigue colocarnos en el lugar de los protagonistas, escuchamos sus voces y las voces de testigos que se cruzan en la historia, seguimos el hilo argumental que nos propone una autora dispuesta a no juzgar, a colocarse en el lugar del otro, a transportarnos a vidas desgarradas, a incomodarnos y a recordarnos que los seres humanos, pese a sus circunstancias, no somos tan distintos unos de otros. Un gigante que estuvo cerca de alcanzar la gloria como deportista y que vive en la miseria, un cardiólogo que es doble de Freddie Mercury, la entrañable entrevista con Homero Alsina Thevenet poco antes de su fallecimiento, una joven que mata a puñaladas a su bebé recién nacido, una completa visión del mundo de la venta directa, el reencuentro de familiares separados por una dictadura atroz, historias de superación, existencias marcadas por una tragedia o por un destino que suele mostrarse caprichoso e impredecible. En La voz de los huesos, que recibió en 2010 el premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, nos habla de un grupo de antropólogos forenses encargados de identificar cuerpos víctimas de ejecuciones o asesinatos. Este es uno de los textos más impactantes del libro, el día a día del equipo de trabajo que identificó los restos, por ejemplo, de Marcelo Gelman, hijo del poeta Juan Gelman, de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, o del Ché Guevara. Y así es la mirada de Leila Guerriero, certera a la hora de seleccionar los detalles, de posar su mirada y transmitirnos aquello que a veces uno no puede verbalizar.
Discusiones nos ofrece una serie de textos en los que la autora se posiciona ante diversos asuntos, y destaca esta parte tanto por la forma de narrar, por la estructura de los textos, como por la frescura de las opiniones. Cuando habla sobre los fanáticos de la salud, escribe: Ser saludable ya no es opción, es tiranía. Un modo extremo —altamente intolerante— de religión. Sobre lo que significa ser mujer: No me siento parte de ese continente femenino formado por compradoras compulsivas, fóbicas al ginecólogo, temerosas de los años, necesitadas de palabras de amor después del sexo. Sobre las visitas guiadas: Los city tours son la excrecencia inofensiva de una ciudad a la que se la ha quitado lo feo, lo sucio, lo desprolijo, para que reinen (como en una cárcel) el tedio, la rutina, la ortopedia, la obediencia, la multitud y la organización. Y, en el último texto de este grupo, encuentro una frase que me parece define muy bien la toma de postura de esta escritora: Decir que no, allí donde todos dicen sí, conlleva un riesgo. Y es evidente que Guerriero no teme los riesgos, es más, parece sentirse atraída por ellos.
Por último, la tercera parte, titulada Sobre el periodismo, ofrece unos textos que, por sí solos, justificarían la lectura de este libro. Una lección de periodismo, desde la primera persona, desde la experiencia y la pasión, sin pontificar, sin prepotencia. Una declaración de amor por un oficio lleno de retos, que ha de llevarse en la sangre y abordarse con pasión. Yo soy periodista —dice Leila Guerriero— pero no sé nada de periodismo. Lo dice casi al final del libro, cuando ya nos ha quedado claro que sabe de periodismo y mucho. Se define como una autodidacta absoluta, un dinosaurio: una periodista salvaje. Y es una excelente definición de este libro narrado con una entrega evidente, cuyas historias transcurren impulsadas por la inagotable curiosidad de la autora y se abordan con valentía y sinceridad.
Se encuentran excelentes relatos en este libro de crónicas. Historias que nos dibujan una sonrisa o nos retuercen el estómago y nos sobrecogen el alma. Historias narradas por una mujer empeñada en ponernos delante de las narices nuestras miserias y nuestras grandezas, los interrogantes de lo que nos hace humanos. Un libro que no sería justo que pasase desapercibido. Una lectura que no deja indiferente.

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