Victoria R. Gil
Precursores de un siglo XX en el que la narrativa corta reinará sobre todo el continente americano, los autores reunidos en esta antología por Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan anuncian el nacimiento de una nación literaria de vocación cuentista en el territorio que sólo cuarenta años atrás fuera colonia británica. Herederos y renovadores a un tiempo de la tradición europea, contribuyeron a crear el relato moderno que daría frutos como Ernest Hemingway, Flannery O’Connor, Truman Capote, John Cheever o Raymond Carver, entre otros, y que sigue muy vivo hoy en nombres como Alice Munro o Lorrie Moore.
Dieciséis escritores, unos famosos y otros desconocidos, y más de un siglo de historia norteamericana, con mayúscula y sin ella, nos aguardan para ser disfrutados en este libro que se abre en 1819 con el que es para muchos el padre de la narrativa breve norteamericana, Washington Irving, y se cierra en 1934 con Edith Wharton, excepcional retratista de la alta sociedad neoyorquina. Entre ambos, una selección de autores que no sólo consolidaron un género literario tan genuinamente americano —desde Canadá hasta Chile—como es el cuento, sino que fueron la avanzadilla de toda la narrativa que se ha escrito en los Estados Unidos en los últimos cien años: Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe, Herman Melville, Mark Twain, Henry James, Jack London…
La moral puritana, el costumbrismo local, la naturaleza —más que salvaje en gran parte del país—, la aventura y la batalla, con la guerra de secesión muy presente, son algunos de los materiales con los que estos autores conseguirán, como lo hiciera antes el país, independizarse al fin de la vieja Inglaterra. Como recuerda Santiago Rodríguez en el prólogo, a principios del siglo XIX, «Europa mantenía aún la pátina de la respetabilidad cultural (…) y si algún escritor quería triunfar debía fijarse en Europa e incluso escribir sobre temas europeos y a la manera europea». Una situación que tiene las horas contadas cuando Poe «se lanza a escribir con una clara conciencia de que son algo nuevo y distinto a lo anterior», capaces de reformular el género y de crear modalidades de tan largo recorrido como el cuento policíaco y el de ciencia ficción.
Quizás el relato permitiera a estos escritores dibujar mejor ese nuevo país que aún está aprendiendo a serlo y cuya población, aislada y dispersa, carece de una referencia social clara. O tal vez, como apuntan algunos estudiosos del tema, simplemente resultaba más sencillo dar salida a un cuento en una publicación periódica que a una novela en una editorial al uso. Sea la razón una sola o la conjunción de varias, el siglo XIX norteamericano transcurre por la mágica visión de la naturaleza de "Una garza blanca" (Sarah Orne Jewett); el fantástico poder de la mente y el impacto de la guerra de "Suceso en el puente de Owl Creek" (Ambrose Bierce); la reflexión casi filosófica con el arte como excusa de "Lo auténtico" (Henry James), y la supervivencia en un entorno hostil que debe ser dominado de "Hacer un fuego" (Jack London), por citar sólo algunos de los caminos seguidos.
Pero una de las aportaciones más valiosas de este libro es la decisión de incluir a varios escritores ignorados por el gran público, aunque no todos sean inéditos en nuestro país, la mayoría, además, mujeres que añaden un punto de vista nuevo y personal a este catálogo cuentista. De ellos destaca el inquietante "El papel de pared amarillo", de Charlotte Perkins Gilman, por su lograda habilidad para mostrar, desde dentro, el progresivo deterioro mental de una persona y revelar a la vez la tutelada vida que deben soportar las mujeres de la época. Todo ello a través de una narración que provoca un creciente desasosiego y abre un abanico de preguntas de difícil resolución.
Pioneros es, en definitiva, no sólo esa antología de relatos estadounidenses del siglo XIX que aspira a reconsiderar el canon literario, como asegura su editor, sino la oportunidad perfecta para descubrir a un puñado de autores que forman parte también de ese germen que hará posible la gran eclosión de la narrativa breve que llegaría un siglo después.
A Menoscuarto habría que ponerle un monumento. Todo lo que publica está tocado por la gracia. Esta antología es la más completa sobre cuento americano, y el ensayo preliminar de Guerrero-Strachan es estupendo. Que aprendan otras editoriales oportunistas lo que es una antología seria.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Cualquier editorial que además apueste por el cuento como ellos merece un aplauso.
ResponderEliminarPues, muchas gracias a Pedro y a Juan Carlos, por la pequeña parte que me toca. Esperamos que también os gusten los próximos libros: `Gingival´, prosas brevísimas de Ferrer Lerín, y la antología del nuevo microrrelato español, titulada `Mar de pirañas´. Saludos.
ResponderEliminar