Miguel Baquero
1971, Estados Unidos. Todavía reciente el “verano del amor” californiano, y en los oídos aún el eco del famoso festival de Woodstock, es el momento de preguntarse por el origen de ese fenómeno llamado “hippy” que ha pasado como un ciclón por la realidad norteamericana. Un periodista, Bruce Cook (1932-2003), crítico literario del National Observer, cree haber encontrado las raíces de esa súbita explosión de vida alternativa, de rebeldía refractaria a cualquier norma, de manera de estar en el mundo radicalmente distinta a la “conveniente”. Para Bruce Cook, el origen de los “hippies” se halla en unos escritores que hace no demasiado tiempo tuvieron éxito, estuvieron en la cumbre, pero casi de la misma forma rápida en que ascendieron volvieron a caer. Habla de los “beats”, unos autores que comenzaron a publicar en torno a los años 50 y cuyas propuestas estéticas y predicamentos de vida tenían mucho que ver con los de esta nueva generación que acaba de alterar a sus compatriotas y al mundo entero.
Esto, que hoy nos puede parecer hasta elemental, aún suponía un descubrimiento en los años 70, no tanto por la poca claridad de las pistas como por el olvido, para el gran público, en que habían caído los escritores “beat”. El libro de Cook, nacido, como se ha dicho, del intento de buscar el origen del movimiento “hippy”, se convierte en toda una crónica, posiblemente la más completa que se ha escrito, del movimiento “beat”. Siguiendo un método de periodismo literario, Cook cuenta con la ventaja, que estuvo vedada a autores posteriores, de poderse entrevistar con algunos de los supervivientes de aquella generación y obtener de ellos testimonios de primera mano, en algunos casos “in extremis”, por ejemplo en el caso de Kerouac, con quien se entrevista en su retiro de Lowell, en Nueva Inglaterra, apenas unos meses antes de que fallezca. Igualmente, en el libro se pueden leer entrevistas con escritores como Ginsberg, Burroughs, McClure o Gregory Corso, nombres capitales del “beat”.
Lejos de seguir una investigación fría y objetiva, periodista en el sentido más neutral de la palabra, la crónica de Cook cuenta con dos valores añadidos, como son la implicación del autor en el tema, la solidaridad y la admiración que pronto demuestra tener hacia los promotores del movimiento “beat”; y como son también los elementos de crítica literaria que vierte en el libro, las valoraciones estéticas sobre algunas de las principales creaciones de estos novelistas y poetas. El resultado es un libro cálido, entusiasta, una crónica que transmite en gran manera la fiebre que asalto a aquellos jóvenes underground que un día se propusieron enfrentarse a la cultura establecida. Los “beat” buscaron una forma de expresión radicalmente opuesta al academicismo y a la árida virtuosidad de quienes se tenían por los escritores formales, y mucha de la rebeldía, de la rabia, del afán rompedor de aquellos autores se ha trasladado y pervive en esta crónica, que enseguida (y por fortuna) toma partido por ellos.
Lejos de seguir una investigación fría y objetiva, periodista en el sentido más neutral de la palabra, la crónica de Cook cuenta con dos valores añadidos, como son la implicación del autor en el tema, la solidaridad y la admiración que pronto demuestra tener hacia los promotores del movimiento “beat”; y como son también los elementos de crítica literaria que vierte en el libro, las valoraciones estéticas sobre algunas de las principales creaciones de estos novelistas y poetas. El resultado es un libro cálido, entusiasta, una crónica que transmite en gran manera la fiebre que asalto a aquellos jóvenes underground que un día se propusieron enfrentarse a la cultura establecida. Los “beat” buscaron una forma de expresión radicalmente opuesta al academicismo y a la árida virtuosidad de quienes se tenían por los escritores formales, y mucha de la rebeldía, de la rabia, del afán rompedor de aquellos autores se ha trasladado y pervive en esta crónica, que enseguida (y por fortuna) toma partido por ellos.
Para Cook, los “beat” representaron, en su momento, no sólo la plasmación del genio norteamericano, basado en la individualidad y siempre reacio a las normas impuestas con todo su peso por las grandes organizaciones superiores, sino también la realización de un inconformismo que debería ser consustancial a la juventud. De ahí, posiblemente, su éxito fulgurante en los principios, y la difusión que el movimiento tuvo por toda Europa y el resto del mundo (para asombro a veces del propio Cook, que no esperaba esa repercusión fuera de Norteamérica). Tal vez es por eso, porque los “beat” tocaron esa fibra eterna, ese ansia de perpetua renovación en cuyo fondo se asienta la verdadera poesía, por lo que hoy, tantos años después, los escritores “beat” se han hecho un lugar en la literatura, condenando al olvido a todos aquellos escritores sosos y académicos que en su momento se burlaron de ellos y pretendieron ostentar el verdadero gusto, tan contrario a estos locos inspirados que cantaban a las drogas, al sexo y a la vida en libertad.
A manera de ejemplo, baste extraer lo que uno de los más afamados miembros del poder literario de entonces escribe a su vuelta del celebre recital de la Galería Six, de San Francisco, donde Allen Ginsberg acaba de leer por primera vez su enorme poema Aullido:
«Allen Ginsberg, con sus poemas que nunca demuestran suficiente talento ni mucho trabajo (…) tiene, de todos modos, contra la mayoría [de los poetas que intervinieron] el mérito de estar cruelmente justificado por su perturbación mental.»
Muchas gracias por el descubrimiento, no conocía este libro editado por Ariel y me apetece bastante tenerlo para saber un poco más sobre la generación beat. Un saludo.
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