Paréntesis, Sevilla, 2011. pp. 532 pp. 17 €
Ángeles Prieto
En una visión de conjunto sobre la narrativa española actual, el lector bien informado mediante la red y los suplementos culturales, puede observar perfectamente como ésta parece avanzar mediante pelotones de ciclistas de manera compacta. O al menos es así cómo los autores son promocionados por unas leyes de mercado que impone colocar importantes figuras en primera línea, difícilmente sustituibles, seguido de un grueso conformado por los artífices esforzados del libro anual, muchos de los cuales más que avanzar, a veces retroceden. Y una cola trasera a la que suelen incorporarse figuras mediáticas populares, de corta vida literaria, aunque también pueden ascender al primer pelotón alguna pluma esforzada de otros grupos quejosos de no recibir la atención que merecen, como los especialistas del relato corto o algún poeta. Todo esto expuesto en líneas generales, pues en ocasiones nos sorprenden además algunos escapados, generalmente por la vía del humor o la confesión íntima, que generan asombro, diversión y el general aplauso. Pero la normalidad, lo previsible, la ayuda y el respeto mutuo entre los escritores españoles suele ser la tónica, lo que nos muestran. Al contrario de lo que ocurre en ese pelotón trasero de los cuentistas, mucho más bronco al sentirse menos mimados por el mercado, donde actualmente las antologías saturan los estantes y provocan diferencias entre ellos, con el efecto de desorientar muchísimo al lector sobre quiénes deben ser, o no, leídos.
Pero lejos de este panorama que conforman los agentes y las grandes editoriales, donde a pesar de las fanfarrias pocos son los que logran vender de manera masiva y mucho menos exportar, nos encontramos con algunas figuras literarias que a mí me producen cierto interés admirativo. Me refiero a los que generalmente no parecen utilizar las bicicletas promocionales de los agentes, ni pertenecen a ningún equipo en competición, los corredores de fondo que han logrado permanecer durante años en las pistas con una narrativa sólida, de estilo único, ajena a modas, y cuya principal representante quizá sea esa Ana María Matute genial que sólo al final ha logrado su gin tonic mayor del merecido reconocimiento. Aunque también podemos ver correr por ahí a algunos varones de respiración apasionada de los que sólo citaré, más que nada por falta de memoria, a tres: don Mauricio Wiesenthal, José Manuel Benítez Ariza y José Vicente Pascual.
Estos dos últimos autores han publicado recientemente en Paréntesis, una editorial andaluza en alza dispuesta a darnos a conocer voces nuevas y rescatar del olvido mediático a otras tantas. Y como en las librerías andaluzas, los libros siempre se ordenan y localizan por editoriales, observaremos que esta novela que nos ocupa, Los fantasmas del Retiro de José Vicente Pascual, es la que ostenta el lomo más grueso de todas ellas. Una larga novela de suspense sólida, de argumento verdadero pero inverosímil, que intenta acercarnos a la postguerra madrileña en los años cincuenta, con el aliciente literario de presentárnosla de manera mucho más original y disparatada de lo que hemos venido leyendo hasta ahora.
Porque en ella, un personaje político anacrónico de la Transición, Silvano Cervera, nos rememora su juventud estudiantil en ese Madrid de antaño al que le costaba tanto levantar cabeza, con aquella Brigada político social controlándolo todo. O casi todo. Y es a partir de este casi, donde arranca la astronómica historia de Silvano y la trama singular y compleja de esta novela, que mucho nos guardaríamos de desvelar en esta reseña.
Una buena opción para acercarnos a la obra de José Vicente Pascual, que supone darnos de bruces con un autor prolífico y constante, un auténtico corredor de fondo literario, caracterizado por sus metáforas siempre originales, tantas veces castizas, donde prima el buen humor, un seguro optimismo hacia la vida y una mirada bastante aguda. Y una oportunidad para no quedarse ahí y conocer después su considerable obra narrativa, porque en ella no hay que perderse, so pena de perder momentos gloriosos de lectura, la exitosa novela histórica Juan Latino (1998), otra reflexión sobre la postguerra muy diferente a ésta y muy aplaudida por la crítica, El país de Abel (2002) y el homenaje al tango que efectúa en la conmovedora Palermo del cuchillo (1995). Sólo así comprenderemos porqué merece la pena editar siempre y cuidar con mimo, a los que avanzan aparte, a los auténticos y esforzados rara avis de nuestra farándula literaria.
Ángeles Prieto
En una visión de conjunto sobre la narrativa española actual, el lector bien informado mediante la red y los suplementos culturales, puede observar perfectamente como ésta parece avanzar mediante pelotones de ciclistas de manera compacta. O al menos es así cómo los autores son promocionados por unas leyes de mercado que impone colocar importantes figuras en primera línea, difícilmente sustituibles, seguido de un grueso conformado por los artífices esforzados del libro anual, muchos de los cuales más que avanzar, a veces retroceden. Y una cola trasera a la que suelen incorporarse figuras mediáticas populares, de corta vida literaria, aunque también pueden ascender al primer pelotón alguna pluma esforzada de otros grupos quejosos de no recibir la atención que merecen, como los especialistas del relato corto o algún poeta. Todo esto expuesto en líneas generales, pues en ocasiones nos sorprenden además algunos escapados, generalmente por la vía del humor o la confesión íntima, que generan asombro, diversión y el general aplauso. Pero la normalidad, lo previsible, la ayuda y el respeto mutuo entre los escritores españoles suele ser la tónica, lo que nos muestran. Al contrario de lo que ocurre en ese pelotón trasero de los cuentistas, mucho más bronco al sentirse menos mimados por el mercado, donde actualmente las antologías saturan los estantes y provocan diferencias entre ellos, con el efecto de desorientar muchísimo al lector sobre quiénes deben ser, o no, leídos.
Pero lejos de este panorama que conforman los agentes y las grandes editoriales, donde a pesar de las fanfarrias pocos son los que logran vender de manera masiva y mucho menos exportar, nos encontramos con algunas figuras literarias que a mí me producen cierto interés admirativo. Me refiero a los que generalmente no parecen utilizar las bicicletas promocionales de los agentes, ni pertenecen a ningún equipo en competición, los corredores de fondo que han logrado permanecer durante años en las pistas con una narrativa sólida, de estilo único, ajena a modas, y cuya principal representante quizá sea esa Ana María Matute genial que sólo al final ha logrado su gin tonic mayor del merecido reconocimiento. Aunque también podemos ver correr por ahí a algunos varones de respiración apasionada de los que sólo citaré, más que nada por falta de memoria, a tres: don Mauricio Wiesenthal, José Manuel Benítez Ariza y José Vicente Pascual.
Estos dos últimos autores han publicado recientemente en Paréntesis, una editorial andaluza en alza dispuesta a darnos a conocer voces nuevas y rescatar del olvido mediático a otras tantas. Y como en las librerías andaluzas, los libros siempre se ordenan y localizan por editoriales, observaremos que esta novela que nos ocupa, Los fantasmas del Retiro de José Vicente Pascual, es la que ostenta el lomo más grueso de todas ellas. Una larga novela de suspense sólida, de argumento verdadero pero inverosímil, que intenta acercarnos a la postguerra madrileña en los años cincuenta, con el aliciente literario de presentárnosla de manera mucho más original y disparatada de lo que hemos venido leyendo hasta ahora.
Porque en ella, un personaje político anacrónico de la Transición, Silvano Cervera, nos rememora su juventud estudiantil en ese Madrid de antaño al que le costaba tanto levantar cabeza, con aquella Brigada político social controlándolo todo. O casi todo. Y es a partir de este casi, donde arranca la astronómica historia de Silvano y la trama singular y compleja de esta novela, que mucho nos guardaríamos de desvelar en esta reseña.
Una buena opción para acercarnos a la obra de José Vicente Pascual, que supone darnos de bruces con un autor prolífico y constante, un auténtico corredor de fondo literario, caracterizado por sus metáforas siempre originales, tantas veces castizas, donde prima el buen humor, un seguro optimismo hacia la vida y una mirada bastante aguda. Y una oportunidad para no quedarse ahí y conocer después su considerable obra narrativa, porque en ella no hay que perderse, so pena de perder momentos gloriosos de lectura, la exitosa novela histórica Juan Latino (1998), otra reflexión sobre la postguerra muy diferente a ésta y muy aplaudida por la crítica, El país de Abel (2002) y el homenaje al tango que efectúa en la conmovedora Palermo del cuchillo (1995). Sólo así comprenderemos porqué merece la pena editar siempre y cuidar con mimo, a los que avanzan aparte, a los auténticos y esforzados rara avis de nuestra farándula literaria.
Ufff... qué cantidad de pedaladas antes de entrar en materia...
ResponderEliminarTodas estas "pedaladas" son imprescindibles para esclar el Tourmalet (¿se escribe así?) de la promoción inexplicable de libros infumables (obsérvese, plis, la rima).
ResponderEliminarLlevo años recomendando a Jose Vicente Pascual allá donde me han dejado dar baza y nunca nadie me ha reclamado después.
Un escritor sólido, divertido, con una narrativa brillante, con la palabra exacta y la dosis de humor justa siempre. De casi nadie se puede decir eso hoy en este país.
Gracias por la reseña, ha sido una gota de lucidez en un mar de ineptitud.