Trad. Daniel Gascón. Contraseña, Zaragoza, 2011. 193 páginas.
Care Santos
Cualquier lector puede pensar, viendo el nombre de John Collier en la cubierta de esta edición preciosa -como todas las del sello independiente aragonés Contraseña- que se trata de un autor que no conoce de nada. Error. La obra de John Collier (1901-1980) nos resulta mucho más familiar de lo que creemos. Es el autor del cuento en que se basó la película de Roger Corman The Little Shop of Horrors (traducida como La tienda de los horrores), de 1960, revisitada por Franz Oz en 1984. También es el autor de los guiones, y de los relatos en que se inspiraron, de un buen puñado de capítulos de dos de las series más míticas de la historia del terror y la ciencia ficción audiovisual: The Twiling Zone (La dimensión desconocida) y Alfred Hitchcock presents. Collier pertenece a esa generación de escritores de género que se dio a conocer a un amplísimo público a través de las revistas estadounidenses especializadas. En España se le ha traducido poco o casi nada, y aún se le considera un autor de segunda división, pero en Estados Unidos pertenece a una raigambre de escritores forjados en el mimo a un público que les pagó con una enorme devoción. Misma estirpe, por cierto, de la que salieron Richard Matheson o Fredrick Brown, por citar dos de los que comienzan a ser más conocidos para los lectores en castellano.
Fiesta en un botella nos ofrece ahora la oportunidad de solventar este desconocimiento. Para los amantes de las series antes mencionadas, debería ser una lectura obligatoria. No sólo por el aire de familiar ambientación que reconocerán en relatos como Volver por Navidad o De mortuis -dos de los cuentos que fueron adaptados a la pequeña pantalla- sino también por algunos hallazgos del género de terror al más puro estilo de los grandes, como el cuento Onagra, tal vez el mejor de la colección. En él, las familias más poderosas de una fantasmal Nueva York, venidas a menos tras el crack del 29, se han refiugiado en los grandes almacenes de la ciudad, para descubrir que allí impera un mundo feroz liderado por sus propias criaturas sombrías. El relato, así planteado, se convierte no sólo en una épica lucha por la supervivencia, también en una crítica a la sociedad contemporánea del autor, que tantos rasgos en común presenta con la nuestra, al más puro estilo Ray Bradbury o Philip K. Dick.
Care Santos
Cualquier lector puede pensar, viendo el nombre de John Collier en la cubierta de esta edición preciosa -como todas las del sello independiente aragonés Contraseña- que se trata de un autor que no conoce de nada. Error. La obra de John Collier (1901-1980) nos resulta mucho más familiar de lo que creemos. Es el autor del cuento en que se basó la película de Roger Corman The Little Shop of Horrors (traducida como La tienda de los horrores), de 1960, revisitada por Franz Oz en 1984. También es el autor de los guiones, y de los relatos en que se inspiraron, de un buen puñado de capítulos de dos de las series más míticas de la historia del terror y la ciencia ficción audiovisual: The Twiling Zone (La dimensión desconocida) y Alfred Hitchcock presents. Collier pertenece a esa generación de escritores de género que se dio a conocer a un amplísimo público a través de las revistas estadounidenses especializadas. En España se le ha traducido poco o casi nada, y aún se le considera un autor de segunda división, pero en Estados Unidos pertenece a una raigambre de escritores forjados en el mimo a un público que les pagó con una enorme devoción. Misma estirpe, por cierto, de la que salieron Richard Matheson o Fredrick Brown, por citar dos de los que comienzan a ser más conocidos para los lectores en castellano.
Fiesta en un botella nos ofrece ahora la oportunidad de solventar este desconocimiento. Para los amantes de las series antes mencionadas, debería ser una lectura obligatoria. No sólo por el aire de familiar ambientación que reconocerán en relatos como Volver por Navidad o De mortuis -dos de los cuentos que fueron adaptados a la pequeña pantalla- sino también por algunos hallazgos del género de terror al más puro estilo de los grandes, como el cuento Onagra, tal vez el mejor de la colección. En él, las familias más poderosas de una fantasmal Nueva York, venidas a menos tras el crack del 29, se han refiugiado en los grandes almacenes de la ciudad, para descubrir que allí impera un mundo feroz liderado por sus propias criaturas sombrías. El relato, así planteado, se convierte no sólo en una épica lucha por la supervivencia, también en una crítica a la sociedad contemporánea del autor, que tantos rasgos en común presenta con la nuestra, al más puro estilo Ray Bradbury o Philip K. Dick.
Estupendos son también los relatos Fiesta en una botella, que abre y da título al volumen, y El aperitivo. Ambos participan de una tenmática y una ambientación similares: el clásico almacén de las maravillas, donde un viejo con algo de brujo ofrece una mercancía maravillosa a sus visitantes -temática deudora, como señala bien Fernando Iwasaki en el prólogo- de Las mil y una noches, y ambos comparten también su mirada despiadada sobre el hombre moderno, demasiado ambicioso o demasiado cándido para entender lo que está ocurriendo a su alrededor.
Me gusta algo menos el Collier sarcástico. Sus relatos sobre venganzas familiares, tahúres profesionales o parejas de enamorados vencidos por la codicia hasta el asesinato me parecen menos eficaces, pero hay que reconocer que incluso en ellos, el autor no olvida jamás su papel de encantador de serpientes, y sabe servir a su público algunas pinceladas inolvidables, ya sea en forma de diálogos o de arranques sorprendentes. Contentar al público, entretener, ofrecer espectáculo... es algo que los autores estadounidenses de género siempre han tenido muy claro. Es el equivalente literario al axioma "el cliente siempre tiene la razón". Y a nadie le amarga que le mimen de vez en cuando.
Fernando Iwasaki llama la atención en el prólogo acerca de las versiones televisivas de pequeño formato que de los cuentos de Collier -y de otros muchos- realizó el actor argentino Alberto Laiseca. He aquí una de ellas, correspondiente al relato The Chaser (El perseguidor), traducido como El cazador en las ediciones argentinas -seguro que para evitar la coincidencia con el título cortazariano- y como El aperitivo (¿por qué?) en la española de Contraseña. Un modo adictivo de entrar en la literatura de un autor adictivo.
* * *
Fernando Iwasaki llama la atención en el prólogo acerca de las versiones televisivas de pequeño formato que de los cuentos de Collier -y de otros muchos- realizó el actor argentino Alberto Laiseca. He aquí una de ellas, correspondiente al relato The Chaser (El perseguidor), traducido como El cazador en las ediciones argentinas -seguro que para evitar la coincidencia con el título cortazariano- y como El aperitivo (¿por qué?) en la española de Contraseña. Un modo adictivo de entrar en la literatura de un autor adictivo.
Chaser (n): bebida de bajo contenido en alcohol que se toma después de otra más fuerte.
ResponderEliminar[Del diccionario Oxford]