miércoles, abril 28, 2010

Las Teorías Salvajes, Pola Oloixarac

Alpha Decay, Barcelona, 2010. 275 pp. 19 €

Nere Basabe

La “teoría salvaje” lo es todo en este libro: es el objeto y es el sujeto de la novela, su hipótesis metodológica tanto como la cuestión a analizar, en una apuesta que no es confusión epistemológica sino coherencia, porque la teoría salvaje (que, por lo demás, no se nombra en la novela) se pretende holista y omnicomprensiva. Estilo, argumento y perspectiva narrativa constituyen así los vectores (“vectores” en sentido biológico, como “portador o huésped intermedio de un parásito o virus que transmite el germen de una enfermedad a otro huésped”, tanto como en su sentido filosófico de “acción proyectiva de intensidad variable”) de esta propuesta radical.
En mi opinión, no se trata tanto de una novela como tal (entendida según postulados que venimos arrastrando pese a las más o menos protestas que cada tanto la cercan), coloreada de extensas divagaciones reflexivas, sino de un verdadero tratado de filosofía que asimila la forma narrativa para sí: Oloixarac lleva, con este experimento, ese retorno de la narratividad que aspira a conquistar algunas ramas de nuestras ciencias sociales contemporáneas (en busca de la comprensión más allá de la explicación), a sus últimas consecuencias y posibilidades. La “teoría salvaje” se nos presenta como una ficción, y ésa no es su máscara, sino su mayor acierto. Así ocurre por ejemplo en el magnífico diálogo entre los dos discípulos del profesor Johan van Vliet, que discuten (y se distancian) acerca de la vía a seguir por esos Escritos sin luna de su maestro, mientras el pavo se asa en el horno. El bíos de la propia teoría es inseparable de su doctrina, y la experiencia de ésta hace de sus agentes (seguidores, detractores) meros instrumentos de la teoría –un libro inteligente y un sistema filosófico coherente, cabal y estimulante como esta lectora no se había cruzado en mucho tiempo.
Nada parece haber de casual o no-premeditado en esta novela, pese a los múltiples puntos de fuga: todos los recursos de la escritura posmoderna concurren en sus páginas sin excepción, desde luego (aviso para navegantes poco inclinados a las aventuras técnicas). Pero esos elementos (fragmentariedad y no-linealidad, poliperspectivismo, intertextualidad o recurrencia a iconos de la cultura pop, de la televisión a los videojuegos, de las marcas comerciales a las estrofas de canciones en inglés), convertidos ya en la tradición -más que la novedad- de una receta manida, se justifican aquí rigurosamente como plasmaciones discursivas de una teoría socio-antropológica que está buscando encarnarse. Lo mismo podría decirse si pretendemos achacarle algunas debilidades: lo deslavazado del personaje principal en primera persona frente a otros personajes secundarios, su empeño en explicar, juzgar, más allá del simple “mostrar” velado, el exceso de carne cruda, de drogas psicodélicas, de lo aberrante y la agresividad. Y es que la teoría salvaje, mediante su mecanismo de las transmisiones yoicas en las que se disuelve la subjetividad del individuo, nos propone una realidad formada por infinitos puntos de vista simultáneos del pasado, presente y futuro, marcados todos ellos por la experiencia original de la violencia hobbesiana y la identificación ancestral entre la presa y el cazador (y para lo que sirven de muestra tanto las relaciones sexuales como las etimologías del lenguaje que nos envuelve). Síntoma de la barbarie colectiva, este libro también es su diagnóstico, y su explicación arqueológica-genealógica, hasta disolver el mismo estatuto de historicidad, pues comienza equiparando ritos de tribus primitivas a usos sociales contemporáneos, para acabar sustituyendo las coordenadas temporales por una superposición espacial manipulada. Por último, la teoría salvaje (las “teorías salvajes”, por esa pluralidad fragmentada ineludible) no se limita a su carácter de episteme, sino que se erige sobre todo (como no podía ser de otra manera) como una praxis, una guía para la acción: la intervención cibernética, la contaminación viral y el sabotaje serán sus maneras de obrar en el mundo, entre la ironía y la crueldad; y esta escritura, su testigo y su mayor prueba empírica.
El conflicto no se resuelve en la trama, porque es inherente a su premisa ontológica. La expectativa de la debacle nos acompañará siempre, más intensamente aún después de leer este libro (no sólo recomendable, sino imprescindible). Tal y como indica su solapa, Las teorías salvajes es la primera novela de Pola Oloixarac, y una se pregunta si acaso no será la última, porque poco más puede quedar por añadir. Esperemos que no sea así.

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