Mondadori, Barcelona, 2009. 157 pp. 16,90 €
Coradino Vega
Lo primero que a uno le viene a la cabeza al leer el comienzo de La fiesta del oso es que se puede seguir escribiendo sobre la guerra civil, sin ser acusado de tener caspa en los hombros o de andar “artísticamente” desfasado. Y es que, como decía Javier Cercas hace poco, en literatura, al fin y al cabo, lo que más importa es la forma.
Bueno.
En efecto, lo que Jordi Soler nos aporta con esta novela es una nueva forma, una sintaxis, si no del todo original, sí efectiva y moderna para tratar ese gran tema tratado, de una manera u otra, por casi todos lo que opinan al respecto. Más allá del recurrente recurso a la autoficción, la prosa de Soler nos hace pensar en una especie de “segunda escuela de Barcelona” por sus coincidencias temáticas con el propio Cercas, tonales con Vila-Matas y fabuladoras con Bolaño. Una manera de escribir atávica y atractiva que nos confirma lo que ya sabíamos por Los rojos de ultramar o La última hora del último día: que Jordi Soler es un narrador excelente.
En La fiesta del oso, el narrador hispano-mexicano llamado Jordi Soler retoma el hilo de Los rojos de ultramar intentando descubrir qué fue del hermano de su abuelo Arcadi, Oriol, que desapareció en los Pirineos con la huida del ejército republicano en febrero de 1939. Pero el tema de la guerra civil se nos antoja aquí como pretexto para contar otra historia, un relato en el que hay criaturas del bosque, un gigante, una mujer que amputa miembros, judíos que huyen del Reich, el mito de un oso y pueblecitos del sur de Francia. Porque la guerra sólo opera de inicio para la reconstrucción de la vida del tío Oriol ―al que todos, menos Arcadi, consideraban muerto―, gracias a una muy literaria coincidencia que permite que la novela se convierta en la revisión de la gloriosa mitificación del antepasado, al que no se le puede imaginar ninguna clase de fragilidad, mezquindad o destino humanos. Lenguaje y pretexto confluyen en el humor y en un cuestionamiento de la razón de ser del propósito: ¿merece la pena averiguar los hechos para contarlos? Conteste el lector. Lo que yo he visto es un tan brillante ejercicio literario, que hace muy difícil detectar cuáles son los huecos de ese propósito.
Coradino Vega
Lo primero que a uno le viene a la cabeza al leer el comienzo de La fiesta del oso es que se puede seguir escribiendo sobre la guerra civil, sin ser acusado de tener caspa en los hombros o de andar “artísticamente” desfasado. Y es que, como decía Javier Cercas hace poco, en literatura, al fin y al cabo, lo que más importa es la forma.
Bueno.
En efecto, lo que Jordi Soler nos aporta con esta novela es una nueva forma, una sintaxis, si no del todo original, sí efectiva y moderna para tratar ese gran tema tratado, de una manera u otra, por casi todos lo que opinan al respecto. Más allá del recurrente recurso a la autoficción, la prosa de Soler nos hace pensar en una especie de “segunda escuela de Barcelona” por sus coincidencias temáticas con el propio Cercas, tonales con Vila-Matas y fabuladoras con Bolaño. Una manera de escribir atávica y atractiva que nos confirma lo que ya sabíamos por Los rojos de ultramar o La última hora del último día: que Jordi Soler es un narrador excelente.
En La fiesta del oso, el narrador hispano-mexicano llamado Jordi Soler retoma el hilo de Los rojos de ultramar intentando descubrir qué fue del hermano de su abuelo Arcadi, Oriol, que desapareció en los Pirineos con la huida del ejército republicano en febrero de 1939. Pero el tema de la guerra civil se nos antoja aquí como pretexto para contar otra historia, un relato en el que hay criaturas del bosque, un gigante, una mujer que amputa miembros, judíos que huyen del Reich, el mito de un oso y pueblecitos del sur de Francia. Porque la guerra sólo opera de inicio para la reconstrucción de la vida del tío Oriol ―al que todos, menos Arcadi, consideraban muerto―, gracias a una muy literaria coincidencia que permite que la novela se convierta en la revisión de la gloriosa mitificación del antepasado, al que no se le puede imaginar ninguna clase de fragilidad, mezquindad o destino humanos. Lenguaje y pretexto confluyen en el humor y en un cuestionamiento de la razón de ser del propósito: ¿merece la pena averiguar los hechos para contarlos? Conteste el lector. Lo que yo he visto es un tan brillante ejercicio literario, que hace muy difícil detectar cuáles son los huecos de ese propósito.
Aún no la he leído, pero tras leer sus reseñas he llegado a la misma conclusión ¿merecerá la pena? Admito que eso me frena a conseguirlo o al menos, no me desespera obtenerlo.
ResponderEliminarSaludos,
Marcelo Ferrando
Pues yo me lo leí como se dice de una sentada, el libro está tan bien narrado que te atrapa y no deja que te pares del sillón hasta que lo terminas.
ResponderEliminarNo sólo vale la pena por llevarnos hasta los días tristes de la guerra civil, sino porque en forma de novela, Soler nos muestra los mejores rasgos de la humanidad y los peores, basandose en la historia de su familia, que pudo ser cualquiera en cualquier guerra...