Lengua de Trapo, Madrid, 2009. 272 pp. 18.90 €
Miguel Baquero
Una revolución pequeña, la última novela de Juan Aparicio-Belmonte tras El disparatado círculo de los pájaros borrachos, es un nuevo acercamiento al género negro, en el que tan bien se desenvuelve el autor; ahora bien, siempre de acuerdo a un estilo peculiar, un tanto (o un mucho) apartado de las convenciones del género. En esta nueva novela, algo extraño presiente el lector desde el primer momento, desde que se le presenta la escena inicial muy cercana al disparate, pero aun así el argumento parece contenerse dentro de unos límites lógicos, o al no menos no demasiado extraños. En un determinado momento, sin embargo -en una página en concreto, en una escena específica-, la realidad tal y como lo entendemos cae hecha añicos. Una joven le cuenta a sus padres que acaba de asesinar a un hombre y, después de unos momentos en que los padres quedan boquiabiertas, acaban por levantarse y felicitarla efusivamente, contentos de que su hija, ¡por fin!, haya decidido seguir con la tradición homicida familiar.
Una vez que en este momento la lógica, o por mejor decir: la convención se rompe, la novela se convierte en una constante sorpresa, sostenida en el humor y el espíritu crítico, pero sin olvidar por ello la verosimilitud. En gran medida, Una revolución pequeña es la lucha entre la familia excéntrica, ajena a las normas y que ha roto con todos los esquemas, contra un cuerpo policial que, en lo posible, se atañe al raciocinio, al procedimiento y a la norma. Una confrontación dentro de unos límites estrechos que la hacen posible, porque el autor ha acotado el escenario de tal forma que los unos son parientes, conocidos o allegados de los del bando opuesto. El resultado es un círculo cerrado donde se respira una atmósfera especial de disparate lógico, o de lógica disparatada, cuya frescura y originalidad siempre es de agradecer.
Entre los muchos y extravagantes personajes (algunos más que otros, pero extravagantes todos) que pueblan la novela, llama la atención la figura de la víctima, un profesor universitario izquierdista recalcitrante, soviético de la vieja escuela, leninista-estalinista de carril. Con su muerte, Aparicio-Belmonte parece estar rindiendo viejas cuentas, en especial la de la caricaturización de este tipo sociopolítico hace poco tan común y sobre el que parecía flotar un velo de “intocabilidad”. Al hacerle caer bajo el peso contundente del busto de Lenin, Aparicio-Belmonte parece liberar, como una “pequeña revolución”, la carcajada que hasta ayer mismo nos obligábamos a contener en tocando a estos personajes, y en este sentido también esta última novela de Juan Aparicio-Belmonte aporta frescura y aires nuevos.
Una buena novela, en suma, que bajo su apariencia lúdica y su expresión ágil y cotidiana parece esconder un deseo de encontrar un camino más despejado, una lógica distinta libre de acartonamientos y prejuicios.
Miguel Baquero
Una revolución pequeña, la última novela de Juan Aparicio-Belmonte tras El disparatado círculo de los pájaros borrachos, es un nuevo acercamiento al género negro, en el que tan bien se desenvuelve el autor; ahora bien, siempre de acuerdo a un estilo peculiar, un tanto (o un mucho) apartado de las convenciones del género. En esta nueva novela, algo extraño presiente el lector desde el primer momento, desde que se le presenta la escena inicial muy cercana al disparate, pero aun así el argumento parece contenerse dentro de unos límites lógicos, o al no menos no demasiado extraños. En un determinado momento, sin embargo -en una página en concreto, en una escena específica-, la realidad tal y como lo entendemos cae hecha añicos. Una joven le cuenta a sus padres que acaba de asesinar a un hombre y, después de unos momentos en que los padres quedan boquiabiertas, acaban por levantarse y felicitarla efusivamente, contentos de que su hija, ¡por fin!, haya decidido seguir con la tradición homicida familiar.
Una vez que en este momento la lógica, o por mejor decir: la convención se rompe, la novela se convierte en una constante sorpresa, sostenida en el humor y el espíritu crítico, pero sin olvidar por ello la verosimilitud. En gran medida, Una revolución pequeña es la lucha entre la familia excéntrica, ajena a las normas y que ha roto con todos los esquemas, contra un cuerpo policial que, en lo posible, se atañe al raciocinio, al procedimiento y a la norma. Una confrontación dentro de unos límites estrechos que la hacen posible, porque el autor ha acotado el escenario de tal forma que los unos son parientes, conocidos o allegados de los del bando opuesto. El resultado es un círculo cerrado donde se respira una atmósfera especial de disparate lógico, o de lógica disparatada, cuya frescura y originalidad siempre es de agradecer.
Entre los muchos y extravagantes personajes (algunos más que otros, pero extravagantes todos) que pueblan la novela, llama la atención la figura de la víctima, un profesor universitario izquierdista recalcitrante, soviético de la vieja escuela, leninista-estalinista de carril. Con su muerte, Aparicio-Belmonte parece estar rindiendo viejas cuentas, en especial la de la caricaturización de este tipo sociopolítico hace poco tan común y sobre el que parecía flotar un velo de “intocabilidad”. Al hacerle caer bajo el peso contundente del busto de Lenin, Aparicio-Belmonte parece liberar, como una “pequeña revolución”, la carcajada que hasta ayer mismo nos obligábamos a contener en tocando a estos personajes, y en este sentido también esta última novela de Juan Aparicio-Belmonte aporta frescura y aires nuevos.
Una buena novela, en suma, que bajo su apariencia lúdica y su expresión ágil y cotidiana parece esconder un deseo de encontrar un camino más despejado, una lógica distinta libre de acartonamientos y prejuicios.
¿Por qué será que últimamente todo lo que leo está en Lengua de Trapo?
ResponderEliminarCon este no contaba.
Gracias.
Muy buena reseña y el libro realmente merece la pena. Al menos, en lo personal me ha gustado bastante.
ResponderEliminarUn saludo,
Marcelo