Tusquets, Barcelona, 2009. 280 pp. 18.27 €
Jorge Díaz Cortés
El club de los estrellados es la primera novela de Joaquín Berges. No he leído, en consecuencia, nada suyo antes. Tampoco le conozco personalmente ni he visto ninguna reseña sobre el libro. Pocas veces se enfrenta uno con tan pocos datos a una novela. Puede ser muy mala, pero también puede ser una agradable sorpresa.
La solapa y la contraportada son atractivas. Hablan de la música de Bach, de la observación de la estrellas, de las existencias de lencería de una antigua mercería cerrada hace años, de una noche de calabozo entre chulos y rufianes… Parece difícil que la novela sea mala con esos ingredientes.
La primera sorpresa llega con el narrador. Hay dos, uno que en tercera persona nos cuenta la historia de Francho y otro que, en primera, nos cuenta la de su mejor amigo, un camarero sin nombre.
Las dos historias son diferentes en la forma, pero no en el fondo. Ambas hablan de la soledad, no del desamor porque en el caso de los dos protagonistas el amor nunca ha existido. Son en realidad historias relacionadas, en las dos hay un secuestro moderadamente consentido del objeto del deseo, o por lo menos de algo próximo a él; hay en los dos casos algo que recuerda al síndrome de Estocolmo, aunque no estoy seguro de si lo sufre el secuestrado o el secuestrador; hay un deseo de cambio de destino de los dos amigos que se antoja deseable para el lector…
Francho lleva una vida completamente anodina: trabaja en correos, desayuna y come en compañía de Hortensia, una bella compañera, en el bar de su amigo sin nombre, acude los sábados por la noche a ver el firmamento en compañía de otros solitarios como él, los que forman el club de los estrellados. Pero cuando se encierra en casa por la noche es otra persona, se viste la lencería que conserva de la mercería de su madre y hace play backs de famosas cantantes. Se convierte en transformista para suplir la falta de una mujer que use esa ropa que tanto le excita.
En las noches del club de los estrellados, a veces, después de ver las estrellas, se van a tomar una copa. También van de putas. Francho, completamente asexual, no sube con ellas a la habitación, se inventa historias para ellas, por ejemplo que es un famoso espía que pasa de incógnito por la ciudad. Una copa de más y un control de la policía llevan a Francho a creerse en exceso su personaje. El espía, no él, le pega una bofetada al agente. Pasa la noche en la comisaría y, lo que era rutina, pasa a ser aventura. Un tipo de aspecto patibulario le da un sobre que debe entregar a un tal Kojak —no olvidemos que Francho es cartero y nunca dejará una carta sin entregar—, la carta le lleva hasta Chelo, a través de Chelo conocerá a su hija Irene, mujeres que llevarán la ropa íntima mejor que él… La vida de Francho nunca volverá a ser la misma. Ni cuando se haya descifrado el enigma del sobre.
Su amigo el camarero sin nombre también está solo. Atiende todos los días en su local a Francho y Hortensia y está secretamente enamorado de ésta. Ya que no se ve capaz de conquistarla de otro modo, la acompañará en su momento más necesitado, con motivo de una operación. Si no puede acompañarla de igual a igual, por lo menos juntará los pedazos. La trama les lleva a una extraña situación en la que finalmente no sabemos cuál de los dos retine al otro, si el camarero para vivir una parodia de vida de pareja o la mujer para contarle la historia de su vida y sus amores.
El resultado final es una buena novela, una muy buena primera novela. Si hay que ponerle algún pero, aunque sea con el mayor respeto hacia su autor, es la falta de contundencia en el cierre. No da la impresión de llegarse a un final claro y sí de que se agota la trama.
Al final, el acercamiento a una novela desconocida ha sido una muy agradable sorpresa.
Jorge Díaz Cortés
El club de los estrellados es la primera novela de Joaquín Berges. No he leído, en consecuencia, nada suyo antes. Tampoco le conozco personalmente ni he visto ninguna reseña sobre el libro. Pocas veces se enfrenta uno con tan pocos datos a una novela. Puede ser muy mala, pero también puede ser una agradable sorpresa.
La solapa y la contraportada son atractivas. Hablan de la música de Bach, de la observación de la estrellas, de las existencias de lencería de una antigua mercería cerrada hace años, de una noche de calabozo entre chulos y rufianes… Parece difícil que la novela sea mala con esos ingredientes.
La primera sorpresa llega con el narrador. Hay dos, uno que en tercera persona nos cuenta la historia de Francho y otro que, en primera, nos cuenta la de su mejor amigo, un camarero sin nombre.
Las dos historias son diferentes en la forma, pero no en el fondo. Ambas hablan de la soledad, no del desamor porque en el caso de los dos protagonistas el amor nunca ha existido. Son en realidad historias relacionadas, en las dos hay un secuestro moderadamente consentido del objeto del deseo, o por lo menos de algo próximo a él; hay en los dos casos algo que recuerda al síndrome de Estocolmo, aunque no estoy seguro de si lo sufre el secuestrado o el secuestrador; hay un deseo de cambio de destino de los dos amigos que se antoja deseable para el lector…
Francho lleva una vida completamente anodina: trabaja en correos, desayuna y come en compañía de Hortensia, una bella compañera, en el bar de su amigo sin nombre, acude los sábados por la noche a ver el firmamento en compañía de otros solitarios como él, los que forman el club de los estrellados. Pero cuando se encierra en casa por la noche es otra persona, se viste la lencería que conserva de la mercería de su madre y hace play backs de famosas cantantes. Se convierte en transformista para suplir la falta de una mujer que use esa ropa que tanto le excita.
En las noches del club de los estrellados, a veces, después de ver las estrellas, se van a tomar una copa. También van de putas. Francho, completamente asexual, no sube con ellas a la habitación, se inventa historias para ellas, por ejemplo que es un famoso espía que pasa de incógnito por la ciudad. Una copa de más y un control de la policía llevan a Francho a creerse en exceso su personaje. El espía, no él, le pega una bofetada al agente. Pasa la noche en la comisaría y, lo que era rutina, pasa a ser aventura. Un tipo de aspecto patibulario le da un sobre que debe entregar a un tal Kojak —no olvidemos que Francho es cartero y nunca dejará una carta sin entregar—, la carta le lleva hasta Chelo, a través de Chelo conocerá a su hija Irene, mujeres que llevarán la ropa íntima mejor que él… La vida de Francho nunca volverá a ser la misma. Ni cuando se haya descifrado el enigma del sobre.
Su amigo el camarero sin nombre también está solo. Atiende todos los días en su local a Francho y Hortensia y está secretamente enamorado de ésta. Ya que no se ve capaz de conquistarla de otro modo, la acompañará en su momento más necesitado, con motivo de una operación. Si no puede acompañarla de igual a igual, por lo menos juntará los pedazos. La trama les lleva a una extraña situación en la que finalmente no sabemos cuál de los dos retine al otro, si el camarero para vivir una parodia de vida de pareja o la mujer para contarle la historia de su vida y sus amores.
El resultado final es una buena novela, una muy buena primera novela. Si hay que ponerle algún pero, aunque sea con el mayor respeto hacia su autor, es la falta de contundencia en el cierre. No da la impresión de llegarse a un final claro y sí de que se agota la trama.
Al final, el acercamiento a una novela desconocida ha sido una muy agradable sorpresa.
Dos tramas argumentales muy bien cohesionadas. Me ha encantado esta novela y me ha dado mucha pena terminarla. Me había encariñado tanto con los personajes...
ResponderEliminarA mi me gustó, pero coincido con el artículo anterior en que el final es un poco forzado.
ResponderEliminarTambien me parece que se alarga demasiado. De todas formas estoy esperando la segunda novela de este nuevo autor y ver si ha madurado y se va haciendo.
¿tiene pagina web?
Yo acabo de terminarla y me ha gustado muchísimo. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una novela. Me ha emocionado, intrigado y divertido. Y el final en plan "apoteosis final" me ha parecido de lo más acertado. Digamos que ha sido un final almodovariano.
ResponderEliminarY esta reseña está muy lograda.
Enhorabuena.
Saludos
Alfabeta
A mí personalente lo que más me gustó es el final. Resulta una especie de apoteosis como de revista. Y no digo más para no fastidiar a quien no se la haya leído.
ResponderEliminarMuy buena. Calidad literaria, entretenimiento y un punto de reflexión. ¿Se puede pedir más? Un pero: los nombres de las cantatas en alemán. ¿?
ResponderEliminarAnónimo preguntaba si el autor tiene página web. Aquí está www.joaquinberges.com
ResponderEliminarAcabo de encontrarla
Acabo de terminar de leer esta novela. Ha sido un auténtico placer, aunque debo confesar que hay pasajes que te hacen estremecer. Es una ficción verosímil, como se dice en la propia novela. Como la vida misma.
ResponderEliminarUn gran descubrimiento.
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