miércoles, junio 17, 2009

El sonido de Sinatra: sesiones de grabación de La Voz (1939-1994), Charles L. Granata

Trad. Ramón Vilalta. Alba, Barcelona, 2009. 478 pp. 33 €

Carmen Fernández Etreros

Curiosamente no pueden encontrar muchos libros en castellano sobre Frank Sinatra los incontables admiradores del mítico cantante. Podemos citar el reciente El álbum de Frank Sinatra de Charles Pignone (Global Rhythm, 2008) o el clásico Frank Sinatra de Paul Dunkan (Taschen, 2008). Pero a diferencia de otras monografías que reparten sus páginas a partes iguales entre la vida y la obra del cantante, El sonido de Sinatra de Charles L. Granata se centra en la meticulosa relación del cantante con los estudios de grabación, los sellos discográficos, los productores, los músicos y los arreglistas. Una obsesión perfeccionista que le llevo incluso a fundar su sello propio Reprise Records en 1960, y en el que conocemos a un Sinatra alejado del mito inalcanzable, reconocido por todos como una persona estricta pero al mismo tiempo respetuoso con sus colaboradores.
Como ocurre con la mayoría de los grandes mitos de la música, los que no son sus seguidores, identifican a Frank Sinatra con tres o cuatro canciones de éxito popular, como en este caso New York, New York, I’ve got you under my skin, My way o Strangers in the night. Pero hay que recordar Frank Sinatra no sólo grabó más de mil canciones durante sus cincuenta de carrera, sino que era un cantante que vivía en una constante exigencia para mejorar sus canciones y controlar todo aquello que podrían cambiar la calidad de sus grabaciones y sus actuaciones en directo. Por eso Granata dedica este libro a contar lo que suponía esa exigencia en las sesiones de grabación con el cantante, basándose en las anécdotas recogidas en el libro gracias a las declaraciones de sus colaboradores más cercanos: los músicos, los productores y los arreglistas.
Granata dedica sus primeras páginas a argumentar cuestiones importantes como el trabajo que le llevó al cantante llegar a esa perfección, a una voz técnica y melódicamente tan trabajada, “La Voz”. El secreto lo encuentra en su modo de respirar mientras cantaba, su perfecta dicción, su expresividad y la gran intuición que tuvo al escoger las canciones que iba a grabar y con las que podía lucir esa voz privilegiada. Además Sinatra fue consciente de la importancia de crear su estilo propio sobre la música popular, tal como como la habían entendido otros artistas como Bing Crosby o Louis Amstrong.
La segunda característica del libro de Granata es la importancia que daba Sinatra a sus propias sesiones de grabación. Una situación nueva para los técnicos de sonido que no solían encontrarse con cantantes tan preocupados por las cuestiones técnicas. Su exigencia era máxima a la hora de buscar la excelencia en los arreglos orquestales.
Y eso que Frank Sinatra no sabía ni leer ni escribir música y menos realizar arreglos. Pero tenía una intuición nata para saber que arreglos necesitaban sus canciones y que gustaría o no a su público. Sinatra consiguió una reputación de cantante exigente consigo mismo y con los que le rodeaban en el estudio de grabación que Granata nos da a conocer en numerosas anécdotas y declaraciones:
La correlación entre el micrófono y el movimiento corporal es crucial para un cantante. «Antiguamente los artistas cantaban con una total inexpresión –dice Sammy Davis hijo. Se metían las manos en los bolsillos y se ponían a cantar totalmente inmóviles. Todos los cantantes de la escuela de Rudy Vallee eran así. Pero Frank solía cantar con las manos y transmitía la canción tanto lírica como físicamente al público. Chasqueaba los dedos cuando estaba contento. Decía cosas con las manos». (pp. 74)
El autor deja fuera del libro todo tipo de anécdotas o conversaciones referidas a la vida privada del cantante, ya sean familiares o sentimentales, si no aportan nada a los aspectos técnicos de sus grabaciones. Incluye también una profunda reflexión a la descripción de los estudios de grabación, sistemas de grabación, evolución de material técnico (grabaciones en cera, el nacimiento del LP, cintas o micrófonos), la distribución de la orquesta y, en definitiva, cualquier aspecto que le interesase como cantante y como productor de sonido. El período de las big bands (1937-1942), las primeras grabaciones, el período Columbia (1943-1952), el período Capitol y sus primeros pasos en Hollywood, el período de creación de su propio sello discográfico Reprise,... El libro cuenta con un epílogo escrito por su hija Nancy Sinatra que define el trabajo de su padre como una mezcla de “honestidad y pasión”. Al final incluye cuatro apéndices en los que se puede encontrar la guía de grabaciones, la colección básica, una relación de álbumes monográficos y una recopilación de cincuenta canciones que definen la esencia de Sinatra.
Hay que destacar el esfuerzo de Alba Editorial en esta colección “Trayectos música” intentando crear un fondo de obras diferentes sobre figuras como Miles Davis, Charlie Parker o John Coltrane.
En suma un libro muy completo y diferente sobre Frank Sinatra, un artista exigente y en esta faceta desconocido para el gran público, consciente de la importancia de todo el proceso de creación de la música desde los micrófonos hasta la puesta en escena. Un cantante que cambió para siempre la historia de la grabación, de la puesta en escena de las canciones. Un cantante que siempre vio la cosas “a su manera”.

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