Guillermo Ruiz Villagordo
Tengo que confesarlo: este libro no es lo que esperaba. Por la información que tenía sobre él, que fue la que guió mis expectativas, pensaba que sería una especie de farsa postmoderna a lo La conjura de los necios, algo parecido a Absurdistán (que fue precisamente mi última lectura en este blog) pero con dominicanos en lugar de rusos. Juzguen si no por su protagonista: Oscar Wao, un nerd (aquí diríamos “friki”) obeso dominicano apasionado de la ciencia ficción y las novelas de fantasía que no tiene ningún éxito con las chicas. Es decir, lo que equivale a decir un antidominicano (a lo mejor creen que exagero y que tengo en mente un estereotipo, pero les aseguro que cualquier dominicano varón sabe qué es lo que su patria espera de él). Imaginaba entonces las andanzas de este pobre chico en una América que no entiende por su doble marginación friki y latina en un texto tragicómico que sin duda revelaría mil aristas.
Pero he aquí que en realidad de lo que habla esta novela es del fukú, la maldición que pesa sobre la familia de Oscar, una larga cadena de desgracias de la que él sólo es el último eslabón en el que se ceba, que impide que sus historias de amor lleguen a buen puerto, que trunca sus carreras profesionales, que rompe en añicos sus sueños. Por ello se nos van contando de forma alternada las vidas tanto de Oscar como de su madre Belicia (su lucha por salir de la pobreza y llegar a ser alguien), su hermana Lola (rebelde ante el camino que decidió seguir su madre pero no por ello menos perdida), su abuelo médico (primer miembro de la familia sobre el que se cernió la maldición, por obra, cómo no, de Trujillo) y su amigo Yunior. Sobre este último, mencionar que parece ser el mismo que aparecía en el anterior libro de Diaz, su recopilación de relatos Drown (titulada Los boys en la versión española de Mondadori y Negocios en la mejor traducida por Eduardo Lago publicada por Vintage en Estados Unidos), un trasunto del autor que como aquél aprecia la literatura y es presumiblemente el narrador de todo el libro y no sólo de los fragmentos en los que aparece como personaje.
Este fukú y la narración de las peripecias de la familia en distintas épocas de los años 50 hasta la actualidad permite el surgimiento del tema principal de la narrativa dominicana desde mediados del siglo XX: la dictadura de Trujillo. No debe extrañarnos esta recurrencia, ya que nuestro propio país usa y abusa de la de Franco, que arrastra buena parte de los esfuerzos narrativos de viejos y jóvenes artistas. Sin embargo, hay una diferencia fundamental, y son los elementos tan exagerados (y, a pesar de ello, la mayoría de las veces completamente reales) de su imperio: la proverbial rapacidad de Trujillo con toda hembra dominicana, la sutil campaña de desprestigio que el régimen organizaba contra todo aquél al que se detectase molesto con el status quo del momento, los espantosos calabozos en los que los prisioneros pasaban a llevar una semivida, las durísimas condiciones de vida del pueblo campesino intentando incorporarse a la ciudad (desde luego, nada más con ellos ya estaba hecha una novela, como descubrió con muy buen tino Vargas Llosa en La fiesta del Chivo). Para proporcionar una información más exacta sobre esa realidad dominicana tan desconocida para todos los que viven fuera de la isla y de paso dar un tono más sarcástico a su discurso, el narrador incluye unas notas a pie de página mediante las que el lector conoce en cuatro rasgos a diversos personajes de su historia reciente, como Joaquín Balaguer, Porfirio Rubirosa, Jhonny Abes, María Montez…
Sí, cuando se termina de leer esta novela uno se da cuenta de que no es lo que esperaba encontrar, pero a esas alturas poco importa porque ha asistido a una hermosa historia de amores y esperanzas contrariadas que además nos ha iluminado de dominicanidad. Y sobre esas historias de amor quebradas, ¿de verdad se trata de una maldición o todos y cada uno de nosotros ha pasado por ellas sin necesidad de atribuírselo a una misteriosa fuerza oscura?
La traducción de Achy Obejas de este libro me encanta: el ritmo de la lengua, la mezcla de anglicismos en un español fresco, el uso de frikadas sin que queden impostadas. Disfrute sobre todo las partes en que el narrador es el "amigo" del prota.
ResponderEliminarPor suerte, no se parece en nada a Absurdistan. De los libros que más me han hecho disfrutar últimamente. ¡Y ya en edición de bolsillo! Bueno, bonito, barato. ;)
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