miércoles, julio 09, 2008

El descubrimiento del espíritu, Bruno Snell

Trad. Joan Fontcuberta. Acantilado, Barcelona, 2008. 534 pp. 29 €

Ana Gorría

Hay miradas sobre el pasado que son en realidad planteamientos sobre el presente y propuestas para el futuro. Así sucede con la mayor parte de las obras que han atendido a la cultura clásica como la monumental historia de Mommsem que no es más que un trasunto de la política bismarckiana o la noción de virtud que subsiste en el paideia de Jaeger, un testigo de la posguerra. En esta línea se encuentra El descubrimiento del espíritu del filólogo alemán Bruno Snell en traducción de Fontcuberta, un texto que se sitúa dentro del pensamiento pan europeísta de la segunda guerra mundial en la línea de las ideas del Conde Kalergi y que recoge la mayoría de las premisas del pensamiento neokantiano de autores como Cassirer.
El descubrimiento del espíritu se encuentra, en consecuencia, en esta línea de pensamiento, próximo en ocasiones a la Filosofía de las formas simbólicas. No hemos de entender espíritu en términos de materia intangible, el alma citada en alguna ocasión, sino leerlo a la luz de los planteamientos epistemológicos de Kant y sus epígonos. Un descubrimiento que el autor empieza a cifrar en la épica Homérica y de la que nos propone como herederos directos, obviando que el mediterráneo es y era más amplio de lo que suelen afirmar los helenistas. En consecuencia es el entendimiento humano el motivo al que Snell dedica buena parte de este libro, entendido en términos cognitivos. Además, la noción misma de descubrimiento, un término que el propio autor reconoce como conflictivo, lleva implícita otra idea como es la de progreso. El entendimiento que han forjado y modelado los poetas a través del hallazgo expresivo del yo en colisión con la naturaleza, la condición abisal infranqueable del romanticismo decimonónico que el autor rastrea en los textos orientándolo hacia el nacimiento del dualismo, el conflicto entre el alma y el cuerpo.
En los diecisiete capítulos de este libro, que abarcan desde el concepto de hombre en Homero, estudios sobre la tragedia griega, el origen de la conciencia histórica en Herodoto en Tucidides, la religión griega o poetas como Píndaro hasta los líricos griegos arcaicos el autor no rastrea sino articula las premisas que le llevan a sostener una conciencia moral en el ser humano y, en consecuencia, una ética universal, tal y como señala a partir de Medea: «en estos versos se expresa por primera vez una conciencia moderna de la moral, psicológica e individualista que acabará imponiéndose: la moral se presenta como un movimiento interior, como un freno» o «la acción es posible sólo si el mundo discurre por cauces racionales, y es racional que la injusticia no consiga sus fines».
La competencia de Snell como helenista, posiblemente uno de los más sólidos del siglo XX, le lleva a realizar y presentar un estudio exhaustivo en el que no sólo se encuentran la filología sino, como ya he dicho anteriormente, aparecen planteamientos que conciernen a lo ético y lo antropológico, planteamientos discurren de forma paralela a los grandes conflictos en los que se movió la antropología planteando problemas parecidos a los que se planteó por ejemplo Levi-Strauss en su obra El pensamiento salvaje, pero con soluciones absolutamente divergentes a la hora de enfocar las «sensibilidades primitivas» y de enfrentar el nacimiento de la ciencia, dado que como ya he dicho, el autor permanece en la lógica del progreso, aunque con ciertas matizaciones que le llevan a valorar como logros ciertos momentos del pasado. Con todas las limitaciones y consecuencias negativas que puede llegar a tener un pensamiento como es el idealismo del romanticismo aplicado a la Grecia clásica (veáse Burguer, véase El pensamiento del afuera), este libro es un monumento de la historia de las ideas del siglo pasado por su precisión, por la sabiduría que lo articula y por la posibilidad de acercarnos como un pasado reciente a Herodoto, Safo, Píndaro, entre otros. Un libro que también podría llamarse, dado el motivo que lo orienta, Del nacimiento de la subjetividad. Porque para Snell Europa, por extensión Occidente en su terminología, la fundan los poetas.

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