Miguel Baquero
Memoria histórica. Este es el tema que, últimamente, parece copar el debate en España. No quiero entrar aquí sobre si es oportuna o deja de serlo la promulgación de la Ley que regulará este asunto; tan sólo quiero hacer notar que, cebados en los tiempos de la Guerra Civil y la dictadura franquista, quizás, tal vez, estemos contemplando sólo una parte del cuadro, significativa pero parcial (en el sentido de “incompleta”). Nadie duda de que el pasado condiciona nuestro presente, y es indudable que muchos de los fantasmas que todavía sobrecogen nuestra convivencia tienen su origen en aquel trágico periodo de la Historia de España. Sin embargo, no nacieron entonces, ni mucho menos. De algunos de los valores que entraron en conflicto en el año 36 podemos rastrear sus raíces hasta tiempos pretéritos, a veces muy pretéritos; en ocasiones se remontan al principio de la sociedad moderna y forman parte del sustrato esencial de la vida española, son cuestiones que con mayor o menor virulencia, pero siempre latentes, han acompañado y marcado a fuego el curso histórico de nuestro país.
Viento en los oídos, la nueva novela de José Marzo, trata precisamente sobre esa Memoria Histórica que se esconde detrás de la fecha clave julio de 1936. Esos tiempos en que sordamente se fue gestando el conflicto y que sin duda necesitamos conocer para comprender las razones del brutal estallido en que vino a reventar. En Viento en los oídos, a través de una serie de personajes inmersos en una época histórica (desde principios del siglo XX hasta dicha fecha crucial), asistimos al clima de miseria y caciquismo en que vivía la España de Alfonso XIII, al nacimiento de una conciencia social, al enconamiento de unas posiciones ideológicas, al deseo regeneracionista en que se fatigaron, sin resultado, unos pocos ilustres pensadores que advertían la asfixia y la violencia en que se estaba hundiendo la sociedad de su tiempo. Por medio una serie de personajes característicos de la época pero que, sin embargo, no caen en el cliché porque el autor logra conferirles una personalidad literaria, se nos va desplegando a través de las páginas toda esa historia del siglo XX que parece pequeña hoy, ahogada por la inmensidad de lo que vino luego.
Memoria histórica. Este es el tema que, últimamente, parece copar el debate en España. No quiero entrar aquí sobre si es oportuna o deja de serlo la promulgación de la Ley que regulará este asunto; tan sólo quiero hacer notar que, cebados en los tiempos de la Guerra Civil y la dictadura franquista, quizás, tal vez, estemos contemplando sólo una parte del cuadro, significativa pero parcial (en el sentido de “incompleta”). Nadie duda de que el pasado condiciona nuestro presente, y es indudable que muchos de los fantasmas que todavía sobrecogen nuestra convivencia tienen su origen en aquel trágico periodo de la Historia de España. Sin embargo, no nacieron entonces, ni mucho menos. De algunos de los valores que entraron en conflicto en el año 36 podemos rastrear sus raíces hasta tiempos pretéritos, a veces muy pretéritos; en ocasiones se remontan al principio de la sociedad moderna y forman parte del sustrato esencial de la vida española, son cuestiones que con mayor o menor virulencia, pero siempre latentes, han acompañado y marcado a fuego el curso histórico de nuestro país.
Viento en los oídos, la nueva novela de José Marzo, trata precisamente sobre esa Memoria Histórica que se esconde detrás de la fecha clave julio de 1936. Esos tiempos en que sordamente se fue gestando el conflicto y que sin duda necesitamos conocer para comprender las razones del brutal estallido en que vino a reventar. En Viento en los oídos, a través de una serie de personajes inmersos en una época histórica (desde principios del siglo XX hasta dicha fecha crucial), asistimos al clima de miseria y caciquismo en que vivía la España de Alfonso XIII, al nacimiento de una conciencia social, al enconamiento de unas posiciones ideológicas, al deseo regeneracionista en que se fatigaron, sin resultado, unos pocos ilustres pensadores que advertían la asfixia y la violencia en que se estaba hundiendo la sociedad de su tiempo. Por medio una serie de personajes característicos de la época pero que, sin embargo, no caen en el cliché porque el autor logra conferirles una personalidad literaria, se nos va desplegando a través de las páginas toda esa historia del siglo XX que parece pequeña hoy, ahogada por la inmensidad de lo que vino luego.
Con un magnífico colorido y una constante impresión de realidad, Marzo rescata esa parte de la historia necesaria para colocar los hechos en su justa medida y en su lógica progresión. No por nada la novela, prácticamente, viene a concluir con el estallido de la Guerra Civil, cuando ya todo está narrado y abundan los testimonios. Viento en los oídos vendría, en suma, a intentar cubrir esa inmensa laguna que se nos ha quedado entre las pintorescas guerras carlistas y la España de las vicalvaradas y los pronunciamientos militares, y ese otro levantamiento atroz y guerra fratricida en que parecieron sublimarse esos primeros escarceos.
Junto con ello, Viento en los oídos quiere ser también una recuperación de otra memoria: la Memoria Literaria de España. Al fondo de la narración parece escucharse la voz atenuada de Galdós, la voz de Baroja, de Vallé-Inclán, la voz de Felipe Trigo, Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán o incluso Arturo Barea, la vieja voz de la narrativa española que ha ido corriendo como un reguero, a lo largo de la historia, y que en los tiempos que narra Viento en los oídos tenía un timbre especial, una fuerza peculiar, un tono pletórico. En estos nuestros días en que buceamos entre referentes anglosajones mayormente, en que los modelos de quienes empiezan a escribir se hallan en Londres, en Nueva York, en Berlín o en Tokio (y seguramente esté bien así, o quizás mejor, seguramente sea un fruto inevitable del progreso), se agradece, sin embargo, encontrar a un escritor que busca sus raíces en las viejas novelas de su país. Pero no con ánimo de caer y regodearse en el casticismo, en que vino a degenerar la novela española de los años sesenta, sino con ánimo de retomar esa línea literaria vibrante y sincera que también la guerra interrumpió y cubrió de adjetivos rimbombantes, imperiales, preciosismo idiomático, retórica hueca.
Viento en los oídos es una buena novela pero, sobre todo, es una apuesta literaria. Hoy día, cuando, llevados de la corriente global, de una modernidad falsamente entendida, por temor a ser tachados de antiguos los escritores jóvenes se declaran huérfanos y buscan su punto de partida en lo cercano, lo underground, lo pop e incluso lo banal, se agradece que un escritor no tenga reparo en volver atrás en busca de sus raíces. Este deseo de recuperar lo auténtico y no dejarse arrastrar por lo común es lo que hace de la nueva novela de José Marzo un libro cercano, cálido y muy interesante.
Junto con ello, Viento en los oídos quiere ser también una recuperación de otra memoria: la Memoria Literaria de España. Al fondo de la narración parece escucharse la voz atenuada de Galdós, la voz de Baroja, de Vallé-Inclán, la voz de Felipe Trigo, Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán o incluso Arturo Barea, la vieja voz de la narrativa española que ha ido corriendo como un reguero, a lo largo de la historia, y que en los tiempos que narra Viento en los oídos tenía un timbre especial, una fuerza peculiar, un tono pletórico. En estos nuestros días en que buceamos entre referentes anglosajones mayormente, en que los modelos de quienes empiezan a escribir se hallan en Londres, en Nueva York, en Berlín o en Tokio (y seguramente esté bien así, o quizás mejor, seguramente sea un fruto inevitable del progreso), se agradece, sin embargo, encontrar a un escritor que busca sus raíces en las viejas novelas de su país. Pero no con ánimo de caer y regodearse en el casticismo, en que vino a degenerar la novela española de los años sesenta, sino con ánimo de retomar esa línea literaria vibrante y sincera que también la guerra interrumpió y cubrió de adjetivos rimbombantes, imperiales, preciosismo idiomático, retórica hueca.
Viento en los oídos es una buena novela pero, sobre todo, es una apuesta literaria. Hoy día, cuando, llevados de la corriente global, de una modernidad falsamente entendida, por temor a ser tachados de antiguos los escritores jóvenes se declaran huérfanos y buscan su punto de partida en lo cercano, lo underground, lo pop e incluso lo banal, se agradece que un escritor no tenga reparo en volver atrás en busca de sus raíces. Este deseo de recuperar lo auténtico y no dejarse arrastrar por lo común es lo que hace de la nueva novela de José Marzo un libro cercano, cálido y muy interesante.
acabo de leerla y esta muy bien
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