Prólogo de Yolanda Morató. Ilustraciones de Ana Santos Payán. El Gaviero, Almería, 144 pp. 14 €
Ana Gorría
«Pero esas muertes no son las mías», afirma, como conclusión de la miscelánea que supone el relato "Contra dicciones", Fernando Sánchez Calvo en su recién publicado Muertes de andar por casa. Con un negrísimo sentido del humor, el autor parte de la siguiente poética personal, explicitada en el capítulo de agradecimientos: el humor, la distancia, nuestras miserias y la gente a la que le gusta hablar son cuatro virtudes que me agradan y a partir de las cuales intento escribir. Dieciocho relatos en los que, tomando como motivo temático la muerte, el autor analiza diferentes situaciones como el suicidio, las relaciones entre pareja, la pérdida de nuestros seres queridos. En ocasiones, la escritura de Fernando Sánchez Calvo girando alrededor de lo improbable —pero verosímil— se acerca a modelos propios de la escritura del absurdo: el visitante compulsivo de entierros, la tristeza ante la muerte del hombre que dobla a Homer Simpson o el niño que por nacer en bisiesto envejece a un ritmo prodigioso. La soledad es el motivo estructural que liga a todos estos personajes que andan a tientas por la selva contemporánea, como afirma Yolanda Morató en la excelente introducción a esta obra.
Ana Gorría
«Pero esas muertes no son las mías», afirma, como conclusión de la miscelánea que supone el relato "Contra dicciones", Fernando Sánchez Calvo en su recién publicado Muertes de andar por casa. Con un negrísimo sentido del humor, el autor parte de la siguiente poética personal, explicitada en el capítulo de agradecimientos: el humor, la distancia, nuestras miserias y la gente a la que le gusta hablar son cuatro virtudes que me agradan y a partir de las cuales intento escribir. Dieciocho relatos en los que, tomando como motivo temático la muerte, el autor analiza diferentes situaciones como el suicidio, las relaciones entre pareja, la pérdida de nuestros seres queridos. En ocasiones, la escritura de Fernando Sánchez Calvo girando alrededor de lo improbable —pero verosímil— se acerca a modelos propios de la escritura del absurdo: el visitante compulsivo de entierros, la tristeza ante la muerte del hombre que dobla a Homer Simpson o el niño que por nacer en bisiesto envejece a un ritmo prodigioso. La soledad es el motivo estructural que liga a todos estos personajes que andan a tientas por la selva contemporánea, como afirma Yolanda Morató en la excelente introducción a esta obra.
En "El resentido", un joven estudiante de filología se ve ignorado por sus padres (que asumen la táctica de una tribu africana aprendida en un documental por la que el individuo es expulsado del clan y se le niega la palabra) hasta que esta exclusión de la vida cotidiana se hipostasia en el texto y, como consecuencia, desaparece tipográficamente. La dificultad de la comunicación, la muerte de la palabra (como se nos sugiere en el cuento "Donaudampfschifffahrhge-sellschaftskapitänsmützenknopf") y del sentido, condena a los protagonistas de las narraciones de Fernando Sánchez Calvo a la intemperie.
Una intemperie observable en relatos como "Los motivos de cada uno", magistralmente comenzado in media res: «; en otra ocasión (recién casada y tras tener al crío) fuimos quince días a Lisboa. Ese verano, sin embargo, deambulamos por Almería, Cádiz o Lloret de Mar.» La seriedad, la universalidad de los temas que aborda Fernando Sánchez Calvo no impiden que su fino sentido del humor arraigue en lo cotidiano, o mejor, en lo absurdo que hay en las categorías cotidianas: Es lo triste de los suicidas, por lo general han visto mucho museo, leído mucha letra y aprendido que una ventana no es una ventana, sino un símbolo que invita al hombre a desaparecer y a ser libre sin la necesidad de mirar atrás. Desde bien pequeños beben de las cuñas publicitarias y telediarios que la Constitución Europea es una ventana para Europa, que Europa es una ventana para la expansión del mercado chino y que Los Ángeles de San Rafael o los parches de nicotina son una ventana abierta en nuestros pulmones. La obra de Fernando Sánchez Calvo liga nuestra actualidad con la tradición literaria, ampliando sus posibilidades: guiños al neorrealismo, a Orson Welles, a Dostoievski no impiden que nuestro presente se manifieste en los textos, como es observable en Única coartada para cercanías o el monólogo Dios diciéndose en el espejo: DIOS-HA-MUER-TO. Esto ya lo ha dicho todo el mundo, pero falta que lo digas tú. Dios ha muerto y ellos, cuando por casualidad te encuentran citado en alguna revista o aludido fuera de contexto en cualquier riña familiar, consultan extrañados en algún diccionario al uso de 2º de la ESO o se meten en GOOGLE como último recurso.Con una preocupación metaliteraria, que Yolanda Morató liga a la experimentación de las vanguardias históricas, buena parte de la obra de Fernando Sánchez Calvo, y en relación con el asunto de la comunicación, se centra en el propio lenguaje: Suficiente. No había, desde un principio, necesidad de decir nada más. El resto no son más que palabras aborrecidas, dichas en su momento para edulcorar vida tan perra, muerte tan mediocre y amor tan intenso como el que ella padeció por su (difunto y) bien desaparecido esposo.
Seguro que este libro no tiene desperdicio.
ResponderEliminar¡Enhorabuena, Fernando!
Felicidades.
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